Días después de concretada la toma de Kabul por parte de los talibanes, un grupo de ex muyahidines y de comandos afganos decidieron organizar la resistencia del último territorio que no está bajo control talibán: el Valle de Panjshir.
Su líder, Ahmad Massoud, es el hijo del legendario comandante muyahidín Ahmad Shah Massoud. Veinte años después de su muerte, su descendiente tomó la posta en su lucha contra el Talibán y hoy comanda el único foco de resistencia activo en el país. Sin embargo, sus chances de concretar la victoria parecen ser escasas. Si bien el lugar en el que están ubicados tiene ciertas ventajas estratégicas, la realidad es que están completamente rodeados por los fundamentalistas islámicos y, al no recibir ayuda exterior, los suministros con los que cuentan se están acabando rápidamente.
A día de hoy la resistencia se apoya en dos elementos que ya se convirtieron en símbolos para mantener esperanzas: el Valle de Panjshir, que tiene una rica historia en términos de resistencia a invasores, y el apellido Massoud en el nombre de su joven líder.
Voceros del grupo afirman que, si bien cuentan con una buena cantidad de armas y materiales bélicos, incluidos helicópteros estadounidenses, necesitan aumentar su stock si pretenden vencer al grupo talibán que, hoy, los aventaja considerablemente en este sentido.
El padre de Massoud participó en la defensa contra las invasiones soviéticas en la década de los 80 y encabezó el golpe de Estado que derrocó al régimen comunista en 1992. Por este motivo fue nombrado Ministro de Defensa del nuevo gobierno formado en aquel entonces. En 1996, cuando los talibanes tomaron el poder y sitiaron Kabul, tuvo que refugiarse en el Valle de Panjshir. Desde allí combatió al nuevo régimen durante cinco años.
El 9 de septiembre de 2001, dos días antes del atentado contra las torres gemelas, fue asesinado por miembros de Al Qaeda como “regalo” del grupo terrorista a los talibanes por haberlos acogido en su país.
Sin embargo, la resistencia de finales de siglo contaba con una ventaja significativa que hoy no existe: la entrada de suministros a través de la frontera con Tajikistán, lo que les permitió rearmarse constantemente. Los talibanes de hoy, habiendo aprendido su lección, han sitiado completamente el Valle de Panjshir y cortaron todos sus contactos con las fronteras y líneas de suministros.
Si bien Massoud -el heredero- no cuenta con la experiencia militar de su padre, está convencido de que, junto a su grupo, pueden hacerle frente al ejército Talibán. Sus demandas tienen que ver con la creación de un gobierno inclusivo y representativo en Afganistán, en el que se aseguren los derechos humanos de todos los habitantes del país, incluidas las mujeres, y que garantice un piso de justicia social.
No obstante, las chances de que la organización logre sus objetivos y salga victorioso son escasas. Un ex funcionario del recientemente derrocado gobierno de Afganistán, que prefirió mantener el anonimato dada la sensibilidad del asunto, dijo en declaraciones al diario The New York Times: “No creo que la resistencia dure mucho sin ayuda internacional. Creo que los talibanes los aplastarán en los próximos meses”, agregó.
En este aspecto recae la principal diferencia entre padre e hijo y sus respectivos movimientos: Massoud padre contó con cierto apoyo de vecinos regionales como Rusia, India, Irán y Tayikistán.
De todas formas, hay motivos para ser algo optimistas. Principalmente, como afirmó Martin Bek, ex miembro del gobierno afgano que se encargó de las negociaciones con el Talibán, “Si comienzan a luchar contra el Talibán, puede que se vuelvan una esperanza para toda la nación”, envalentonado a la oposición y generando una ola de resistencia.
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