El Comisionado para el Monitoreo y Combate del Antisemitismo de la Organización de Estados Americanos, el brasileño Fernando Lottenberg, estuvo alrededor de 35 horas en Buenos Aires. El flamante funcionario, que asumió su cargo el 5 de octubre, hizo su primera gira oficial al cono sur: estuvo en Chile y Argentina. Aquí tuvo una apretada agenda: se reunió con autoridades de la DAIA, la AMIA, el Congreso Judío Latinoamericano, la Cancillería y el INADI. Y brindó, antes de partir, una entrevista exclusiva a Infobae.
El paulista -un prestigioso abogado constitucionalista-, es considerado en su país como uno de los dirigentes más comprometidos con la defensa de los Derechos Humanos, y fue presidente de la Confederación Israelita de Brasil (CONIB) entre 2015 y 2020, y miembro del Board of Trustees del Instituto de Asuntos Latinoamericanos y Latinos del American Jewish Comittee.
-Su cargo en la OEA es nuevo, sólo existía en la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá. ¿Con qué expectativas asumió y cuáles son sus desafíos?
-Estoy animado, sé que el desafío no es fácil porque es algo que recién empezamos a construir. Una función como esta va a necesitar de una estructura, de un staff… Yo creo que el principal desafío, inicialmente, es explicar lo que estamos haciendo en estos días a los países que son miembros de la OEA y las comunidades judías de la región, la necesidad de llevar adelante este combate de una manera concreta, concertada, regional e internacional. Así como la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá, el Secretario General de la OEA (Luis Almagro) sintió que era el momento de ver al antisemitismo no como un fenómeno que pasa en el vacío o que es perpetrado por extraterrestres, sino que es un fenómeno social. Y como tal, puede constituir una amenaza para la Democracia en la región.
-¿Cuáles fueron sus primeros pasos?
-En primer lugar, explicar la función en la prensa, como hago con ustedes. Estuve en Brasil, Chile y Estados Unidos. Participé en el Foro de Malmö, Suecia, hace un mes. Estuve en Moscú para el 3er Congreso contra la Discriminación y la Xenofobia e hice otras actividades donde explicamos cómo vamos a trabajar en coordinación con otros comisionados.
-¿Por qué cree que en el Siglo XXI, y luego de haber pasado por experiencias trágicas como el Holocausto, todavía hay que monitorear y luchar contra el antisemitismo?
-Infelizmente, aunque hayamos pasado por eso, algo que está marcado como una tragedia casi inigualable en términos de víctimas que es el Holocausto, siguen las manifestaciones. Por cierto no de la misma dimensión, pero con otras vertientes en varios lugares del mundo. Decía el fallecido rabino Jonathan Sacks que el antisemitismo es como un virus. Tuvo una vertiente religiosa inicialmente, cuando acusaban a los judíos de haber matado a Jesús, por lo tanto las generaciones siguientes cargaron con esta culpa. Esto cesó con el Concilio Vaticano II, hace 56 años. Tomó una característica racial con el nazismo. Y hoy en día tiene un carácter político. No acusan a los judíos, pero acusan al Estado de Israel como un centro del mal en el mundo. Hacen una demonización, no una crítica política, que sería legítima, porque a uno puede no gustarle la actitud de un gobierno A, B o C. Pero se toma a todo un país como si fuera el centro del mal en el mundo. Y esa vertiente política es uno de los más importantes componentes del antisemitismo contemporáneo.
-Pero es sólo una de las nuevas formas que adquiere hoy…
-Si, es verdad. Esta viene más por el lado de una crítica política. Al mismo tiempo vemos un reciclaje del antisemitismo más tradicional, que viene de la derecha, y hablamos del nazismo, de los supremacistas blancos en los Estados Unidos, como la reedición del Ku Klux Klan. Vimos en Charlottesville como caminaban con las antorchas, decían que los judíos no iban a reemplazarlos, tienen la teoría de la sustitución. Es un poco loco, pero está presente. Y actitudes concretas como ataques contra sinagogas y la gente que las frecuenta, como vimos en Pittsburgh o en Poway. Y es en nuestro continente, no en Europa ni Oriente Medio. Infelizmente, el antisemitismo sigue entre nosotros y hay que darle combate.
-Unos días atrás, acá en Buenos Aires, extremistas anti vacunas encerraron a periodistas en una radio y no los dejaron salir, al mismo tiempo que les decían consignas antisemitas. ¿Cree que los movimientos antivacunas y el antisemitismo tienen relación?
-¡Totalmente, totalmente! Una mirada es que hay un reciclaje de antiguos mitos antisemitas. Por ejemplo, decían que en la Edad Media los judíos envenenaban los pozos para contaminar a la gente con la Peste Negra. Hoy dicen ‘bueno, los judíos puede que estén ganando algo con esta cosa del COVID’. Hoy estuve con dos investigadores de la Universidad de Buenos Aires (Nota: en realidad eran de la UNSAM), que hicieron un trabajo que arrojó como resultado que casi un 40% de argentinos acreditan que esto puede ser verdad. Hicieron un recorte por edad y por regiones, y lo más triste de todo esto es que las tasas más elevadas están entre los jóvenes. Así que sí hay relación. Vemos un movimiento que clama por una especie de libertad antivacuna, los anti vaxxers, y no sé de qué libertad están hablando. Llegaron a una cosa escandalosa, como usar estrellas amarillas como si fueran las nuevas víctimas de las vacunas. Esto es algo completamente increíble, pero si está presente y hay una conexión.
-¿Hay un resurgimiento del antisemitismo?
-No se definir si es un resurgir o siempre está ahí y en algunas oportunidades se manifiesta. Sobre las vacunas ya hablamos. En términos políticos, este año 2021 hubo un conflicto entre Israel y Gaza. Y sí, es complejo, tiene sus cuestiones que exceden esta charla. Pero ese conflicto tuvo consecuencias para los judíos en los países donde viven. Hay una suerte de responsabilización colectiva del pueblo judío por lo que decide el gobierno de Israel. Y no tiene conexión directa. Vimos en San Pablo, Nueva York y Caracas manifestaciones que mostraban a la estrella de David igual a una esvástica, o que Israel es el nuevo nazismo. No se si estaba dormido y resurgió o si estaba ahí esperando una oportunidad de asomar el rostro.
-A veces, ciertas manifestaciones se dejan pasar, se minimizan o se dicen que son “chistes”. ¿Qué riesgo tiene restarles importancia?
-El de la normalización y la distorsión. Es como hacen con el Holocausto. Hoy en día, la negación del Holocausto no es tan importante como fue antes. Es algo universalmente aceptado que pasó, que tuvo las dimensiones que tuvo, pero la distorsión está muy presente: “No es exactamente así”, “tal vez no hayan sido tantos”, “y… los alemanes también sufrieron”, este tipo de cosas. Cuando hay manifestaciones antisemitas pasa lo mismo: “yo estaba bromeando”, “tengo muchos amigos judíos”, “no soy antisemita”, esto dicho porque, claro, socialmente no se acepta más que alguien lo sea. Felizmente, Argentina y la OEA adoptaron las definiciones que sobre este tema hace la IHRA (la sigla en inglés de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto) -y estamos trabajando para que lo hagan otros países del continente-, para que se puedan identificar las expresiones antisemitas.
-Lo que usted describe muestra que parte de la sociedad no aprendió las lecciones dolorosas de la historia. ¿Hace falta explicar más qué fue el Holocausto, el genocidio de seis millones de judíos?
-Con certeza sí. Creo que a medida que el tiempo pasa y que los sobrevivientes van dejando de estar entre nosotros, esto está más lejano, más distante para la gente. Parece que se perdió un poco la capacidad de corporizar el mal absoluto que era el nazismo, la industria de la muerte y el genocidio. Hoy estuve en la Cancillería Argentina con la directora de Derechos Humanos, Cecilia Meirovich, y me contó la iniciativa de una colega del ministerio de Educación para enseñar esto a las nuevas generaciones, así como la capacitación de los profesores. Esto se hace en países como Brasil también.
-¿Cree que hay herramientas realmente eficaces para detener el antisemitismo en Internet, en las redes sociales como Twitter?
-Es la pregunta del día. Todo el mundo está buscando una alternativa. No se puede más tener a las redes como a una tierra de nadie, como si no tuvieran dueño. Porque, por ejemplo, un periodista de Infobae va a tener un editor que mire las cosas que son publicadas. En las redes no hay editor, no hay mediación. Yo creo que la solución va a estar en una combinación entre autorregulación de las redes, que están haciendo muy despacio reglas de moderación, con una legislación pública de regulación Estatal. Esto no significa censura, pero no se puede decir cualquier cosa sin ninguna consecuencia.
-Argentina sufrió dos ataques terroristas, en la embajada de Israel y en la AMIA. No hubo justicia ni se encontró a los culpables en ninguno de los dos casos. Esa impunidad también contribuye a que el antisemitismo surja…
-Yo creo que ha sido una frustración muy grande, principalmente para las víctimas, sus familias y los sobrevivientes que no vean que se hace justicia. Es una mala señal, negativa, deja parecer que está permitido hacer cosas como estas. Yo he venido a Buenos Aires algunas veces el 18 de julio para estar con la gente y participar en las manifestaciones. Hay que seguir buscando, aún tantos años después. Y si no llega, vamos a seguir buscando a los culpables, aunque ya sabemos quiénes son, pidiendo justicia y memoria por la gente que estaba ahí y fueron muertos porque eran judíos, y por los que no lo eran, que trabajaban en la AMIA o pasaban por ahí.
-¿Qué posición tiene acerca de la muerte del fiscal Nisman, que investigaba el atentado a la AMIA?
-No tengo, no me atrevería a darla porque no conozco todos los detalles. He leído, he visto documentales, y es raro que el día que una persona va a hacer una denuncia aparezca muerta, aunque no sería responsable de mi parte aventurar hipótesis.
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