La vida política de Muhammad Alí: el no a Vietnam, el humanismo y su conversión al islam

La leyenda del boxeo generó tanta repercusión por lo que hacía dentro del ring como por fuera. Sus intervenciones públicas más recordadas

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Nació como Cassius Marcellus Clay el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky. Con esa identidad empezó a ganar fama por su estilo único en el boxeo, y así se transformó en campeón mundial de los pesados, tras vencer a Sonny Liston, el 25 de febrero de 1964. Tenía 22 años.

Pero al día siguiente de ser consagrado como el mejor pugilista del planeta, demostró que su intención era pelear también afuera del cuadrilátero. En una rueda de prensa dijo que rechazaba el apellido Clay, porque habitualmente los afroamericanos llevaban los apellidos de quienes habían sido dueños de sus antepasados esclavos. "A partir de ahora seré conocido como Cassius X".

El nombre era un homenaje a su mentor espiritual, Malcom X, un predicador que defendía los derechos de los negros frente al abuso de los blancos. Fue quien lo introdujo a la Nación del Islam, la organización político religiosa que combinaba la reivindicación del "poder negro" con las enseñanzas de Mahoma. Días después, Clay adoptó definitivamente el nombre de Muhammad Alí.

Su conversión coincidió con el movimiento estadounidense por los derechos civiles, y su figura tuvo una llegada con los jóvenes afroamericanos superior a la de otros referentes, como Martin Luther King. "Soy Estados Unidos. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí", solía decir Alí.

Su gran pelea con el país, o al menos con el Gobierno y el establishment, se produjo el 28 de abril de 1967, cuando fue reclutado para ir a la Guera de Vietnam. Él se rehusó "para no matar semejantes". "Hombre, no tengo ningún problema con el Viet Cong. Ningún vietnamita me llamó nunca negro", dijo en una de sus declaraciones famosas.

Al día siguiente, la Asociación Mundial de Boxeo le quitó el título y en junio fue hallado culpable de deserción y sentenciado a cinco años de prisión. Nunca fue a a la cárcel mientras su caso estuvo en apelación, y en 1971 la Corte Suprema de Estados Unidos anuló la condena. Con todo, la carrera de Alí estuvo en una pausa de casi tres años y medio porque las autoridades del deporte no le otorgaban licencias para pelear.

Las intervenciones políticas de alto perfil continuaron a lo largo de toda su vida. En 1990, pocos meses después de que Irak invadiera Kuwait, Saddam Hussein secuestró a decenas de extranjeros con la

esperanza de evitar una invasión a su propio país. Ali viajó a Bagdad, se reunió con Saddam y regresó con 14 rehenes estadounidenses.

Cuando los promotores inescrupulosos comenzaron a llevarse la mejor tajada del negocio, dejando a los boxeadores a veces en saldo negativo, peleó en los tribunales y en el Congreso estadounidense para sacar adelante en 1999 la "Ley de Reforma del Boxeo Muhammad Alí", que protege los derechos y el bienestar de los boxeadores.

En noviembre del 2002 realizó una visita a Afganistán tras ser contratado como "mensajero de paz" de Naciones Unidas. Esa fue una de sus últimas grandes intervenciones. En los últimos años, el mal de Parkinson lo obligó a recluirse. Sin embargo, el mundo no olvidará su legado.

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