¿Cómo podemos enseñarles a nuestros hijos a tener privacidad si desde que nacen contamos toda su historia a través de fotos y videos que compartimos con conocidos y extraños? La línea que divide lo íntimo de lo no íntimo está rota sin remedio. Y lo que es peor: la rompimos nosotros mismos, los que se supone que debemos cuidarlos del afuera.
Los chicos actúan por imitación. No importa cuántas veces les digamos que no hagan tal o cual cosa; si ven que nosotros lo hacemos, harán lo mismo. Y siempre van por más.
Por eso, si los venimos mostrando desnudos desde bebés, con sus amigos en el jardín, exponemos la primera vez que se metieron al mar, aquel día de disfraces, la vez que estaban enojados y salieron con cara rara... ¿Por qué ellos no van a tratar de contar su propia historia, esta vez a su modo y lo antes posible? El acceso a los dispositivos es cada vez más temprano. Les damos celulares, tablets, computadoras para que jueguen y nos enorgullece la rapidez con la que aprenden. Nos encanta contarles a nuestros amigos la velocidad con la que nuestros hijitos de apenas dos años encuentran un videíto en YouTube. ¿Cómo se supone, entonces, que, de repente, siete años después, vamos a decirles: "No. No podés tener Facebook, ni Twitter ni nada, si ellos ya están en todas esas redes gracias a nosotros? ¿Cómo vamos a explicarles cuáles son los métodos seguros de navegación si ni siquiera los sabemos? ¿Cómo explicarles el límite de la privacidad si la hemos invadido exponiendo su biografía no autorizada?
Mi idea no es que se sientan culpables. Mi motivación es que tomen conciencia de que todo lo que sucede tiene que ver con aquello que previamente hemos determinado por cosas construidas a lo largo de los años.
Por ejemplo, una de las formas más fáciles de rastrear víctimas para los pedófilos es la siguiente: ponen en Google "niñas menores de 10 años". El buscador les muestra fotos subidas por los padres o por los propios niños (depende de las características de la privacidad, que no siempre es tan privada ni segura, sino más bien es bastante vulnerable) y listo: contactados. Muchos de ustedes seguramente tienen a sus hijos en sus fotos de perfil o de portada. Bien: esas fotos son públicas.
Todo el resto es anecdótico. Estamos frente a una nueva era. No alcanza solamente con tener la contraseña de las computadoras, aunque es necesario. Hay que conocer las conductas apropiadas con respecto al manejo digital. Los niños no deberían tener redes hasta los 13 años. Esa es la recomendación de todas las aplicaciones. Una vez que están adentro de la aplicación, y aunque el usuario sea privado, la plataforma es navegable.
Por supuesto que pueden tener su privacidad digital. La red más segura para contactar amigos es WhatsApp. Ahí pueden armar todos los grupos que quieran. Ni Snapchat, ni Facebook, ni Twitter son recomendables para menores. Por más que tengan usuarios privados y controlados, una vez que ellos están dentro, son accesibles para los expertos que buscan niños. Saben cómo exponerlos a todo tipo de situaciones de peligro.
Instagram es la más amigable, en caso de que quieran ceder a alguna, porque pueden loguearse desde su usuario y así tenerlos a mano. Y porque dadas las características de la aplicación, no supone mayores peligros.
No importa que todos en el aula tengan. Quizás los otros padres no saben. Y ahora sí.
Decir "no" es cuidarlos.
Decir "no" es amor.
Y decir "no" es también aprender que no todo es para todas las edades y todos los momentos. Hay un tiempo para cada cosa, ya llegará el de las redes. Se los dice una fan de la comunicación digital.