Termina un año complejo, con inflación desbordada, guerra en Europa, populismo rampante y un común denominador, que debe ponernos en alerta: la creciente amenaza a las libertades y a la democracia liberal. Así como el covid aceleró el siglo XXI, la invasión de Ucrania y las distintas respuestas a esta ponen fin a la era de la post guerra e inicia una nueva época de batalla global entre la libertad y la dictadura.
Unas batallas, como las de las mujeres en Irán contra la dictadura islámica son un ejemplo lleno de valentía y de admiración. Ver a los jóvenes tumbar el turbante de unos religiosos como un acto de rebeldía y libertad, frente a la brutalidad del régimen iraní, que asesina de manera despiadada a jóvenes o condena a muerte a quienes protestan, es apenas un vistazo a lo que está por venir.
Si bien las protestas aún no son una amenaza para el régimen, la brutalidad de la respuesta no puede pasar en blanco como hasta ahora ha sucedido. Occidente, debe elevar los costos económicos, políticos y militares de esa reacción. Por ahora la timidez de Occidente, en especial la de Biden y Estados Unidos deja mucho que desear.
Otras batallas dan algo de esperanza. China es otro de los escenarios de esta disputa. A un nivel distinto y con unas implicaciones globales aún mayores. Este año, ese brutal estado policial enfrentó unas protestas ciudadanas que lograron un cambio en la política de 0 covid del gobierno. La soberbia del dictador Xi Jing Ping, quien le dio la espalda a la ciencia, y su obsesión por mostrar que su sistema autoritario para controlar el virus era mejor que el de Occidente fracasaron rotundamente. Los modelos sobre el impacto de esta equivocada política (las estadísticas de China no son confiables) muestran que alrededor de 1.5 millones de chinos van a morir en los próximos meses de covid; además, el cierre brutal de ciudades enteras fue un fracaso que deslegitimó al estado.
Sin embargo, por ahora, a pesar de ese pequeño triunfo del ciudadano, nada va a cambiar. Hoy China tiene un dictador el estilo Mao en el poder; un poder, por cierto, que quiere ser hegemónico y, finalmente, va a tomarse a Taiwan y desencadenar otra crisis global tratando de imponer su visión totalitaria al mundo.
Pero la batalla principal está en Europa. Es en la invasión de Rusia a Ucrania donde todo está en juego en esta lucha entre la libertad y sus enemigos, y mientras Biden y los Estados Unidos han fallado en Irán, en Ucrania han liderado a Occidente y han dado ejemplo; pero no hay que equivocarse, Putin sabe que tarde o temprano Occidente pierde interés y por eso aún espera poder quedarse con una parte de Ucrania.
Se tomó Crimea en el 2015 y Obama lo permitió. Esa lección, como bien lo ha dicho el líder ucraniano Zerensky en múltiples ocasiones, no se puede olvidar; por eso, como termine esta invasión, va a determinar no solo la estabilidad de Europa sino cuáles van a ser las reglas de juego de esta batalla entre la libertad y la autocracia en todo el mundo.
América Latina no es ajena a este escenario político y geo estratégico. Donde juegan China, Rusia, Irán, Europa y Estados Unidos, y, triste decirlo, como vamos vamos mal. El populismo de izquierda crece y trata de consolidarse; de ahí que lo que está sucediendo en Perú sea tan importante. Un populista que quiso convertirse en dictador fue legalmente destituido y encarcelado y el silencio de Estados Unidos y Canadá, ni hablar de Europa, al respecto deja mucho que desear; eso sí, Petro y AMLO como fieras, buscan defender ese camino populista, autoritario y de manera clara se pronuncian al respecto.
Enhorabuena, Perú tomó la decisión de frenar a México y esperemos a ver qué hacen frente al desafuero de Colombia. Esa batalla política hace parte de esa guerra entre la democracia liberal y las libertades y las autocracias o dictaduras populistas, donde Occidente, por nuestra historia, tiene mucho que perder y donde las dictaduras tienen en Cuba, Venezuela y Nicaragua unos instrumentos poderosos de lucha contra la libertad.
No en vano el apoyo ruso a estos tres países es vital y tampoco es casualidad la creciente presencia de Irán en el continente, mientras China, poco a poco, consolida su influencia, que arrancó en lo económico pero ya trasciende lo político, lo tecnológico y, estoy seguro, en poco tiempo lo militar.
Lo que es casi imposible de entender es la política de Estados Unidos y particularmente de esta administración hacia Venezuela. Hoy, junto a una oposición mediocre, débil y corrompible, son responsables del oxígeno que tiene Maduro, y si este mafioso dictador se logra mantenerse en el poder, y cada vez es más plausible que así sea, Biden y su asesor para la región, Juan González, tienen una responsabilidad inmensa.
El 2023 tiene varios hitos electorales en los cuales el frente de batalla va a ser similar. Las elecciones regionales en Colombia y las presidenciales en Argentina serán un gran ejemplo de cómo se están midiendo esas fuerzas. Ya veremos lo que allí va a suceder.
Lo que no podemos hacer, quienes estamos en esta lucha sin cuartel contra los enemigos de las libertades, es creer que esto es una lucha país por país donde existe total libertad para decidir. Si algo debemos tener claro, es que las protestas del 2019, del 2021 y las de hoy en el Perú, forman parte de un engranaje de lucha política a la cual, además, hay que sumar la inteligencia de países externos a la región y su capacidad disruptiva.
El fin de la era de la posguerra nos devuelve increíblemente a una especie de guerra fría donde quienes quieren acabar con la libertad llevan una ventaja de décadas, por lo menos en la región.
La misión del próximo año debe ser la de organizar un frente común para defender la libertad, desde México hasta la Argentina. Ojalá sea posible contar con Estados Unidos y Canadá para ello, pero no nos hagamos ilusiones, para ninguno de esos dos países la región es prioridad y si nos esperamos a que reaccionen va a ser tarde.
Esta batalla es de nosotros. Manos a la obra.