“El discurso de odio no es libertad de expresión. Y no existe genocidio en la historia que no haya comenzado con discurso de odio. Cuando el discurso de odio y la discriminación son aceptados como normales, se acepta la violencia”.
Estas palabras de Ariel Gelblung, abogado y director del Centro Simon Wiesenthal para América Latina, se dieron en el marco del diálogo “Hermandad para todos, odio para nadie”, en el que compartió ideas con Imán Marwan Gill, teólogo islámico y presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadia de Argentina.
Este encuentro fue organizado por Roberto Malkassian, coordinador de la Cátedra Libre sobre Holocausto, Genocidios y Lucha contra la Discriminación de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Tengamos fe o no en que existe cierto tipo de representación de la divinidad, lo que sí tenemos es una identidad que nos ha formado hace generaciones y que no podemos ignorar”, comienza Malkassian. “Muchas veces en la historia, pertenecer a estas comunidades ha traído grandes desastres, ha traído odio y del odio hemos empezado a ver al otro como alguien diferente y discriminar. Detrás de cada genocidio hay una discriminación que lleva a hechos aberrantes. Si no reconocemos al otro como un igual, un hermano, no vamos a poder convivir en paz”.
“En los últimos 200, 300 años de la humanidad, empieza a existir la idea de pensamiento libre, que implica que verdaderamente nos enriquecemos de la persona que tenemos al lado, independientemente de sus creencias”, agrega Gelblung.
Y coincide Gill: “Hay que destacar los puntos en común, buscar las similitudes y dejar las diferencias de lado. Hay que focalizarse en el valor y el respeto para la dignidad del ser humano. El corán anuncia que quien mata a una vida humana es como si hubiera matado a toda la humanidad. También que quien salva una vida, es como si hubiera salvado a toda la humanidad”.
Gelblung, quien participó de la extradicion del criminal de guerra Ustacha Dinko Šakić y el juicio del productor de videos nazi Walhalla, contó que el Imán pertenece a una comunidad que es segregada por otros hermanos islámicos.
La Comunidad Musulmana Ahmadía que preside el Imán Gill es una organización islámica pionera en rechazar categóricamente el terrorismo. Su lema es: “Amor para todos. Odio para nadie”. Fundada en la India en 1889, ha promovido continuamente la paz y las sociedades inclusivas, y defiende la separación del estado y la religión.
A pesar de ser una comunidad perseguida en numerosos países de mayoría musulmana, la Comunidad Musulmana Ahmadía continúa defendiendo los derechos humanos universales para todas las minorías religiosas. Además, promueve en gran medida la igualdad de derechos, educación y empoderamiento de las mujeres.
“Cuando nosotros levantamos la voz contra la islamofobia, también tenemos la misma responsabilidad de levantar la voz contra el antisemitismo y otras religiones”, aseguró el Iman. “Rechazamos la violencia, el odio y la persecución. Nosotros mismos somos víctimas de persecución. Si permitimos hoy difundir el odio contra un sector, el día de mañana va a pasar con nosotros”.
Según el teólogo islámico, los terroristas usurpan el nombre del islam para seguir su propia agenda. “Cuando escuchamos de terroristas que atacan iglesias o templos, no lo hacen inspirados por el islam, sino por ignorar las enseñanzas del islam. Hay personas que cultivan el odio (como Al-Qaeda), y cualquier persona que se opone contra su ideología es un enemigo”.
Puso como ejemplo a los talibanes, que según el Imán no es un movimiento religioso, sino geopolítico: “Primero su enemigo eran los soviéticos, después Estados Unidos. Ellos afirman ser musulmanes y se basan en la sharia. El problema principal es que la gente no va a estudiar la fuente de su religión. Lo que ellos hacen es seguir ciegamente al líder talibán, que sigue su propio interés. Si él dice que la mujer no tiene que ir a la escuela o la universidad, el líder dice que Dios lo dice, lo que es algo muy poderoso y peligroso, y la gente común lo sigue porque no investiga a fondo. Y quien no apoya es su enemigo. Es lo que hacen con nosotros, somos musulmanes pero nos consideran enemigos”.
En ese sentido, Gelblung citó la paradoja de tolerancia, que fue descrita por el filósofo austríaco Karl Popper en 1945. “¿Tenemos que tolerar a los intolerantes? Porque si los toleramos y les damos las mismas libertades, cuando estén en el poder no van a hacer lo mismo con nosotros”.
El Centro Simón Wiesenthal, que encabeza en Latinoamérica, es un organismo internacional de derechos humanos fundado en 1977 que, continuando el legado de quien fuera llamado “Cazador de Nazis”, aplica las lecciones del Holocausto para el fortalecimiento de las democracias, trabaja para la convivencia en la diversidad y confronta el racismo, la discriminación, la xenofobia, el antisemitismo y el terrorismo.
Al finalizar la charla, ambos oradores y el coordinador coincidieron en que lo importante no es ponerse de acuerdo con todas las doctrinas religiosas (más allá de que en el fondo hay muchas semejanzas), sino abrazar las similitudes y decidir cómo actuar ante las diferencias.
“Hay que pasar a la acción y no quedarnos solo con la palabra. Y hacia allí es donde va parte de nuestro trabajo, con la ley en la mano”, dice Gelblung. “Hay que generar consensos para generar alianzas”.
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