En los últimos años América Latina atravesó distintos procesos electorales marcados por la dispersión de votos, la descomposición de los partidos tradicionales y los resultados muy ajustados. El próximo domingo, la Argentina elegirá a su próximo presidente en una segunda vuelta entre Sergio Massa y Javier Milei. La contienda promete ser histórica por su grado de incertidumbre… Y con grandes chances de que -como en el resto de la región- el ganador surja de un resultado muy exiguo.
(Infografía: Marcelo Regalado)
En octubre de 2022, Lula da Silva llegó a la segunda vuelta electoral con Jair Bolsonaro en Brasil en un escenario de polarización extrema, bastante parecido al que se vive hoy en Argentina. El candidato del PT esperó los resultados con total incertidumbre porque hasta el recuento del último voto no se sabía qué podía ocurrir.
Finalmente derrotó a Bolsonaro por una ventaja mínima y se convirtió nuevamente en presidente de Brasil con apenas el 50,90% de los votos. Tan ajustados fueron los resultados que Bolsonaro nunca reconoció formalmente la derrota. La violencia persistió con un pico en enero pasado cuando un intento de golpe de Estado que amenazó con destruir la democracia en el gigante sudamericano.
En 2021 Perú, otro país fragmentado, ungió como presidente a otro outsider, el maestro Pedro Castillo. También fue en una segunda vuelta electoral a la que los candidatos llegaron con muy poco respaldo por la arrolladora dispersión de los votos: Castillo alcanzó el balotaje con sólo el 18% de los votos y su contrincante, la reincidente Keiko Fujimori, con el 13%.
Finalmente Castillo se impuso con el 50,1% frente al 49,9 de Fujimori. Tan ajustado fue el escrutinio que Keiko llegó a festejar de manera apresurada la victoria para minutos más tarde tener que aceptar la derrota.
El resultado de la primera vuelta no fue gratis: Castillo nunca contó con mayorías en el Congreso, ni siquiera logró alianzas de gobernabilidad por lo que, en un déjà vu del pasado, intentó cerrar el Congreso en diciembre de 2022 y terminó destituido y preso.
En 2022 Gustavo Petro se transformó en el primer presidente de izquierda de Colombia luego de haber sido guerrillero del M-19. Sin embargo, días antes de la segunda vuelta su triunfo parecía complicarse. Cierto es que le sacaba 20 puntos porcentuales a su contrincante, había resultado ganador de la primera vuelta con un contundente 40% frente al 20% de Rodolfo Hernández, sin embargo en el balotaje el partido se ajustó: Petro ganó con apenas el 50,44% de los votos contra 47,31% de la fórmula Hernández-Castillo.
En otro escenario de gran incertidumbre -y con semanas previas donde las encuestas vaticinaban mucho indecisos, como en Argentina- Chile eligió al presidente más joven de su historia. En diciembre de 2021 Gabriel Boric derrotó a José Antonio Kast con el 55,8% de los votos. Hasta el día de la segunda vuelta el resultado era completamente abierto, las consultoras cambiaban sus pronósticos día a día y nadie se animaba a pronunciarse. Los “indecisos” no tenían tantas dudas y así lo expresaron en las urnas. De hecho, los comicios registraron la participación más alta desde la instauración del sufragio voluntario.
El último proceso electoral en la región fue el ecuatoriano: el 15 de octubre pasado el empresario Daniel Noboa derrotó a Luisa González, candidata de Rafael Correa, por menos de 400 mil votos.
El outsider millonario, de 35 años, se impuso a la izquierdista con 52% de los apoyos contra el 48%. Pero en la primera vuelta el escenario había sido muy fragmentado: González arañó el 33% y Noboa el 24%, entre 8 candidatos. En esta oportunidad, la violencia narco se apoderó de la campaña con, incluso, el asesinato de un presidenciable, Fernando Villavicencio.
En todos estos casos -¿como sucederá en Argentina?-, quien resulta vencedor lo hace como emergente del “mal menor” de la oferta reducida por ley a dos. Y, además, se transforma en víctima de una aplicación desventajosa del concepto francés del ballotage: allí, además del presidente, la contienda legislativa también se somete a una segunda vuelta con el objetivo de que el finalmente ganador tenga poder real tanto en el Ejecutivo como en el Congreso.
En América Latina, sobre todo en estos años de descontento con la política tradicional y de dispersión de votos, quienes ganan la segunda vuelta se encuentran generalmente con escenarios de crisis económicas y sin respaldo en el Poder Legislativo para llevar a cabo sus reformas, lo que los obliga a pactar y muchas veces a perder poder… En algunos casos, como en Perú o para Guillermo Lasso en Ecuador, fue insostenible y terminó con gobiernos provisionales o elecciones adelantadas.
El próximo 19 de noviembre Argentina hará su propia experiencia: Massa, que obtuvo el 36,8% de los votos en la primera vuelta del 22 de octubre, enfrentará a Milei, que cosechó el 29,9%. Los analistas apuntan a los “indecisos” para definir la contendienda, lo mismo que señalaban todos los encuestadores en los balotajes de la región aquí reseñados. Sin embargo, en ninguno de esos comicios el voto en blanco marcó la diferencia...