Infobae en Kiev: Plaza de la Independencia, la línea que buscan proteger las milicias ucranianas

Mientras Rusia y Ucrania sellaban un alto al fuego temporal, las milicias, se organizaban para cortar el paso con barreras antitanques

La Plaza de la Independencia está siendo protegida. Otros le dicen plaza Maidán, pero maidán en ucraniano significa plaza y para todos aquí el término queda chico. Entonces insisten: Plaza de la independencia. Fue bautizada así luego de la disolución de la Unión Soviética, cuando Ucrania recuperó, justamente, su independencia. La historia parece volver a jugarse ahí, hoy.

La avenida Jreshchátyk, que atraviesa la plaza a la mitad, hoy está siendo preparada para la arremetida. Mientras Rusia y Ucrania sellaban un alto al fuego temporal, las milicias (o fuerzas terrestres, como prefieren llamarle acá), se organizaban para cortar el paso con barreras antitanques. Las barricadas están siendo construidas hoy mismo en una fábrica de Kiev, donde construyen a todo motor elementos para defenderse de los ataques terrestres.

La Plaza de la Independencia

Viroslav comenzó el día yendo a esa fábrica. Se enlistó como voluntario y le tocaron tareas de logística. Tiene 26 años y estaba dispuesta a tomar las armas, pero le dijeron que ya hay demasiados soldados y necesitaban gente en otros puestos. Además, por el momento se quedaron sin armas. Confían en que llegarán más, pero hoy por hoy los fusiles de asalto de fabricación rusa son menos que todos los civiles que están dispuestos a pelear por Kiev.

Entonces Viroslav aceptó la misión y se fue para la fábrica de barreras. Allí coordinó los traslados y acompañó el camión que fue distribuyendo las vigas de hierro por toda la ciudad. A estas horas, el centro histórico parece el lugar más protegido de la capital. También, los hospitales, centros de abastecimiento y avenidas estratégicas. En todos estos lugares se encuentran bloques de cemento o barreras de hierro custodiadas por hombres armados vestidos de uniforme. No todos tienen el mismo: algunos usan uno viejo que tenían de otra época (los que alguna vez sirvieron), otros usan ropa simplemente con estampado de camuflaje, y algunos otros uniformes a estrenar. Algunos usan borcegos reglamentarios, otros zapatillas de correr. Algunos tienen cincuenta, sesenta años. Otros, veintipocos.

La Plaza de la Independencia es un buen retrato de esta diversidad. Debajo de ella está la una de las estaciones centrales del metro, que tiene una profundidad de 60 metros y es hoy el refugio de muchos ciudadanos de Kiev. Para entrar a recorrerlo piden documentos, chequean todas las pertenencias, vacían los bolsillos y chequean el medio en el que uno trabaja. Una vez que aprueban el paso, suelen pedir perdón por las medidas tan extremas. Sucede que en lo que va de la semana de invasión, ya se registraron algunos sabotajes mediáticos y gente que entró para generar disturbios, entonces extreman las medidas. Entre ellas, no sacar fotos ni filmar. Me comprometo con eso y me creen, sin embargo, envían conmigo a un guardia armado para que se asegure de que cumplo mi palabra.

El guardia se llama Ivan y tiene 20 años. Estaba estudiando en la academia de policías cuando comenzó todo esto. Además, trabajaba en el metro, por lo que fue natural que lo asignaran ahí. Desde el primer día está como custodia de la estación (uno de los muchos que hay). No puede volver a su casa: duerme ahí, se baña ahí, usa ropa que le van llevando diferentes voluntarios.

La plaza recibió su nombre luego de la disolución de la Unión Soviética

-¿Pensaste en algún momento en irte a tu casa y renunciar?

-Jamás. Yo estaba estudiando para policía, ¿cómo haría eso?

Por un segundo, me pregunto si mi pregunta fue inmoral. Bajamos por la escalera eléctrica a la profundidad del metro. Si bien la Plaza de la Independencia parece un blanco cantado, aquí abajo todo se siente seguro. Es que el metro de Kiev, como la mayoría de los metros de los países que formaron parte de la Unión Soviética, fue construido con la idea de que fueran refugios para los tiempos de guerra. Es un dato que, cuando lo dan en tiempos de paz, parece pintoresco, casi absurdo. En tiempos de bombardeos se reivindica.

No hay tantas familias en este metro, las grandes aglomeraciones se dan en las estaciones de barrios más pobres, donde la gente no puede irse. Alrededor de la plaza sin embargo vive gente de plata que está en condiciones de escapar o tiene un refugio propio. Aquí abajo, en cambio, el pueblo.

Debajo de de la plaza está la una de las estaciones centrales del metro

Ludmila tiene dos hijas y están viviendo en la estación desde el viernes. Junto a ellas están su hermana y su sobrina. Pusieron un pequeño colchón en el que duermen todos abrazados y tienen varias frazadas. Cuando paso junto a ellos, Ludmila está preparando una chocolatada para su hija mayor. La menor juega con el celular. Saludo, me presento como periodista. Me pregunta cuándo va a terminar esto. Pongo una cara, no sé cuál, una cara que sale de manera espontánea y que significa que no tengo la menor idea. Ella entiende.

-¿Qué les dijiste a tus hijas de la guerra? ¿Les explicaste lo que pasa?

-No se puede esconder la guerra de los chicos. Estamos viviendo en una estación de metro, ¿qué podría decirle que lo explique?

Para los ucranianos la guerra no comenzó hace una semana sino hace ocho años. La hermana de Ludmila, Elena, llegó a Kiev hace dos semanas desde el Donbás. Desde el 2014 se dedica a llevar chicos huérfanos de esa guerra hacia Kiev, donde les busca un nuevo hogar. Esta vez la guerra llegó más lejos, y no sabe dónde podría llevar a los niños cuando los vaya a buscar. No está con ganas de hablar demasiado, dice que está muy triste, pero que al menos está con su hija. La mira, la miro, ella sonríe amablemente.

En lo que va de la semana de invasión, ya se registraron algunos sabotajes mediáticos y gente que entró para generar disturbios, entonces extreman las medidas

Nos vamos para la superficie nuevamente. Mientras atravesamos un larguísimos pasillo a oscuras veo que las paredes tienen pintados murales enormes. Al fin del pasillo se ve la silueta de un hombre que hace ejercicio, elonga, hace abdominales, flexiones. Pasamos a su lado, no se inmuta.

Volvemos a la superficie. La Plaza de la Independencia está aún más protegida que hace unos minutos. Viroslav sigue dando indicaciones y bajando cosas de un camión.

“Cuando empezó todo yo ya estaba en Kiev. Cayeron bombas y misiles, fue horrible. Estamos yendo a la guerra y quiero ayudar en todo lo que sea posible. Cuando los trabajadores crearon estas defensas antitanques fuimos a buscarlas a la fábrica. Y la pusimos en la plaza porque queremos defender la ciudad”, dice.

Sigue trabajando. El camión queda vacío de cargamento y se va de la zona. Poco a poco empieza a oscurecer en Kiev. En el 2014 esta misma plaza fue escenario de las protestas populares contra Víktor Yanukóvich, a quien todos acá llaman “el títere de Putin”, y luego de la masacre y destrucción ordenadas por el mismo hombre. En ese entonces, me dice Viroslav, la sociedad estaba dividida, hubo mucha destrucción y no todos querían lo mismo, aunque nadie quería a Yanukóvich. Hoy en cambio, dice, la Plaza de la Independencia significa una sola cosa para todos: el lugar donde van a defender a su patria, el lugar donde nadie duda de que Ucrania debe ser un país libre.

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