El ataque a las instalaciones petroleras de la compañía estatal saudita, Saudi Aramco, llevado a cabo el 14 de septiembre por Irán, tuvo como objetivo ulterior castigar a los Estados Unidos por retirarse del acuerdo nuclear y reinstalar las sanciones al país islámico. Así lo consignó la agencia Reuters en un informe especial, publicado este lunes.
“Es hora de sacar nuestras espadas y darles una lección”, habría dicho el comandante a cargo de una de las reuniones donde se tomó la decisión. Si bien se sugirió la posibilidad de atacar una base de las Fuerzas Armadas estadounidenses, se decidió elegir como blanco a las instalaciones de uno de sus principales aliados en la región para reducir las posibilidades de provocar una retaliación masiva.
Saudi Aramco es la compañía petrolera más grande del mundo. De hecho, el ataque inicialmente redujo la producción de petróleo del país a la mitad, y en un 5% la mundial. El precio del crudo se disparó en un 20%, aunque con el correr de los días y la restauración de la producción volvió a su valor original.
Los entrevistados aseguraron que el líder del ayatollah Khamenei aprobó la operación, pero con condiciones estrictas: no se debía dañar a civiles saudíes o estadounidenses. No obstante, funcionarios iraníes negaron cualquier responsabilidad. “No, no, no, no, no, y no”, dijo un vocero a la agencia británica.
Representantes de los hutíes -una de las facciones involucradas en la guerra civil de Yemen que es apoyada por Irán, en contra del ex presidente Abdrabbuh Mansur Hadi, apoyado por Arabia Saudita- se adjudicaron la responsabilidad del ataque. Sin embargo, tanto Estados Unidos como Arabia Saudita rechazaron la premisa: argumentaron que su sofisticación indicaba que Irán se encontraba detrás.
Además de ser un aliado regional de Estados Unidos, Arabia Saudita es el principal rival de Irán en Medio Oriente. Una vez confirmada su autoría, el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, acusó al régimen persa de cometer un “acto de guerra” y pocos días después la administración le impuso nuevas sanciones y lanzó ciber ataques.
Por su parte, la república islámica calificó a sus adversarios como “matones” y los acusó de estar detrás de las protestas que tuvieron lugar en el país durante las últimas semanas luego de que el régimen aumentara el precio de la gasolina. La represión a esas protestas ya dejó más de 100 muertos.
El acuerdo nuclear en el centro de las tensiones fue firmado inicialmente por Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -Estados Unidos, China, Francia, Inglaterra, Rusia- y Alemania.
Su premisa fue el levantamiento de miles de millones de dólares en sanciones a cambio de que Irán redujera su programa nuclear y evitara desarrollar y adquirir armas nucleares “bajo ninguna circunstancia”. Además, estableció un sistema de control y monitoreo del complejo nuclear iraní a cargo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
En 2018, la administración de Donald Trump abandonó el acuerdo bajo el argumento de que no era lo suficientemente bueno y reimpuso las sanciones, las más potentes del paquete internacional de medidas coercitivas.
Irán, a pesar de indicar que tiene voluntad de reunirse con las autoridades estadounidenses, ha llevado a cabo acciones militares a lo largo de los últimos meses: derribó un dron estadounidense y capturó un barco petrolero británico en el estrecho de Ormuz.
También anunció que superó su stock permitido de 300 kilogramos de uranio enriquecido, y luego comenzó a enriquecer a valores por encima del 3,67% de uranio-235. A principios de septiembre indicó que violará el acuerdo nuevamente, aunque no se sabe en que consistirá la medida.
Aunque el pacto sigue vigente entre Irán y Reino Unido, Francia, Alemania, China y Rusia, Teherán argumenta que tras la salida de Estados Unidos ha quedado obsoleto y amenaza con retirarse también y volver a dar rienda suelta a su programa nuclear, salvo que los restantes firmantes, especialmente los europeos, consigan aliviar la presión económica de las sanciones.
Pero esto es más difícil de lo que parece, ya que las sanciones estadounidenses tienen un alcance global y ninguna empresa del mundo quiere arriesgarse a ser sancionada, o perder vínculos comerciales con Estados Unidos, si comercia con Irán.
Para volver a instaurar el acuerdo, Estados Unidos indica que Irán debe terminar con su apoyo a grupos terroristas en Medio Oriente y someterse a condiciones más duras que las establecidas previamente. Irán sostiene que no tiene vínculos con grupos terroristas.
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