“La Violencia y corrupción van de la mano en el narcotráfico”, dice Sergio Fajardo en una entrevista concedida a Infobae. Ex alcalde de Medellín, ex gobernador de Antioquia y ex candidato a la presidencia de Colombia, describe, desde su óptica de matemático y docente, una visión global de una región en crisis donde hay tres presidentes peruanos presos, dos mandatarios que implantaron el Estado de Excepción en su país, un Jefe de Estado colombiano con una popularidad de apenas 30%, una Argentina fragmentada, un presidente brasileño que no brinda las soluciones que prometió y hasta un presidente de izquierda chileno que saca al Ejército a la zona de la Araucanía para detener la “violencia mapuche. “La solución contra la criminalidad no pasa por esos métodos bárbaros del presidente Bukele de El Salvador”, afirma.
—Francesco Forgione, el ex fiscal antimafia italiano, en su libro Mafia export, asegura que: “La mafia es mafia por su relación con la política, las instituciones y el dinero”.
— Sí.
— ¿Y el narcotráfico?
— Tiene todo eso. El narcotráfico tiene una cantidad extraordinaria de dinero. Para generar esa riqueza se necesita la violencia, la capacidad de imponerse violentamente para cuidar, enriquecer su negocio. Y eso se traduce en miedo y en destrucción. Pero al mismo tiempo todo ese dinero tiene la capacidad de la corrupción. Violencia y corrupción van de la mano en el narcotráfico. Cómo permear la estructura de una sociedad, los organismos de justicia, la policía, todos esos son efectos que el narcotráfico tiene. Con esa cantidad extraordinaria de dinero tienen la capacidad, repito, para ejercer la violencia y para corromper. Y eso aparece en muchas partes. Son unas luchas muy fuertes porque en la lucha contra la corrupción se necesita, digamos, la honestidad de las personas que están asociadas con el manejo del Estado que tienen el poder de la estructura de un Estado legítimo y el poder del dinero corrompe a muchas personas, pero no a todas. La diferencia la marcan esas personas que no tienen precio, que no son corruptibles y lo mismo han sido las personas que se han enfrentado, que han sacrificado su vida por defender estas ideas, por desenmascararlos. Y esa es una tarea como digo incesante, dolorosa, pero mal que bien nosotros hemos avanzado y es a costa de muchos esfuerzos.
— Claro. Y muchas de esas personas incorruptibles como dice usted las terminan asesinando.
— Muchas han muerto asesinadas. Esa es la historia. Ese es el dolor. Pero al mismo tiempo juegan un papel extraordinario. Son unos héroes. Nosotros no tendríamos que tener héroes por defender la transparencia, por defender las instituciones, la Justicia, por la legalidad, pero pues eso tiene un efecto en nuestra sociedad. Está el ejemplo de personas que lo han hecho y al mismo tiempo está el ejemplo perverso de los que se corrompen. Y lo hemos visto en todos lados que funciona así.
— Cómo en algunas ciudades de Argentina.
— Pues mire, no soy capaz de entender la dimensión de lo que ocurre en Argentina porque sería irresponsable porque no conozco las raíces de lo que está pasando acá. Pero yo recuerdo muy bien, en un momento era Colombia el único país que estaba señalado por el mundo del narcotráfico. México, que es un país que yo quiero mucho hemos visto el poder narco. En México le dicen cárteles, nosotros decimos carteles, porque allá pues han tenido un poder extraordinario en buena medida por la cercanía con los Estados Unidos y esa relación con el principal mercado para el mundo de las drogas. Y eso tiene efectos en la vida. Va ocupando espacios en las sociedades y es muy difícil esa lucha. Lo que yo veo de Argentina, Brasil, por ejemplo, que hay otros espacios donde está el mundo del narcotráfico. En Venezuela hay un mundo extraño allá asociado también con el narcotráfico. Ese mundo va llegando y es un mundo que llega y si no se enfrenta, si no se entiende la dimensión del problema rápido seguirá avanzando.
— ¿Lo dice por experiencia propia?
— Yo fui alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, y un alcalde en su espacio reducido no tiene capacidad para enfrentar una fuerza de esa naturaleza. Uno tiene unos límites geográficos donde uno dice aquí están y los enfrenta acá. Se necesita una articulación muy grande de todos los niveles de autoridad, la Justicia, actuando de manera conjunta. Al narcotráfico se lo debe entender como un problema del país, no de una región. Es un problema de este modelo en el que nosotros estamos. Y eso requiere, insisto, la articulación de la Justicia, la capacidad de condenar, investigar, de la policía, de la fuerza pública para enfrentar esas estructuras violentas que están detrás de ese narcotráfico, y de la sociedad para entender la dimensión de lo que significa el consumo. Se tiene que mirar, avanzar hacia un problema de salud pública para entenderlo desde esa perspectiva y de luchar contra la corrupción que es uno de esos efectos laterales que hacen daño imperceptible muchas veces, pero es tremendo. Entonces va pasando que ocupa territorios la venta de drogas, nosotros decimos el microtráfico, el menudeo, se van convirtiendo en empresas criminales territoriales pequeñas asociadas con tentáculos con grandes grupos y es un problema para el país. Estoy seguro de eso.
— Matan por el territorio.
— Claro que sí. Y tienen unas estructuras de la criminalidad. Tienen unos territorios y se dan confrontaciones cuando se encuentran en los territorios y hay conflictos. Entonces esto va mutando, van mirando, se van ajustando de múltiples formas. Antes era el espectáculo de la riqueza que tenían. Después se van disfrazando, mimetizando dentro de la sociedad. Todo eso pasa y es un problema, quiero ser reiterativo, este es un problema de toda la sociedad, no es un problema de un barrio, de una ciudad o de un grupo pequeñito.
— Cuando Gustavo Petro ganó la presidencia en Colombia, en la que usted también compitió, entre las promesas que hizo, era continuar con el proceso de paz, que parece que no está dando resultados.
— Es una larga historia. El proceso de paz se firmó en el gobierno del presidente Santos, pero vamos a su pregunta: El presidente Petro de manera ambiciosa dijo “yo voy a hacer la paz con todos”. No hay problema más difícil que ese. Pero él en su voluntad dijo “yo lo voy a hacer”. Lo que ha pasado en Colombia desde ese momento hasta el día de hoy es que se ha creado un caos en muchos sentidos. En Colombia hay un desorden gigantesco que no está funcionando. Si no hay una reflexión profunda del gobierno acerca de cómo quiere conducir vamos a terminar en algo que puede ser mucho más dañino. Petro no fue un buen alcalde. No tuvo una buena gestión. Y lo que hemos visto como gobierno es la distancia entre ese individuo que promete una cantidad de cosas y la capacidad de organizar el gobierno para lograr buenos resultados y eso va generando más incertidumbre e insatisfacción. Hoy su popularidad va bajando. Ya es menos del 30%. Y eso va llevando a incrementar la polarización porque en la medida que no se cumplen las cosas que se prometen la gente tiene insatisfacción y eso lleva a esta confrontación.
— Y a Andrés Manuel López Obrador le está pasando algo parecido en México.
— Es distinto.
— ¿A ver?
— Es distinto con ciertas características. Sin dudas que es un país polarizado México. El presidente López Obrador tiene 60% de favorabilidad después de cinco años gobernando. Allá hay una polarización, hay una discusión acerca del comportamiento político del presidente López Obrador y su gobierno de desmontar ciertas estructuras de las instituciones que causan rechazo en una parte de la población. Pero él tiene esa capacidad de polarizar. Siempre está señalando, todos los días él hace su mañanera (conferencia de prensa), señala a personas y mantiene la confrontación latente. Es parte de las características del populismo la polarización. Tienen que tener entre comillas sus enemigos vivos, todo el tiempo ahí señalarlos.
— Estados Unidos, España, China por el tema precursores químicos para la fabricación de opioides como el fentanilo.
— Y él sabe manejar. Pero la circunstancia es que tiene una favorabilidad muy alta, 60% después de tantos años. Petro es muy distinto el camino, la forma como llegó. Pero la favorabilidad es menos del 30% y eso marca una diferencia muy grande. Esta es una parte muy simple de un análisis político profundo.
— Claro. Y también coincide tanto Petro como López Obrador en su enfrentamiento con Perú.
— Es cierto. Y yo quiero insistir en algo, lo que pasó en Perú. Desde mi perspectiva es la mezcla de la incompetencia con la corrupción. El presidente (por el destituido Pedro) Castillo fue un pésimo presidente. Es una sociedad que tiene una cantidad de conflictos tremendo. Cuántos presidentes están en la cárcel.
— Tres en el mismo lugar: Alejandro Toledo, Alberto Fujimori y Pedro Castillo.
— Eso es dramático. Si nosotros pensamos, nosotros latinoamericanos que estamos viendo lo que está pasando en Perú. Mire lo que está pasando en Ecuador, el Presidente Guillermo Lasso disolvió el Congreso, va a haber nuevas elecciones con un presidente de derecha. Mire lo que pasó en Chile, la incertidumbre que hoy tiene Chile. Lo que pasa en Argentina en esta confrontación política. Lo que pasa en el Brasil con lo que fue el gobierno de (Jahir) Bolsonaro, dramática, esa forma horrible de la política, pero Lula tiene que salir a dar respuestas y no ha dado las respuestas, están en medio de la confrontación. Venezuela es un drama. Miremos América Latina. En Bolivia hay confrontación entre el presidente Luis Arce y el ex presidente Evo Morales. En fin, esto es una locura en muchos sentidos. Y eso requiere para mí otra política.
—¿Se puede detener y explicar este punto?
— El populismo ha tenido éxito en muchos sentidos, pero una cosa es llegar al poder y otra cosa es cumplir. Y tenemos unas sociedades desordenadas, amargadas, rabiosas, y así no se puede transformar una sociedad. Eso es lo que yo pienso.
—Y aún no hablamos de Nicaragua
—Lo de Nicaragua es una calamidad de la humanidad lo que hace el señor Daniel Ortega. Es una vergüenza. Yo era de los querían que los sandinistas llegaran al poder para derrocar a Anastasio Somoza, pero mire lo que está haciendo este señor junto con su esposa hoy en Nicaragua. Mire lo que pasó en Venezuela. Un país con esa riqueza extraordinaria que tiene Venezuela expulsando gente porque tiene hambre. Colombia ha recibido dos millones de venezolanos. Entonces todo esto bajo cualquier mirada es un caos doloroso y será la política la que va a definir todo esto, pero estos son los costos para nuestra América Latina de no ser capaces de encontrarnos, de trabajar juntos, de respetarnos así seamos diferentes, de construir transformaciones.
— Somos más o menos de la misma generación y cuando usted habla de Nicaragua recuerdo que Julio Cortázar escribió un libro maravilloso que se llamaba Nicaragua tan dulcemente revolucionaria. ¿En qué quedó eso?
— En nada. En una vergüenza. En una demostración de que esto no está asociado con una ideología, con un pensamiento, sino con seres humanos. La enfermedad del poder. La barbarie. Sergio Ramírez, Gioconda Belli, tantas personas expulsadas de un país. No hay derecho en Nicaragua. No hay derecho que pase eso. Muchos se quedan callados, no dicen ni una palabra sobre Nicaragua.
— Y yo como argentino admiro profundamente a Gabriel García Márquez y su realismo mágico, pero las malas políticas en nuestra región no se solucionan mágicamente.
— Así no es. Y desafortunadamente estamos pasando por unos tiempos amargos. No solamente en América Latina, por supuesto en el contexto global. Eso no nos alivia a nosotros. Yo por ejemplo digo: la corrupción es una enfermedad profunda en América Latina y no se puede obviar. Y América Latina no tiene que aceptar ese principio que se repite por tantas partes que roben pero que hagan obras. Esa es la indignidad más grande. Y porque además el robo siempre va a cuenta de los más pobres y nosotros estamos luchando contra las desigualdades que son profundas en nuestro continente que son una expresión de la injusticia que las tenemos que enfrentar. Y la corrupción muchas veces se acepta y la corrupción va de la mano de las desigualdades.
— Y después lo tenemos a Irán en Venezuela fabricando drones para la guerra.
— En Venezuela no sabemos qué pasa. Yo espero que eventualmente lleguen a una negociación y que pueda haber unas elecciones libres. Que haya una oposición que sea capaz de organizarse para enfrentar el gobierno de Nicolás Maduro. Pero es que, en Venezuela, nosotros estamos al lado, durante mucho tiempo muchos colombianos fueron a Venezuela porque, pongámoslo en términos bien simplistas. Venezuela eran los ricos. Y un país con esa riqueza, con el precio del petróleo hoy, el país que tiene las mayores reservas de petróleo el mundo, echando gente porque tiene hambre, que llegan a Colombia caminando. ¿Hay alguna explicación posible? Ninguna. No hay ninguna explicación para que eso pase en una sociedad.
— Sin hacer personalismos, el problema también ocurre cuando la sociedad está harta de los políticos tradicionales y por eso votan por alguien fuera de la política pero que no sabe nada de política y cuando llega al poder…
— Peor. Mire, hay una insatisfacción muy grande con los políticos y la política. Un hastío. Todos son iguales. Todos prometen lo mismo. Todos son ladrones. En la política hay una cantidad de vicios que están asociados con esa palabra que desaparece en las discusiones: corrupción. La corrupción está detrás. Y la corrupción tiene que ver con el poder. Con el hacer lo que sea, como sea, para tener poder, para decidir sobre otras personas, para enriquecerse.
—Por el hastío a los políticos tradicionales, que no solucionan los problemas de los ciudadanos, que se enriquecen, que se corrompen, la gente termina votando a representantes que al llegar al poder no saben gobernar y hasta abusan del poder
— Vuelvo a lo que decía antes, sacar lo mejor es la tarea de los maestros es muy difícil. Sacar la rabia es muy fácil: lo pongo a usted, lo insulto, lo maltrato, digo una mentira, y destruyo. Entonces esto es así, así es esa parte de la política. y aparecen otros que vienen de otro mundo que desprecian esa política, conectan con la gente en ese malestar, en esa insatisfacción y después van con ese candidato porque los otros, os que gobernaron durante décadas, no han servido para nada. Para la gente todos son iguales, una manga de ladrones, todos tramposos. Y aparece uno que dice “yo no, yo soy diferente y tengo la solución para todos sus problemas. Y eso es un peligro. Pero es responsabilidad de los políticos. Pues la forma como lo han hecho, la forma como lo hacen, la manera como hacen las campañas. La política se puede hacer bien. Se puede hacer con decencia. Se puede hacer con dignidad. Ser servidor público tiene que ser un honor en nuestra sociedad. Nosotros podemos gobernar bien. Gobernar es muy difícil, pero en este mundo de esa política que se ha creado, con excepciones porque hay gente valiosa por todos lados, está en esta circunstancia que estamos y está el peligro de que llegue uno que promete cualquier cosa, habla distinto, con otra mirada, con otro pelo, y la gente dice “voto a este” y ahí se escribe otro capítulo peor todavía para el país.
—En El Salvador hay un presidente muy controvertido Nayib Bukele, que tiene alta popularidad por su lucha contra las pandillas. Contra las Maras. Lo llaman “El Método Bukele”. ¿Cuál es su opinión? El también llegó casi desde las afueras de la política.
—Las personas que creemos en las democracias, que somos demócratas, por ninguna razón podemos aceptar los métodos y las formas del presidente Bukele. Está claro que muchas personas sufren por la acción de pandillas, del mundo criminal, que los somete, que los extorsiona, que les quita la libertad, que los encierra. Pero la solución no pasa por esos métodos bárbaros. Lo que tenemos que evitar, en el mundo machista de la criminalidad, es que ningún joven llegue a la condición de la criminalidad. Por supuesto que lo que el hace es, entre comillas, producir un alivio para muchas personas. Pero es un alivio temporal y ficticio. La raíz profunda es crear alternativas profundas en nuestra sociedad basada en el proceso de la educación, y que la justicia funcione. Que haya capacidad de investigar. La solución para las personas no es la brutalidad de lo que hace el presidente Bukele. Ese camino no es la solución, aunque hoy veamos, en apariencia, una solución que es peor al problema que se quiere resolver.
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