El nuevo canciller de Maduro

El gran presidente del cambio, Gustavo Petro, que, supuestamente, luchó durante décadas por los oprimidos y por los derechos humanos, ahora es el canciller del brutal dictador Nicolás Maduro, que oprime y reprime a 30 millones de hermanos venezolanos

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y su homólogo colombiano, Gustavo Petro, se reúnen en el Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela, 7 de enero, 2023. REUTERS/Leonardo Fernández Viloria

El mundo al revés. El gran presidente del cambio, Gustavo Petro, que, supuestamente, luchó durante décadas por los oprimidos y por los derechos humanos, ahora es el canciller del brutal dictador Nicolás Maduro, que oprime y reprime a 30 millones de hermanos venezolanos y que es el violador de derechos humanos más brutal del continente investigado por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.

Pero era obvio que iba a ser así. Quienes tuvieron un ápice de esperanza de que Gustavo Petro iba a interceder por los cientos de presos políticos, antes tan afectos a su corazón, que se pudren en las cárceles venezolanas durante años desconocen la estrecha relación histórica de Petro y su séquito cercano con Chávez y con Maduro.

Quienes pensaron que con Petro se podía facilitar una salida a la dictadura criminal venezolana no podían estar más equivocados, pues Maduro y su mafia criminal son sus socios políticos; forman parte de la misma banda y tienen los mismos valores, así que nada se puede esperar en materia de juego limpio por parte de Petro cuando de Venezuela y Maduro se trata.

Petro, en las últimas semanas, ha revelado su verdadero interés. Con la cumbre sobre Venezuela, que ha convocado para la próxima semana, y su discurso en Washington de cero sanciones y más democracia, el presidente de Colombia se graduó de canciller de Maduro. Cuándo se va a posesionar, aún está en duda, faltan unos papeles, dicen en la cancillería venezolana, pero lo cierto es que ya empezó a actuar, y con su vicecanciller, Armando Benedetti, el combo diplomático de 2 x 1 está consolidado.

El embajador de Colombia en Venezuela Armando Benedetti con Nicolás Maduro

Esta semana veremos qué tanto los Estados Unidos apoyan al nuevo canciller venezolano, pero lo cierto es que desde La Casa Blanca los mensajes que se han enviado son de apoyo a esta estrategia. El mismo Juan González encargado del tema estuvo en Caracas y negoció el intercambio de malandros (así se les dice a los delincuentes en Venezuela) por unos inocentes gringos que estaban en las cárceles de Maduro.

Ahora, con el nuevo canciller venezolano divulgando el mensaje en Washington a los cuatro vientos, Biden, Blinken y González quedan contra la pared. Cero sanciones ,más democracia. ¿Aceptan el chantaje? Ya en el viaje anterior de González a Caracas, la administración Biden peló el cobre y mostró que si está dispuesta a esos negocios turbios; ahora veremos hasta dónde están dispuestos a llegar; este jueves, con la reunión Petro-Biden tendremos algo más de claridad.

No importa la clara alianza de Maduro con Irán y con Rusia; tampoco el mensaje contundente de Petro sobre Taiwán, que dio hace apenas unos días, los valores de la libertad, la democracia y los actos de agresión militar se negocian en Washington SEM, según el marrano, como decimos en Colombia.

La semana siguiente sabremos con más claridad dónde está la Unión Europea en esta historia. Su canciller, Joseph Borrell, que la verdad ha sido bastante propenso a negociar esos mismos valores, mostrará si la invasión de Ucrania cambió en algo o no su mirada hacia el mejor aliado de Rusia en este continente, junto con Cuba. Veremos si este nuevo mundo geopolítico trasciende las fronteras de Europa, Asia y Norteamérica y si los demócratas del continente podemos contar con ellos o nos venden al mejor postor, como lo hizo Estados Unidos por un puñado de barriles hace un año.

Sabremos si la invasión de Ucrania cambió en algo o no la mirada de Europa hacia el mejor aliado de Rusia en este continente. Foto Sputnik/Alexei Druzhinin/Kremlin via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY./File Photo

Es cierto que la oposición venezolana no ha ayudado en nada y es su propio peor enemigo. Entregó en México el cupo del embajador ante Estados Unidos, Carlos Veccio, en la mesa de negociación a cambio de nada. Con pocas excepciones, solo ven por su interés personal, como sucedió con la desintegración del gobierno interino; por eso, debe haber una gran renovación de liderazgo, si se quiere ser efectivo de verdad. Los Capriles, que ya se volvió un verbo de entreguismo en las discusiones políticas en la región, solo han servido para fortalecer la dictadura.

Hoy la oposición está hecha en gran parte de grandes, pequeños y medianos Capriles. María Corina, Juan Pablo Guanipa, Williams Davila, Andrés Velasquez y hasta el mismo Juan Guaidó son las excepciones, junto a un pequeño puñado de opositores. El desierto en la oposición es el mejor aliado que hoy tienen Maduro y su nuevo canciller, Gustavo Petro.

¿Qué cambiaría el escenario? Que la oposición se abriera y permitiera la entrada del chavismo puro, a eso sí le teme Maduro. Que Andrés Izarra, hoy exiliado en Berlin; Miguel Rodríguez Torres, exiliado en España, y hasta el mismo Rafael Ramírez, exiliado en Roma, se sumaran al bloque opositor crearía una nueva realidad política en Venezuela que rompe el molde, destruye la oposición a la medida que Maduro ha construido y a la que su canciller quiere darle legitimidad en la cumbre de Bogotá.

Claro, eso requiere de una gran madurez política y aceptar lo que en otras ocasiones sería inaceptable, pero no nos equivoquemos, el dictador hoy tiene nuevo canciller, uno muy poderoso, y frente a este nuevo desarrollo hay que cambiar el tablero de juego. Una unión de quienes antes eran enemigos para derrotar al mafioso con reglas claras de juego les desbarata ese derrotero que tienen y que se ve muy posible, el de cero sanciones o pocas sanciones, unas pequeñas libertades y Maduro y sus mafiosos aún en el poder.

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