Sin imaginárselo y tal vez sin habérselo propuesto, Gidon Lev se convirtió en poco tiempo no sólo en el autor de “Las verdaderas aventuras de Gidon Lev: Pícaro. Superviviente del Holocausto. Optimista” -el libro en el que detalla cómo sobrevivió a un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial- sino además en un referente para miles de jóvenes alrededor del mundo. Fue para poder acercarse a ese público que creó -por consejo de su pareja y editora, Julie Gray- una cuenta de Tik-Tok. En ella narra sus vivencias y padecimientos utilizando los formatos ofrecidos por esta popular plataforma.
En poco tiempo los videos de este hombre de 86 años se viralizaron y hoy es una figura muy reconocida en la app. “El ambiente que se respira en el mundo ahora mismo, con tanta intolerancia y actitudes nacionalistas de derecha, nos hizo ver que Gidon tenía un mensaje realmente importante y relevante, y que tenía que llegar a los jóvenes”, dice Gray en diálogo con Infobae.
Así, casi sin quererlo, logró una comunicación con las nuevas generaciones a las que pudo aproximarse con mensajes más actuales. Ahora, el foco de su contenido viral está puesto además en refutar las teorías conspirativas de los antivacunas y las comparaciones que se multiplican en las redes sociales entre las medidas adoptadas por los gobiernos para contener la pandemia del coronavirus y el horror del régimen nazi. A través de la plataforma llegó a millones de personas y formó una comunidad de seguidores que apoyan y replican sus mensajes.
“No hay ninguna justificación para comparar el hecho de llevar una máscara o vacunarse para no enfermarse o contagiar a otras personas con el hecho de tener que llevar una estrella para identificarse como un “sub ser humano”, para que te condenen al ostracismo, te excluyan de la sociedad, te encierren y, finalmente, no sólo te encierren sino que te maten de a miles e incluso millones”, afirmo Gidon al ser consultado acerca de estas comparaciones que abundan entre los usuarios de las redes.
En 1941, cuando solo tenía 10 años, Gidon Lev fue trasladado junto a su madre al campo de concentración Theresienstadt. Allí permaneció hasta el final de la guerra, cuando los nazis fueron derrotados y los campos liberados por las fuerzas aliadas. De los 15 mil niños que pasaron por Theresienstadt, solo 92 sobrevivieron. Su padre fue asesinado en Auschwitz y otros 25 familiares suyos murieron en ese y otros campos. Solo sobrevivieron él y su madre.
Luego de la guerra, Gidon se mudó primero a Estados Unidos y luego a Canadá, pero en 1959 se asentó definitivamente en Israel. Allí se casó dos veces y tuvo 6 hijos, 15 nietos y 2 bisnietos.
Si bien nunca se había detenido a pensar demasiado en su pasado en el campo de concentración, cuando enviudó de su segunda esposa hace 10 años y el tiempo libre lo aquejaba, comenzó a pensar seriamente en la idea de escribir un libro contando sus vivencias. “Cada vez que contaba mis historias, la gente me decía que debería ponerlo todo en un libro”. Fue así que se lanzó a hacerlo.
“Tardé unos 20 o 25 años en empezar a pensar en las cosas que había pasado en el campo de concentración. En esa época me concentraba sobre todo en mi existencia, mi vida, mi familia y la crianza de mis hijos”, cuenta Gidon. “Cuando mi esposa murió hace diez años, tuve mucho tiempo y pensé ‘sabes, tengo muchas cosas de las que hablar, no sólo del campo de concentración sino también de mi vida en Israel’. Y me senté y escribí.”, agrega.
Luego de terminar de escribir el primer manuscrito, cercano a lo que sería la versión final del libro, comenzó su búsqueda para encontrar quien le editara y publicara el libro. Así fue que conoció a Julie Gray. Gray, escritora y editora, aceptó trabajar con él y comenzó una su propia búsqueda para conseguir editoriales. En el camino, la relación escritor-editora se convirtió en algo más y rápidamente, a pesar de los 30 años de edad que los separan, se volvieron pareja. Ahora, luego de 4 años de relación, se los ve felices y dependientes el uno del otro.
Extrañamente, siempre recibía rechazos de las editoriales que le decían que escribir sobre el Holocausto era “muy deprimente”. Finalmente, la decisión fue publicar de forma independiente. Entonces surgió una nueva barrera: comenzar a pensar estrategias de venta. Por este motivo, y también para hacer llegar el mensaje del libro y de los horrores cometidos por el nazismo a los más jóvenes, decidieron crearse una cuenta de Tik-Tok y hablar de esos temas allí. Su contenido está principalmente dirigido a quienes comparten y sostienen discursos de odio, teorías conspirativas y mensajes antivacunas. Desde su lugar, intenta educar a quienes, por su lejanía, no conocen la atroz realidad que vivió Gidon y su pueblo en las décadas de 1930 y 1940.
Rápidamente, el perfil comenzó a crecer en seguidores y audiencia y a tener cada vez más visualizaciones y reproducciones. De esta forma, la historia de Gidon comenzó a tomar cada vez más relevancia y conocimiento y las ventas del libro aumentaron enormemente, llegando a venderse copias por todo el mundo.
Ahora, en diálogo con Infobae, cuenta lo que fue su vida en el campo de concentración, su pensamiento acerca de la creciente relativización del Holocausto y su opinión acerca de las constantes comparaciones entre las medidas adoptadas por los gobiernos para contener el COVID-19 y el régimen alemán que terminó con gran parte de su familia y millones de judíos.
- Sé que era bastante joven pero, ¿qué puede contarme de su vida antes de los 6 años?
- Bueno, recuerdo varias cosas. Pero hay que tener en cuenta que aún no tenía ni 6 años. Pero, por ejemplo, cuando vivía en Checoslovaquia, en la parte que controlaban los alemanes en 1938, mi padre y mi abuelo se quejaban de que no podían ganarse la vida porque los judíos estaban totalmente condenados al ostracismo y nadie les compraba ni vendía. También recuerdo que en 1938, una noche nos subimos a un tren con maletas, y yo tenía un triciclo que me habían regalado por mi tercer cumpleaños y que por supuesto quería llevarlo conmigo. Y mi padre y mi madre no me permitieron llevarlo porque teníamos demasiadas maletas. Y esto era en medio de la noche, y mi abuelo y mi abuela estaban con nosotros también, y mi abuelo quiso defenderme. Decía “oh, que se lo lleve, que se lo lleve”. Tenía un hermoso triciclo rojo con manubrio negro, y lloré e hice todo un berrinche, pero no me dejaron llevarlo, y eso lo recuerdo muy claramente. Luego, cuando llegamos a Praga, sólo recuerdo que teníamos que subir tres pisos de escaleras para llegar a nuestro apartamento, que estaba en algún lugar de Praga cerca del centro.
- ¿Y de sus primeros años en Theresienstadt?
- Bueno, en primer lugar recuerdo que en 1941 los alemanes empezaron a montar un campo en Checoslovaquia, justo al norte de Praga, y pidieron voluntarios para ir a construirlo. Y mi padre y mi abuelo se ofrecieron como voluntarios porque los alemanes prometieron que quien ayudara a montar el campo, sus familias irían al mismo. Y esto fue más o menos cierto, excepto que pasaron dos o tres semanas después de que llegamos al campo hasta que realmente vi a mi padre, y no lo vi cara a cara. Vi cómo lo hacían marchar por la calle de Theresienstadt para enviarlo a trabajar. Y ni siquiera se le permitía mirar hacia las ventanas. Estábamos en unas barracas militares que tenían barrotes en las ventanas, y recuerdo haber gritado “¡Papi, papi, papi!” y no podía mirar porque los alemanes no permitían que los hombres miraran hacia arriba y si lo hacían los golpeaban o les pegaban en la cabeza con los rifles. Eso lo recuerdo. También recuerdo la caminata al campo. Mi padre y mi abuelo fueron dos semanas antes de que nos llamaran a mi madre y a mí, y recuerdo haber caminado hasta el campo porque no había estación de tren en Theresienstadt, y era invierno, el 14 de diciembre, o algo así. Y yo llevaba una maleta y una mochila y mi madre llevaba un par de maletas, y yo apenas podía caminar y un hombre amable que caminaba a mi lado me ayudó con mi maleta.
- ¿Le fue difícil escribir el libro y volver a visitar esos recuerdos? ¿O fue, en cierto modo, un alivio?
- Muy buena pregunta. Verá, tardé unos 20 o 25 años en empezar a pensar en las cosas que había pasado en el campo de concentración. En esa época me concentraba sobre todo en mi existencia, mi vida, mi familia y la crianza de mis hijos. Y el Holocausto no era un tema importante en mis conversaciones o pensamientos, en absoluto. Sólo en los últimos años empecé a pensar un poco más en ello, a hablar de ello, y me empezaron a invitar a escuelas aquí en Israel para hablar de mis experiencias. Y luego, cuando mi esposa murió hace diez años, tuve mucho tiempo y pensé “sabes, tengo muchas cosas de las que hablar, no sólo del campo de concentración sino también de mi vida en Israel”. Y me senté y escribí. Y después de escribirlo necesitaba un editor o editora, y así fue como encontré a Julie, que es editora y escritora. Al principio se resistió a aceptarlo, pero luego se convenció de que valía la pena contar esta historia. Y salió un libro que se lee ahora en casi todo el mundo y esperamos poder traducirlo a otros idiomas.
- Empezó haciendo Tik-Toks para dar a conocer su libro, pero ¿acabó encontrando algo más? ¿Qué le da el apoyo de sus jóvenes fans?
Julie Gray: Publicamos el libro hace un año, y mucha gente lo ha comprado. Hemos vendido miles de ejemplares. Pero el ambiente que se respira en el mundo ahora mismo, con tanta intolerancia y actitudes nacionalistas de derecha, nos hizo ver que Gidon tenía un mensaje realmente importante y relevante, y que tenía que llegar a los jóvenes. Así que sabíamos que Tik-Tok es una plataforma para gente mucho más joven y a ellos queríamos dirigirnos. Mucha gente que compraba y leía nuestro libro conocía el Holocausto o se preocupaba por el tema, pero nosotros queríamos ponerlo delante de gente que no lo conociera. Así que decidimos ir a Tik-Tok para difundir ese mensaje, ya que pensamos que la realidad del mundo ahora mismo hace que esto fuera realmente importante. El aumento de los ataques antisemitas en Europa y en los Estados Unidos, no sé cómo es la situación en Sudamérica, pero el aumento de los ataques antisemitas en todo el mundo es realmente impactante. El aumento de los negadores del Holocausto y gente así. Así que sentimos que no teníamos otra opción, realmente necesitábamos llegar a más gente.
Gidon: Sí, y lo estamos haciendo. Y el mensaje del libro no es sólo un mensaje del Holocausto. Es también toda mi existencia como ser humano y mi creencia, a pesar de todo, en la humanidad. Y me resulta muy gratificante poder hablar con la gente, responder a sus preguntas, y decir “no se tiene la vida que se quiere, se tiene la vida que te toca”. La consigues y luego tienes que lidiar con ella. Y ese es mi mensaje para la gente, que a pesar del sufrimiento se puede tener esperanza.
- Y, en relación a lo que ha dicho Julie, ¿por qué cree que el consenso en torno al horror que significó el Holocausto empezó a romperse en algunas partes del mundo?
Gidon: Bueno, en primer lugar la ignorancia es una realidad terrible en todo el mundo. Sabemos tan poco sobre tantas cosas que a veces es espantoso. Y el hecho de que el Holocausto fuera algo tan terrible, tan cruel, y tan masivo y metódicamente organizado por los nazis, lo hace casi increíble. Y Hitler, o tal vez Goebbels, no estoy seguro, dijo “cuanto más grande es la mentira, más gente la cree”. Y eso significa que cuando la mentira es tan grande, es casi increíble que no pueda ser verdad. Y esa es la forma en que funcionaban.
Quiero contarte algo. Mucha gente en Tik Tok me ha preguntado “¿cómo es que no se defendieron? ¿Cómo es que fueron como ovejas al matadero?” ¡Porque no lo sabíamos! Los alemanes utilizaron técnicas psicológicas muy inteligentes, y el pueblo judío fue deshumanizado desde un principio. Etapa por etapa. Cuando yo vivía en Praga en 1940/41, todos los días los alemanes salían con una nueva restricción: “Los judíos no pueden salir de su casa después de las 8 de la tarde” “Los judíos tienen que llevar la estrella de David” “Los judíos no pueden sentarse en la parte delantera de un auto en la calle” “Los judíos no pueden tener un negocio” “Los judíos no pueden tener una cuenta bancaria” “Los judíos tienen que entregar sus cámaras, máquinas de escribir y radios”. Fue un proceso lento pero seguro. Y al llegar al campo te quedabas sin poder y sin ninguna posibilidad. Y la esperanza de poder sobrevivir de alguna manera hacía que la gente siguiera siempre el mismo camino. Y el camino hacia las cámaras de gas era, para la gente que era llevada, totalmente desconocido. Totalmente desconocido. ¡Creían que iban a las duchas! Les quitaban la ropa, los afeitaban y esperaban estar limpios al fin después de tanto tiempo. No se imaginaban que estaban entrando a una cámara de gas.
Julie: Sólo quiero añadir algo aquí acerca de por qué esto está sucediendo de nuevo. Creo que es muy importante tener en cuenta que el antisemitismo no se detuvo después del Holocausto. Los nazis fueron derrotados, pero el antisemitismo existía mucho antes de que ellos llegaran, y sigue existiendo hoy en día. Mucha gente piensa que tras el final de la segunda guerra mundial, el antisemitismo se acabó. Eso es un mito, no es cierto. Ha vuelto, pero nunca ha desaparecido. Y también creo que las redes sociales juegan un papel importante en el tipo de ideas conspirativas, paranoicas y odiosas que tiene mucha gente. Porque creo que la humanidad está bajo mucho estrés ahora mismo, con la política en todo el mundo, la pandemia, y el cambio climático. Siempre que los seres humanos están sometidos a mucho estrés, es cuando sale lo peor de nosotros. Así que no sólo hay antisemitismo, sino también odio hacia la comunidad LGBTQ o los afroamericanos en Estados Unidos, entre otros. Creo que todos estamos en un momento de mucha tensión en este momento y todo está saliendo a flote. Así que Gidon y yo esperamos ser, entre otras muchas personas, las que utilicen las redes sociales y la tecnología para intentar transmitir el otro mensaje, para hacerlos retroceder.
- ¿Cree que la combinación de factores que acaban de nombrar podrían permitir que se repita algo como el Holocausto?
- No lo creo, y por varias razones. En primer lugar, hoy la comunicación y la tecnología están tan desarrolladas que ya no se puede, o se dificulta, hacer cosas ocultas. Sabemos más de lo que pasa en el mundo, de lo que ocurre en lugares lejanos y en pequeños rincones del mundo. Y no creo que pueda volver a ocurrir de la misma manera extrema, cruel y bestial que tuvo lugar. Se necesitó una clase especial de personas para pensar y desarrollar un sistema, técnicas, habilidades y todo esto con una exactitud increíble para matar a 6 millones de personas de la forma en que lo hicieron. Y no sólo 6 millones de personas porque sabemos que también murieron 20 millones más.
- ¿Qué le diría a la gente que relativiza el Holocausto y compara las campañas de vacunación y las normas de uso de mascarillas con el régimen nazi?
- ¡Menos mal que me lo pregunta! Estoy totalmente convencido de que no hay ninguna justificación para comparar el hecho de llevar una máscara o vacunarse para no enfermarse o contagiar a otras personas con el hecho de tener que llevar una estrella para identificarse como un “sub ser humano”, para que te condenen al ostracismo, te excluyan de la sociedad, te encierren y, finalmente, no sólo te encierren sino que te maten de a miles e incluso millones. Creo que la gente debería vacunarse una, dos o tres veces y mantenernos sanos a nosotros mismos y al resto de la población.
- Y en ese sentido, ¿cómo pasó este último año y medio? ¿Cómo logró mantenerse sano y evitar contagiarse de Covid?
Gidon: En primer lugar, por suerte, estamos sanos. Nos vacunamos muy pronto, porque empezaron con la población de más edad primero. Y luego, al mes, nos vacunamos con la segunda dosis. Y ahora, hace dos o tres semanas recibimos la vacuna de refuerzo.
Julie: Además, nos mantuvimos sanos emocionalmente haciendo pequeños vídeos de nosotros bailando y haciendo cosas totalmente estúpidas y publicándolos en youtube. Y vivimos al lado de un parque muy grande, así que salíamos todos los días a pasear y a mirar las flores. También descubrimos una mesa de ping-pong en nuestro barrio, así que también jugamos al ping-pong, todo ello a menos de 100 metros de nuestra casa. Así que nos mantuvimos cuerdos con nuestra ayuda mutua, siendo juguetones, nos lavamos mucho las manos y obedecimos todas las reglas del encierro. Y lo conseguimos.
Gidon: Sí, lo conseguimos, ¡y no nos sentimos prisioneros! Ja, ja. En absoluto, en ningún momento me he sentido prisionero. Y quiero seguir sano, quiero seguir por aquí un tiempo más. Incluso a los 86 años.