Cumple 70 años la revolución de Mao: sacrificios, control, purgas y crecimiento a tasas chinas

Con gran pompa se conmemoró en Beijing el aniversario de la instauración de la república comunista de Mao Zedong

Mao, al anunciar la creación de la República Popular China, el 1° de octubre de 1949. (Shutterstock)

Cuando apareció en la explanada de La Puerta de la Paz Celestial (Tiananmén) la figura regordeta de Mao Zedong, los soldados revolucionarios estallaron en gritos. Allí estaban ya ubicados los burócratas del partido en un orden que marcaba claramente el poder que tenía cada uno. Si no fuera por los micrófonos de las radios que llevaban la voz de Mao al otro lado del país, la escena podía haber sido copiada de cualquiera de las ceremonias imperiales que se realizaron por 600 años en esa misma entrada a la Ciudad Prohibida. Pero esta vez era una ceremonia para proclamar el fin del orden imperial y la proclamación de la República Popular China. Era el 1 de octubre de 1949 y el maoísmo se daba a conocer al mundo para gobernar –mutando permanentemente-, por 70 años, al gran dragón asiático.

Hoy, la puerta construida en 1420 por el emperador Yongle, es la mayor atracción turística de China, adornada con un retrato de Mao y el lema leninista de “¡viva la unidad de los pueblos del mundo!”. Enfrente, la plaza más grande del planeta, una enorme explanada de ocho cuadras por lado, siempre repleta de gente y custodiada con énfasis por guardias revolucionarios y agentes encubiertos. Y que este martes fue testigo del gran desfile que marcó los 70 años de la creación de esta república que pasó de ser un país agrario y feudal a una potencia de 1.300 millones de habitantes preparada para convertirse en el máximo poder global en la segunda mitad de este siglo.

El actual líder, Xi Jinping, ordenó que el acontecimiento se celebre sin incidentes para mostrar al mundo la sacrosanta “estabilidad” del país bajo la conducción del mismo Partido Comunista Chino (PCCh) que trajo a Mao hasta la capital imperial. La policía ya cerró bares y karaokes a varias cuadras a la redonda, valló los accesos a la plaza, puso detectores de rayos X y reforzó la ya enorme cantidad de cámaras que vigilan cada movimiento. El desfile, dice la prensa china, será “el más importante de la historia”. Seguramente se va a intentar demostrar el poderío militar con la exhibición de misiles y cohetes de ultimísima generación que harán vibrar esa fibra nacionalista que está en la médula china.

Las medidas de seguridad son también draconianas algunos kilómetros más al Este, alrededor del Estadio de los Trabajadores, donde el ejército estacionó sus blindados. Esa es una zona de vida nocturna. Pero todos los comercios deben permanecer cerrados hasta el 5 de octubre. Eso sí, los empleados van a cobrar un bono especial por los días perdidos que pagará el Estado. La prensa oficialista –toda, salvo unas muy pocas excepciones de páginas disidentes en Internet- parece haber recibido la consigna de limitar al mínimo la cobertura de malas noticias. El asesinato de ocho escolares el lunes, día del retorno a clases, fue prácticamente silenciado. En internet, la plataforma Weibo, equivalente chino de Twitter, empezó a borrar contenidos que “injurian a los héroes del PCCh o distorsionan la historia oficial”. Los desarrolladores del sitio, con 486 millones de usuarios, dijeron el miércoles que habían suprimido 14.299 mensajes y bloqueado 1.475 cuentas en el marco de esta operación de “limpieza”.

Mao recibe al líder soviético Nikita Khrushchev, durante una de sus visitas a Beijing. La alianza de China con la URSS fue vital durante los primeros años de la revolución.

El 70 aniversario de la república tiene lugar en un momento delicado para el comité central y el presidente Xi Jinping. Enfrentan una devastadora guerra comercial con Estados Unidos e incesantes protestas en el territorio semiautónomo de Hong Kong. Todo esto está provocando una desaceleración del crecimiento a “tasas chinas” de la economía y un estancamiento en la impresionante evolución de la clase media. De todos modos, la potencia está sentada sobre bases muy sólidas. Desde 1978 a 2014, el ingreso per cápita de China aumentó 16 veces. Con base a la paridad del poder adquisitivo internacional de 1,9 dólares por persona por día, la incidencia de la pobreza extrema en China cayó drásticamente del 88,3% en 1981 al 1,9% en 2013, es decir, 850 millones de chinos han salido de la pobreza. La tasa de indigentes en China está por debajo del 1%. Es en ese sentido, se trata de la mayor revolución económica de la historia: nunca antes un número tan grande de personas había tenido una progresión tan intensa de sus condiciones económicas y materiales de vida en un período de tiempo tan corto.

Mao llegó a la puerta de la Paz Celestial después de una brutal guerra civil. Con el derrocamiento del último emperador en 1911, se instauró en China la primera República. Una década más tarde, ya estaba agotada y comenzó un grave conflicto interno. Por un lado, estaba el Partido Nacionalista o Kuomintang encabezado por el general Chiang Kai-shek, que había tomado el poder e intentaba crear un Estado fuerte, centralizado y militarizado. En la línea opuesta e inspirándose en el modelo soviético, el Partido Comunista Chino, que tenía su base entre el extendido campesinado.

En 1934, las fuerzas de Chiang lograron cercar a los comunistas y amenazaron con destruirlos. Fue cuando Mao ordenó la Larga Marcha. Durante un año, más de cien mil hombres, mujeres y niños, recorrieron a pie 12.000 km hasta alcanzar el norte del país. Cruzaron 18 cadenas montañosas, cinco de las cuales están cubiertas de nieves eternas, y 24 ríos importantes. Al final del recorrido, sólo 20 mil personas lograron alcanzar la retirada estratégica que permitió la supervivencia de lo esencial del Ejército Rojo y del Partido Comunista. Pronto comenzó una guerra de guerrillas contra los nacionalistas. Después de los primeros enfrentamientos, ambos bandos llegaron a un acuerdo para combatir a un enemigo exterior: Japón, que había invadido y ya controlaba una tercera parte del país. Sin embargo, el ejército del Kuomintang se dedicó más a la lucha interna anticomunista que a derrotar los japoneses. Los comunistas de Mao lanzaron nuevamente una guerrilla con un doble propósito: vencer a los enemigos externos japoneses y demostrar su poder frente a Chiang para extender la revolución que ya había comenzado en algunos sectores del campo. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de Japón, las disputas internas se intensificaron.

A partir de 1947, la Unión Soviética dio un apoyo significativo a las fuerzas de Mao. Les proveyó del mejor armamento, alimentos y divisas. Los milicianos comunistas avanzaron rápidamente desde el norte hacia las grandes ciudades de la costa. Un año más tarde ya controlaban la región de Manchurria y la ciudad de Harbin. Fue cuando Mao decidió abandonar la lucha guerrillera por la de guerra abierta. Comenzó un avance rápido que los llevó a apoderándose de las ciudades de Kaifeng y Jinan. En enero de 1949, el ejército comunista entró en Tianjin y pocos días después en Beijing.

El 1 de octubre de 1949, los comunistas proclamaron la República e impusieron una nueva Constitución que designaba al PCCh como un partido único. Los nacionalistas se replegaron hasta la isla de Formosa y crearon allí su propio gobierno de la República Nacionalista China de Taiwán.

"El gran salto adelante", un intento por acelerar la colectivización agrícola, produjo una gran hambruna que dejó al menos 15 millones de muertos.

De acuerdo al profesor Enrique Funjal del Instituto de Estudios Europeos, ambos gobiernos, si bien de signo contrario, tenían en común el nacionalismo. “En 1949 Mao pronunció su frase icónica: “El pueblo chino se ha puesto en pie”. No habló de una victoria de la revolución comunista sobre el capitalismo, del triunfo del proletariado y los campesinos. La connotación fundamental de que China se ha puesto en pie es nacionalista: la nación china, humillada durante décadas en las que estuvo sometida a agresiones exteriores y sufrió numerosas lesiones en su soberanía, iniciaba una nueva etapa, en la que iba a recuperar su soberanía, y poco a poco iba a superar su debilidad y recuperar también el papel de gran potencia que por su población e historia le correspondía”, explica Funjal. “La “nueva” China comunista mantiene una estrecha vinculación con la China tradicional. La República Popular no se puede comprender bien si no se tiene en cuenta su fuerte vinculación con las tradiciones culturales y sociales de China, conformadas a lo largo de varios siglos de historia”.

El gran Timonel, como fue apodado Mao Zedong, trató de reconstruir la economía china, deteriorada por la guerra, siguiendo el modelo del comunismo soviético. En 1950, la República Popular firmó un pacto de amistad con el Kremlin y pasó a formar parte del bloque soviético. En 1958 Mao lanza el Gran Salto Adelante, un programa de desarrollo basado en la colectivización agrícola y una rápida industrialización. Fue un fracasó estrepitoso. Produjo La Gran Hambruna. Entre 1959 y 1962 murieron al menos 15 millones de personas; algunos historiadores elevan esa cifra a 40 millones. Fue cuando el partido decidió tomar una línea más moderada y comenzó a alejarse de la Unión Soviética hasta romper su estrecha relación.

El 26 de diciembre de 1966 el presidente chino Mao Zedong celebraba su 73 cumpleaños con un brindis: “¡Por el nacimiento de una guerra civil por todo el país!”, dijo. Siete meses antes, Mao había aprobado una directiva secreta que declaraba la guerra a “los representantes de la burguesía” y que daba inicio a lo que sería la Revolución Cultural. Fueron diez años de sangriento caos -inspiraron al régimen de Pol Pot en Camboya y a Sendero Luminoso en Perú, por ejemplo- que dejó cerca de dos millones de muertos; una economía arrasada, un patrimonio cultural milenario destruido y una nación traumatizada hasta ahora.

Mao quería evitar de todas maneras ser repudiado como le había sucedido a Joseph Stalin cuando asumió Nikita Jrushchev. Y para eso lanzó esta purga tan sanguinaria”, explica el historiador Frank Dikötter en su libro “The Cultural Revolution: A People´s Story”. Cayeron todos sus potenciales sucesores como el jefe de Estado, Liu Shaoqi, y Deng Xiaoping. Liu murió en prisión en 1969. Deng pasó aquellos años en un campo de reeducación. Los guardias revolucionarios, con sus característicos uniformes de “cuello Mao” y color verde oliva, con la gorra de la estrella de cinco puntas, agitando el Libro Rojo de Mao, decían luchar contra las “4 antiguallas”: el pensamiento, la cultura, la educación y las costumbres tradicionales. Profesores, intelectuales de todo tipo y los burócratas estatales fueron los más castigados, sometidos a interminables sesiones de autocrítica, torturas, golpes y asesinatos.

El histórico encuentro de Mao con el entonces presidente de Estados Unidos Richard Nixon, el 21 de febrero de 1972.

Tres años más tarde, después de la muerte del heredero aparente de Mao, Lin Biao, junto a su esposa y su hijo en un misterioso accidente de aviación cuando escapaba hacia Rusia, hizo entender a los jerarcas del partido que tenían que frenar a Mao. Los guardias revolucionarios volvieron a sus cuarteles y con el deterioro físico del Gran Timonel, su viejo compañero de la guerra civil y primer ministro Zhu Enlai, inició una apertura hacia Estados Unidos que culminaría con la visita, en 1972, de Richard Nixon a Beijing.

El 9 de septiembre de 1976 murió Mao Zedong y con él la Revolución Cultural. Lo sobrevivió el “maoismo” que tuvo diferentes expresiones en todo el mundo con interpretaciones bastante estrambóticas de la realidad que influyeron tanto en la lucha de los estudiantes franceses de Mayo del 68 como en las matanzas del régimen camboyano. Desaparecido Mao, cayó La Banda de los Cuatro, el grupo que componían la viuda de Mao, Jiang Qing, y tres de sus colaboradores: Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, quienes habían desempeñado altos cargos en el gobierno y ejecutado las purgas de la Revolución Cultural. Fueron juzgados públicamente y condenados a 20 años de prisión.

Al mando de Deng Xiaoping, “el arquitecto” de la modernización china, comenzó entonces una nueva etapa de apertura económica. Con una mezcla de comunismo y libertad de mercado, lanzó lo que se denominó “el socialismo con características chinas”. Se abrió el país a las inversiones extranjeras y sus productos comenzaron a competir en los mercados internacionales. Fueron los primeros pasos para llegar a ser hoy la segunda gran potencia global. Aunque nunca logró hacer la apertura política. Esa es una prerrogativa que siempre estuvo en manos del politburó del partido. Y en 1989, se reprimió brutalmente el movimiento de los estudiantes que protagonizaron las protestas en la misma plaza de Tiananmen en la que Mao había proclamado la república. No hay una cifra oficial, pero cuando los tanques del ejército comenzaron a aplastar las barricadas levantadas por los estudiantes, murieron cientos, y tal vez miles.

Los preparativos en Beijing para las celebraciones por los 70 años de la República Popular. (AFP)

Desde 2012, China está liderada por Xi Jinping, el secretario general del partido que acumuló más poder desde Mao y que inició el camino para “volver a ponernos en podio del poder global”. A pesar de los altísimos niveles de corrupción y la creciente vigilancia de los ciudadanos por parte del Estado, el crecimiento de la economía nunca se detuvo y continúa creando una riqueza extraordinaria. China produce multimillonarios a una velocidad promedio de dos a la semana. De acuerdo al último informe del banco suizo UBS, 373 empresarios chinos acumulan una riqueza de 1,12 billones de dólares. Y los nietos de los campesinos de la Era de Mao ahora engrosan una pujante clase media. Setenta años más tarde, la consigna de los guardias revolucionarios parece haberse cumplido: “El Este es rojo, el sol nos trajo al Gran Timonel y la prosperidad”. El sacrificio para llegar a ese punto fue brutal.