Si para ser princesa se necesita un nombre largo, ella lo tiene. La bautizaron como Vittoria Cristina Chiara Adelaide María de Saboya. Si para ser princesa se precisa nacer en una familia royal, ella lo cumple. Es la primera de las hijas del príncipe Manuel Filiberto de Saboya, príncipe de Venecia, y de su esposa, la actriz francesa Clotilde Coureau, además es bisnieta del rey Umberto II. La muchacha posee nombre, abolengo pero le falta un detalle. Para ser princesa se necesita un reino y eso su familia lo tuvo, pero la muchacha, no lo tiene.
Vittoria es miembro de la Casa de Saboya. Si hubiera nacido hace cien años sería reina, pero nació en 2003 en Ginebra. El lugar de nacimiento no sería un problema para reinar. Juan Carlos de Borbón abrió los ojos por primera vez en Roma, algo que no impidió su destino de monarca español. El problema de Vittoria no es la nacionalidad sino la nación que quiere reinar, Italia, país que derrocó la monarquía en 1946 y desde 1948 no reconoce los títulos nobiliarios ni les otorga ninguna importancia institucional, política, ni siquiera protocolar o de mero adorno a los royals. Eso sí, flexibilizó el ingreso de los miembros de la Casa de Saboya, hasta hace uno años no se les permitía asomar las narices y mucho menos reclamar sus derechos monárquicos en esas tierras. Los italianos hace 75 años que son miembros de una república y no es cuestión de andar volviendo a ser un reino por más princesa glamorosa que lo reclame.
La posibilidad que Vittoria se convierta en reina de Italia es casi imposible. Se lo confirman los libros de historia. Los Saboya están excluidos del poder desde que Víctor Manuel III abdicó en 1946 y su hijo, Humberto II, duró en el trono menos de un mes. Lo conocen como “el rey de mayo”, porque el 2 de junio de 1946 los italianos votaron en un referéndum a favor de la república. La familia marchó al exilio y el último monarca se refugió primero en Cascais (Portugal) y después en Ginebra, donde murió en 1983. Jamás pudo volver a su patria ya que la Constitución se lo prohibía. Al morir pidió ser enterrado con el sello real de los Saboya, un gesto con el que mostró que consideraba que con él se terminaba la dinastía de monarcas italianos. Humberto fue padre de cuatro hijos, las tres Marías: María Pía, María Gabriela y María Beatriz y un varón, Víctor Manuel. A este último le hubiera correspondido el trabajo de reinar, pero con su padre depuesto y ninguna reina casadera lo que consiguió fue ser gerente de una inmobiliaria suiza. Al menos y gracias a la mediación del papa Juan Pablo II logró volver a Italia. Víctor fue padre de Manuel Filiberto que nació en Suiza. Casado con una actriz tuvo a Vittoria y a Luisa y lo que no parecía un problema lo fue. Es que por la ley sálica solo los varones eran herederos del trono.
La telenovela de los reyes sin reino siguió. Al haber tenido dos hijas mujeres se pensaba que la dinastía Saboya y los pedidos de reinar en un reino inexistente se extinguirían. Pero no. Apareció Amadeo de Saboya, jefe de la casa ducal de los Aosta reclamando la corona. A esta altura dan ganas de explicarles: “muchachos paren, los reyes de Italia son como los reyes Magos, no existen”. Pero estas familias se tomaron todo muy en serio. Así que cuando Vittoria cumplió 16 años lo que recibió no fue un bonito collar, un mini auto o un viaje a Disney. Nada de eso. La Casa de Saboya anunció que se abolía la ley sálica y que Vittoria era la heredera al trono. En un comunicado los Saboya o más bien el padre de Vittoria anunció que veían necesario que los futuros herederos de ambos sexos pudieran tener “todos los privilegios inherentes, prerrogativas, derechos y poderes” y considera que la ley de sucesiones de su dinastía debe “adecuarse al espíritu de los tiempos” teniendo en cuenta la “evolución de la sociedad actual, que se mueve hacia una deseable eliminación de toda forma de discriminación”. Con este pomposo comunicado Vittoria se convirtió en legítima heredera a un trono que hace 75 años no existe.
A falta de trono, el papá de Vittoria buscó algún otro trabajo honrado. Descartada la inmobiliaria de su padre se decantó por las luces del espectáculo. Fue juez en el programa La Voz versión italiana. Ganó Dancing With the Stars de Italia y estuvo a punto de triunfar en el concurso de canto de San Remo con un tema de su autoría que no no se llamaba “Devuelvan mi trono” sino Italia Amore mio. También apareció en un espectáculo en el que probó trabajos reales de no reales. “¿Qué fue lo peor? Quizás ser peluquero de perros”, dijo de esa experiencia. Como un buen busca pero con glamour fue el rostro de una publicidad de aceitunas en escabeche y de una empresa de cigarrillos electrónicos donde instaba “Fumá donde quieras, como un príncipe”. Es decir publicitaba cigarrillos falsos como un príncipe ídem. Su última aparición en la televisión italiana fue con la frase “Tengo el deber de anunciar oficialmente el regreso de la familia real” en un anticipo de The Crown, la serie de Netflix. Dicen que con tal de aparecer en la tele puede promocionar desde el Rey León, La reina Victoria y Abdul, Un rey en Nueva York, Edipo Rey o cualquier película con coronita.
Mientras su padre se las rebusca en el mundo del espectáculo. El nombre de Vittoria se comenzó a conocer y lo que resulta más increíble comenzó a reinar. No era en la tierra de sus abuelos, ni como reina consorte de algún país monárquico. Ella se convirtió en reina de las redes sociales.
Como buena millennial, la joven es una ciudadana del mundo (del Primer Mundo, tampoco es cuestión de andar mezclándose tanto). Estudió en Londres, pasó sus vacaciones en Suiza, vive en Montecarlo y su sueño es un emprendimiento de modas en… París.
Convencida de sus derechos y no tanto de las lecciones de la historia se plantea devolver la monarquía a su país como un reto y no duda en afirmar que “Italia no es realmente progresista. Pero aprenderán”. Las encuestas dicen que solo un 15% de italianos quiere un monarca, pero la muchacha no se rinde. Por suerte y en esto algo de historia sí aprendimos, para defender la monarquía ya no recurre a un ejército pero sí busca seguidores. Cierto que estos seguidores son modelo siglo XXI es decir, seguidores virtuales más que leales y fervorosas huestes de caballeros.
Para demostrar que no solo es una cara bonita en Instagram lanzó un mensaje en defensa de los derechos de los estudiantes en escuelas privadas de Francia, un discurso dirigido al presidente Emmanuel Macron y que acumuló casi 300.000 visualizaciones. El discurso lo mechó con decenas de fotos donde aparece en situaciones “normales” eso sí siempre bella y nunca con un pelo fuera de lugar y mucho menos uno de tonta. “No quiero parecer diferente. Soy Vittoria”, declara en una frase que no suena justamente muy diferente. Cuando le preguntaron si quería ser la reina de Italia, calificó ese concepto como algo “abstracto” y dijo que solo está tratando de averiguar qué quiere hacer en la vida. Pasa sus días estudiando para los finales, modelando camisetas en Instagram, bailando con amigos y mejorando su italiano ya que su lengua principal es el francés.
“Tengo grandes expectativas en lo que mi hija Victoria podrá hacer”, expresaba su padre Manuel Filiberto, pero como señor del siglo pasado no lo publicó en redes sino en el tradicional periódico italiano Il Corriere della Sera. Además dio algunas ideas de lo que su bambina podía aportar. “Podría guiar hacia el futuro a una familia con mil años de historia, órdenes dinásticas, organizaciones benéficas. Luego están las relaciones con otras casas reales como la española, también están Bélgica, Suecia, Noruega, Alberto de Mónaco y por supuesto los Windsor”. De estrechar lazos con las monarquías árabes u orientales no dijo nada.
La idea de volver a tener un monarca quizá entusiasma a algún italiano, pero alcanza con recordar que la monarquía británica le cuesta a sus ciudadanos 46,6 millones de euros al año, la de Holanda 39,6 millones y la más económica, Luxemburgo implica 9 millones de euros para que la idea sea descartada. A sus detractores Vittoria dice que “no les hago ni caso”. Mientras sigue subiendo a sus redes fotos suyas posando más como modelo que como monarca. Por ahora se conforma con reinar en Instagram, una red donde el enemigo no es un ejército republicano sino el propio ego. Pero eso, eso ya es otra historia.
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