MONTEVIDEO (AP) — La escena se hizo viral a través de las redes sociales: en un parque de Montevideo, de un lado están los militantes del izquierdista y gobernante Frente Amplio y del otro los de la coalición opositora, encabezada por el Partido Nacional. Faltan apenas diez días para un balotaje que los enfrentará y definirá al nuevo presidente de Uruguay. Cada grupo tiene decenas de integrantes, muchos con banderas y carteles. Por unos altoparlantes suena el pegadizo jingle de la campaña del Frente Amplio. Lejos de enfrentarse, ambos grupos se ponen a bailar en conjunto.
Mientras en muchos países de América Latina la política se ha visto rebasada por la violencia, los enfrentamientos y un antagonismo radical, Uruguay vuelve a mostrar su apego a la democracia a pocos días de enfrentar un balotaje histórico que podría marcar el fin 15 años de gobierno de la izquierda. El domingo 24 de noviembre los uruguayos deberán elegir entre el candidato oficialista Daniel Martínez, del Frente Amplio, y el retador Luis Lacalle Pou, que encabeza una coalición de cinco partidos que van desde la derecha a la centroizquierda.
“Es muy probable que lo mejor que tenga el Uruguay sea su política: el arraigo de sus instituciones y sus partidos, su cultura cívica. La democracia debería ser nuestra principal exportación”, dijo a The Associated Press el politólogo Adolfo Garcé.
El académico cree que la cultura cívica uruguaya es fruto del doloroso aprendizaje que dejaron las guerras civiles que devastaron el país en el siglo XIX, cuando el gobernante Partido Colorado enfrentó varias revoluciones armadas del Partido Nacional, que defendía la coparticipación en el poder, el voto secreto y el respeto a las minorías. Para pacificar un país que vivía de guerra civil en guerra civil se crearon instituciones fuertes y confiables, que con escasos períodos de dictaduras han resistido hasta hoy.
Sin embargo, mucho cambió desde entonces. Hoy el Partido Nacional (“los blancos”) y el Partido Colorado (“los colorados”) ya no se matan en los campos de batalla, sino que son aliados en una lucha electoral, pacífica pero por momentos tensa, que los enfrenta a la coalición de izquierda.
El Frente Amplio llegó al poder en 2005 y desde entonces no ha conocido la derrota en las urnas. Sin embargo, la mayoría de los analistas estiman que eso podría cambiar el domingo.
Para Garcé, el favorito es Lacalle Pou. "En la campaña pasada el Frente Amplio tuvo el eslogan 'Uruguay no se detiene', pero Uruguay se detuvo: se detuvo la economía, se detuvieron las reformas. La oposición, mientras tanto, hizo las cosas bien y construyó una alternativa creíble e ilusionó a la gente con que puede hacer un buen gobierno".
Como un modo de disimular los muchos problemas que padece el actual gobierno del presidente Tabaré Vázquez, Martínez --un ingeniero de 62 años, exalcalde de Montevideo y exministro de Industrias-- centra su campaña en los logros que ha tenido su partido desde que accedió al gobierno en 2005. Recuerda que cuando el Frente Amplio llegó al poder había un millón de pobres, casi un tercio de la población, mientras que hoy son sólo el 8,1%. Remarca que el salario real aumentó 60% ante la inflación.
Integrante del Partido Socialista, Martínez representa a las corrientes más moderadas y centroizquierdistas dentro del Frente Amplio, una coalición que reúne desde socialdemócratas hasta comunistas, pasando por demócratas cristianos y exguerrilleros.
Lacalle Pou, un abogado de 46 años, exsenador del Partido Nacional, concentra sus críticas en el último lustro en que ha gobernado el actual presidente Vázquez. Recuerda que Frente Amplio tiene las cuentas en rojo, un déficit fiscal del 4,9%, una tasa de desempleo del 9,2% y que se perdieron más de 50.000 puestos de trabajo. También que Uruguay padece una fuerte crisis de la seguridad pública y que en 2018 se registró un récord de 414 homicidios.
Descendiente de una familia de políticos, hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995) y de una madre que fue senadora, Lacalle Pou fue el candidato presidencial de su partido en las elecciones nacionales de 2014, cuando fue derrotado en una segunda vuelta por Vázquez.
Cinco años después, todo podría cambiar.
El 27 de octubre se celebró la primera vuelta electoral, en la que Martínez fue el candidato más votado con el 39% de los sufragios, delante de Lacalle Pou con casi el 29%.
Sin embargo, en los días posteriores a la votación, Lacalle ejecutó a la perfección un plan largamente trabajado y selló una alianza con el Partido Colorado -el tercero más votado, con 12%-, con Cabildo Abierto -que obtuvo 11% - y el Partido de la Gente y el Partido Independiente, ambos con 1%.
Son cinco partidos que en el último mes han coordinado acciones y cuyos militantes reparten papeletas de votación en conjunto. El Frente Amplio, en cambio, no logró el respaldo de ninguno de los otros 10 partidos.
En su última proyección previa a la votación, difundida el jueves a la noche, la encuestadora Cifra informó que Lacalle Pou tiene una intención de voto del 51,5%, mientras que Martínez tiene el 44,5%. La encuesta fue realizada con 1.012 casos, con un margen de error de 3,1 puntos porcentuales.
“Lacalle Pou obtendría una victoria clara, con alrededor de 170.000 votos más que Martínez. El sentimiento generalizado entre los votantes coincide con el de las encuestas”, dijo Mariana Pomies, responsable de Cifra al presentar la encuesta en el canal Teledoce. Según Cifra, 62% de los uruguayos cree que el próximo presidente será Lacalle Pou y 29% piensa que será Martínez.
Los sondeos de las otras empresas coinciden en otorgarle una ventaja de entre seis y siete puntos al candidato opositor.
En la primera vuelta también se renovó el Parlamento. Se eligieron 30 senadores y 99 diputados. En esa votación el Frente Amplio perdió la mayoría parlamentaria que gozó durante los últimos 15 años. En cambio, la alianza de partidos que encabeza Lacalle Pou tiene asegurada una mayoría de escaños.
A pesar de lo mucho que estaba en juego, el presidente de la Corte Electoral, José Arocena, dijo a la AP que no hubo ningún inconveniente en el conteo de votos. “Para hacer el escrutinio definitivo se formamos unas grandes mesas donde a las que se sientan una decena de funcionarios de la Corte y hasta veinte delegados de los partidos. Y a pesar de que hubo bancas que se definieron por muy pocos votos, no tuvimos ningún problema de importancia. Como siempre”.
Sin embargo, conforme se acerca la fecha del balotaje, la tensión política ha crecido y el politólogo Garcé lo ha registrado.
“Hay algunas señales preocupantes. No todo es perfecto. El tono de la campaña no ha sido el mejor en las últimas semanas, es especial por parte de Martínez. Hay señales de ‘grieta’”, dijo el académico recordando la palabra usada en Argentina para definir la división del país en dos bloques políticamente irreconciliables. “Pienso que la sangre no llegará al río, pero hay que abrir los ojos porque los aprendizajes de las sociedades nunca son definitivos”.
Garcé recordó que las últimas encuestas muestran una merma en la confianza en las instituciones y los partidos. La medición de Latinobarómetro 2018 mostró que el 61% de los uruguayos confía en la democracia, lo que a nivel regional puede ser un buen índice, pero para Uruguay es el peor registro desde 1995. Además, sólo el 33% dijo confiar en el Parlamento y apenas el 21% en los partidos políticos.
De todos modos, y a diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, nadie duda que los votos serán bien contados y que el resultado será aceptado por las dos partes.
Fernando Pereyra, presidente de la central obrera, dijo en una entrevista en el canal de televisión Teledoce: “Todos tenemos una garantía: el 1 de marzo, Tabaré Vázquez le va a entregar la banda presidencial al presidente que gane. Y eso en el continente que estamos habitando es una señal muy fuerte, muy clara, muy nítida y muy democrática. Y es algo que debe valorarse a todos los partidos, incluyendo al que está en el gobierno”.