En los primeros castings nadie le prestaba atención: apenas una mujer multiracial de Los Ángeles apasionada por el arte, la cultura, la moda, pero no más. O acaso, también, demasiado: las personas que manejaban esos castings no buscaban salirse de la norma sino reproducir lo que entendían que funcionaba -lo que les habían enseñado que funcionaba, lo que otros habían reproducido tantas veces que era imposible no pensar que funcionaba-.
Paloma Elsesser llegó a esos primeros castings sin confianza y no salió diferente. Estudiaba literatura y psicología en la New School de Nueva York y si se acercó a agencias de modelos no fue por gusto propio (“el modelaje nunca estuvo en mi radar; en el mejor de los casos, pensé que tal vez podría hacer un trabajo de celebridad”, dice) sino por recomendación de Steve Dance, un amigo y estilista australiano. Pero no resultó: “Todos dijeron que no cuando entré, porque no sabía qué ponerme. Nunca había aprendido a moverme frente a una cámara”.
Hoy sin embargo ya nadie piensa que Paloma no sabe moverse frente a una cámara ni elige mal qué ponerse. Hoy en cambio es la modelo que acaba de salir en la última tapa de Vogue y todos la quieren cerca, pero aunque parece moverse en el mundo de la moda, su mensaje corresponde a un estadío superior en la escala de tendencias: el fenómeno de Paloma se parece menos a una moda que a una revolución.
En la tapa de la revista se la ve distante, mira desde arriba mientras con su mano derecha sobre su cabeza parece estar a punto de correrse el pelo. Tiene la boca apenas abierta, lo justo para que se vean dos de sus dientes detrás de su labios. Está parada sobre un lago y lleva un vestido de transparencia mojado, que se aferra a su piel. Su piel, dice ella, es multiracial. Tiene un ojo apenas más cerrado que el otro. Es una foto de una belleza llena de fuerza y de dramatismo. No es necesariamente “una mujer real”, no es la cualidad de lo común lo que ofrece la imagen. Debajo del título, dice: “nuevo año, nuevo mundo”. Paloma Elsesser ya no rebota en los castings y ahora es la mujer hermosa a la que todos ven.
“Me desperté la mañana de esta sesión y me golpeé las rodillas mientras salía de la cama. Oré por protección y cuidado, por un día en el que pudiera honrar lo monumental que fue esto. Para que las voces estuvieran calladas, para saber que esto era más grande que yo, y saber que estaba exactamente donde necesitaba estar”, escribió después en un posteo en su Instagram, donde cuenta qué sintió el día que posó para la tapa.
Sigue: “Todo se volvió tan surrealista cuando miré a Gabby, Latisha, Susie y Annie. Trabajar y colaborar con mujeres que admiro profundamente. Saber que estoy filmando una portada de moda americana siendo una mujer regordeta, bajita y de raza mixta que nunca imaginó que esta sería su realidad. Aunque mi corazón se llena de gratitud, no estoy satisfecha. Insto a la moda a que nunca deje ir este impulso hasta ver que cuerpos como el mío dejen de ser radicales, diferentes, raros. Quiero ver mujeres de cuerpos más grandes, mujeres de piel oscura, personas discapacitadas y todas las iteraciones de identidad que han sido dejadas de lado en los medios. Quiero que este momento brinde un nuevo año de posibilidades y una vida de esperanza”.
El camino de Paloma, como el camino de la gran mayoría de modelos diversas, no fue fácil. Si bien algunas industrias funcionan por repetición, sería de esperar que aquellas atravesadas por el arte no lo hicieran. Sin embargo, durante años la moda se aferró a una idea de belleza y no permitió que entraran nuevas formas. Pero entonces, Paloma. Pero entonces, Kate Wasley. Pero entonces, Ashley Graham. Pero entonces, Tess Holliday.
“No era lo suficientemente alta ni lo suficientemente delgada, y no tenía la ventaja adecuada. Yo era una chica morena gordita y extraña de Los Ángeles, simplemente resolviendo las cosas”, dice Paloma a Vogue mientras recuerda sus inicios.
Madre afroamericana (“era una mujer con una educación intensa que fue a Wellesley, se graduó como la mejor de su clase, pero no teníamos dinero”). Padre chileno/suizo. Educación privada toda la vida en Los Ángeles, con muchos compañeros hijos de millonarios (“eso fue difícil: no poder definirme a mí mismo, existir en un cuerpo más grande desde el primer o segundo grado y no tener el privilegio de la riqueza”).
Luego llegó su tiempo en Nueva York, y después del tiempo de las agencias de modelos que no le daban una oportunidad (una oportunidad que por otro lado ella no parecía necesitar), llegó su descubrimiento. La maquilladora británica Pat McGrath (reconocida por la revista Vogue como una de las maquilladoras más influyentes del mundo -y entre las 100 personas más relevantes según la revista Time-) estaba buscando caras para la nueva campaña de un producto y la vio a ella en Instagram. Poco después, todo cambió.
“Verme a mí misma como esta criatura hermosa y glamorosa fue una afirmación. Había algo reconfortante en tener una mujer negra de talla grande apoyándome. Me sentí vista”, dice Paloma.
Junto a Pat, comenzó a ir a desfiles y encuentros de moda. Las primeras veces sentía el síndrome del impostor, como si estuviera estafando a alguien por estar ahí, como si no lo mereciera. Lloraba y le decía a su equipo que no debía estar ahí. Ellos la convencían de lo contrario. La imagen podría verse así desde más lejos: una chica de Los Ángeles se cría en un mundo que le dice que no es hermosa, años después alguien le dice que sí lo es pero ella no lo cree; durante los siguientes años ese alguien tratará de convencerla de que dice la verdad y el mundo miente. Y un día, finalmente, Paloma lo creyó, y comenzó ella también a convencer a otras mujeres. No diciendo, siendo.
“Cuando una persona de talla 14 como yo dice que no a hacer un espectáculo, es posible que no pongan a nadie más grande en ese espectáculo; por lo tanto, esa ‘muestra’ no entra en la temporada editorial. A otras chicas de mi talla no les hacen fotos con looks que no sean lencería o una campera; hay un ciclo completo sucediendo. Mi participación [en las campañas] no se trata solo de mí”, explica.
Para los diseñadores Mike Eckhaus y Zoe Latta, la importancia de la ampliación de mirada del mundo de la moda es fundamental y no solo desde lo simbólico: “No se trata solo de tallas grandes, se trata de cómo la ropa puede adaptarse a una multitud de personas si está diseñada de la manera correcta”, dicen en la misma nota de Vogue, haciéndose eco del fenómeno de Paloma.
En Latinoamérica, el crecimiento de las modelos de talla grande también es notable, aunque la industria de la moda no tiene el mismo impacto que sí tienen mercados como el de Estados Unidos o Europa. Sin embargo, son muchos los emprendimientos o marcas más pequeñas que lideran el cambio y comenzaron a diseñar ropa para todo tipo de cuerpos.
La periodista argentina Juliana Borobio, conocida en redes como Lessie, explica: “En los últimos años hubieron grandes cambios de pasarelas como las de Versace por ejemplo, que incluyó modelos plus size usando tiro bajo, que es algo que estaba reservado a personas más hegemónicas o delgadas. Hubieron varios diseñadores que fueron por esa ruta y creo que tiene que ver con la importancia de la representación, no solamente en los tipos de cuerpo sino en todo lo que vaya por fuera de la hegemonía: la edad, el tipo de pelo, el color de piel, la corporalidad… Incluso se está hablando de personas con discapacidad o silla de ruedas, o vitiligo. Otras cosas que no solamente tienen que ver con el talle en campañas tanto de belleza como de moda, porque es a lo que la sociedad está yendo”.
La manera de pensar de Paloma responde también a esa mirada de la sociedad: la moda no es un cuadrante estanco sin ventanas. “No debería haber una separación entre arte, cultura, moda y política. No todos los aspectos de la moda deben centrarse en la política y la realidad, esto no es la CNN, pero en última instancia, todos tenemos un nivel de responsabilidad. ¿Cuál es la desventaja de dar visibilidad a las personas discapacitadas, poner a las mujeres de piel oscura a la vanguardia o priorizar diversas perspectivas?”, se pregunta en la revista.
“La moda es un reflejo de lo que pasa en la sociedad. A veces se traslada más rápido y otras más lento”, agrega Lessie al respecto. “Modelos como Paloma están abriendo un camino que es muy importante porque la ropa tiene que ver con la identidad, y muchas personas necesitan ver gente como ellas reflejadas en las cosas que van a consumir, para entender que ellas también pueden estar en ese lugar”, dice.
Para ella, la falta de inclusión no tiene que ver solo con la industria de la moda sino también con el marketing, la publicidad, las novelas… Toda la industria dedicada a la construcción de arquetipos y deseos de consumo. “La industria de la moda fue súper excluyente porque estaba reservada para un grupo determinado de personas, y todos aquellos que no encajaran en ese canon quedaban por afuera. Pero creo que el concepto elitista de la parte más mainstream está cambiando, las personas que están en posiciones de poder y diseñadores están entendiendo que la inclusión es importante no para vender más sino para abrazar a todas esas personas que en algún momento se sintieron excluidas”, dice.
Paloma Elsesser no quiere ser solo modelo. Ya adelantó que sus próximo pasos serán cruzar del otro lado del mostrador. “Cuando veo la ropa que se ofrece a la sociedad y veo la ropa de talla grande, ¿me siento validada y vista? No. Tenemos que ser increíblemente ingeniosas porque no podemos darnos el lujo de entrar en una tienda y elegir lo que nos gusta. ¡Yo quiero hacer ropa que sea para nosotras!”, dice.
Mientras tanto, tapas como la de Vogue son importantes. “Del otro lado puede haber una nena que toda la vida fue bulleada en el colegio y de repente se ve en la tapa de la revista más importante del mundo”, explica Lessie. Tal vez a esa nena ya no la ignoren en los primeros castings por ser diferente. Tal vez esa nena sea la primera en crecer en un mundo más amable.
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