De la frialdad al llanto: las dos Nahir que escucharon sus dos versiones del crimen de Fernando Pastorizzo

Nahir, de perfil, este lunes en la primera audiencia del juicio oral (Fotos: Ricardo Santellan)

(Enviado especial) Se acariciaba el pelo, a veces sonreía o hacía una mueca difícil de descifrar, a mitad de camino entre un gesto desafiante y nerviosismo. En el comienzo de la primera audiencia del juicio por el crimen de Fernando Pastorizzo, Nahir Galarza parecía estar ajena a todo. Como una espectadora aburrida, como si la Nahir mencionada por los jueces y el fiscal fuera otra.

Se negó a declarar pero escuchó la lectura de sus dos versiones del hecho. La primera, el 29 de diciembre de 2017, cuando declaró con frialdad cómo había asesinado al joven; no la inmutó. Ni siquiera cuando desde afuera de la sala una mujer le gritó asesina en el instante en que los jueces y las partes hicieron un silencio incómodo.

Pero cuando oyó su segunda indagatoria, realizada el 16 de enero de 2018, pareció vivir una metamorfosis indisimulable. En ese testimonio había relatado que todo fue un accidente, que le sacó el arma a Fernando y escuchó una explosión, y luego otra. En ese momento, Nahir agachó la cabeza. Y cuando los jueces llamaron a un cuarto intermedio, la joven se retiró entre lágrimas.

Hasta uno de los policías que custodiaba la sala de los Tribunales de Gualeguaychú se sorprendió con las reacciones opuestas que reflejó la acusada durante la primera audiencia. "No pensé que se iba a quebrar, al principio estaba inalterable. Para mí no sabe lo que hizo, mirá que acá vinieron asesinos feroces y en todo momento eran conscientes de la tragedia", dijo el uniformado durante un cuarto intermedio.

Nahir se negó a declarar, pero sus abogados no pudieron evitar que los jueces leyeran lo que ella mismo había dicho las dos veces que declaró por el homicidio. Y son confesiones muy distintas.

Cada lectura (la del crimen contado sin remordimiento, según los pesquisas, y la del accidente), mostraron dos caras de Nahir. La que miraba con una extraña tranquilidad al fiscal mientras leía que había matado a Fernando con alevosía, apoyando el arma en la espalda de la víctima, a la que se le instaló una especie de máscara cuando le recordaban todo lo que dijo sobre su novio: que la llamaba zorra, trola, una desesperada que se acostaba con otros. En ese momento el juzgado parecía la víctima. Capaz, según la acusada, de apuntarle con el arma en la panza, o decirle la peor palabra que se le puede decir a Nahir: "depresiva".

Volvió a bajar la mirada cuando le recordaron que ella había dicho que Fernando tomó la pistola 9 milímetros de Marcelo Galarza, su padre, y que mientras la movía desafiante, decía: "Mirá el fierro de tu viejo".

Se leen las dos declaraciones de la acusada Nahir Galarza

Lo llamativo para los investigadores es que en su segunda versión, Anahí habla de un accidente, que le sacó el arma a Fernando y escuchó un disparo que lo hizo caer. Y luego otro. Como si no hubiese visto nada, y el crimen se hubiese manifestado por el sonido de las detonaciones.

"Muchos asesinos ven su propio crimen tiempo después de cometerlo, lo olvidan y no pueden describirlo", suele decir el forense Osvaldo Raffo, que examinó en 27 sesiones a Carlos Eduardo Robledo Puch, el llamado ángel negro que mató a once personas por la espalda o mientras dormían entre 1971 y 1972. En el juicio, mientras leían su confesión por escrito, Robledo respondía cartas a sus admiradoras. A veces su rostro se transformaba y se ponía colorado. Un axioma refiere que todo asesino lleva la marca de su crimen en sus facciones.

Ricardo Barreda, el cuádruple femicida que el 15 de noviembre de 1992 mató a su esposa, su suegra y sus dos hijas, en el juicio se refirió a su matanza como un hecho cometido por otro. "De pronto me vi rodeado de cuatro bultos y una escopeta humeante, intuyo que las maté yo", confesó.

Nahir Galarza a la salida del juzgado

Nahir volvió a llorar. Durante la declaración de la madre de Fernando, Silvia Mantegazza. Sobre todo cuanto contó que una vecina le dijo que algunas veces escucho discusiones entre ellos en las que Nahir le gritaba y le pegaba y él rogaba: "No me pegues". Pero antes de las lagrimas, cuando escuchó el relato, la chica de 19 años murmuro mirando de reojo a la madre de Pastorizzo: "Mentirosa, mentirosa, mentirosa".

La mujer siguió con su declaración, quizás no escuchó las palabras de la ex novia de su hijo, o hizo que no las había escuchado. Contó que Nahir una vez la increpó y la llamo "mentirosa", cuando fue a buscar a Fernando un sábado a la madrugada y ella le dijo que no estaba. Nahir no le creyó. Hace tres años, Silvia le cerró la puerta en la cara.

El juicio es una especie de batalla. La defensa dice que Fernando la maltrataba y la querella que era al revés.

Ante el llanto de Nahir, el padre de Fernado, Gustavo Pastorizzo, dijosin anestesia: "Así se reacciona ante una verdad". Su segundo llanto fue más angustiante, pero Pastorizzo no se conmovió: "Hizo un acting, no le creo nada".

Y agregó: "A los 16 años inventó un autosecuestro".

El primer día del juicio terminó con dos escenas que ocurrieron al mismo tiempo, a menos de una cuadra de distancia. Al mismo tiempo qué Gustavo Pastorizzo llamaba "actriz" a Nahir, unas diez personas se abalanzaban al patrullero que la trasladaba de los tribunales hacia la Comisaría de la Mujer al grito de "asesina". Hasta golpearon el vehículo. Ella iba con la cara tapada por una gorra policial.

Todo en Nahir parece atípico. El hecho de haber sido asesorada por un manager de famosos (Jorge Zonzini), lo que no se sabe de su relación con Pastorizzo (acaso el secreto que comparten todo asesino y el asesinado), el día en que se plantó ante una jueza y le pidió argumentos. Como si todo este tiempo ella hubiese sido hablada por otros. Todo es duda: hasta su presunto diario íntimo y sus lecturas, entre ellas El lobo estepario, de Herman Hesse, que habla del dolor como una enseñanza y una elevación.

¿Cuál es la Nahir auténtica? Hasta ahora se vieron dos opuestas. La que sonríe o se toca el pelo. La que llora como una niña extraviada en el bosque más oscuro. La última que se vio hoy parecía no caber en su propia tragedia.

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