Las poblaciones de Famatina y Chilecito, como las de otros lugares de nuestro país, han entendido mucho mejor que sus gobernantes que en una provincia donde el agua es escasa no se puede explotar la megaminería a cielo abierto. La razón es simple: en esta zona semiárida se hace incompatible la convivencia de la actividad extractiva y la agroindustrial.
Lo que hay que discutir son las alternativas que tiene la provincia para garantizar la calidad de vida de su población y sus fuentes de trabajo sostenibles.
Muchos esperan las inversiones de la megaminería como el camino más corto para la inyección de recursos en la provincia. Lo hacen pese a saber que no generan empleo a largo plazo y que las consecuencias ambientales son enormes. Tras las promesas de soluciones mágicas se esconden la mediocridad y la propia incapacidad para generar alternativas de largo aliento y realmente superadoras, iniciativas que no pongan en riesgo a la población y al ambiente.
Quienes se han opuesto a este tipo de explotación han sido perseguidos por el gobierno de turno con denuncias penales, represión en manifestaciones y permanentes amenazas. Se han comprado voluntades y recortado fondos destinados a la Intendencia de Famatina sólo por no coincidir.
Cuando hablamos de megaminería en la Argentina, estamos hablando también de la utilización de los poderes del Estado a disposición de las empresas. La causa sobre la contaminación de Barrick Gold, en Jáchal, es ejemplo de cómo la Justicia no avanza sobre funcionarios de San Juan y deja seguir operando en la mina Veladero, pero acciona con denuncias penales contra las víctimas por manifestarse pacíficamente.
Conocer a los vecinos que están protegiendo el agua de todos es encontrarse con personas de una enorme sabiduría. Desde las más altas esferas del poder los han tratado de ignorantes, locos, fundamentalistas, violentos, provocadores. Los han lastimado, perseguido y encarcelado. Sólo quienes tienen esa sabiduría, sumada a una enorme convicción y coraje, pueden enfrentarse a esto con una paciencia increíble y pacíficamente, como lo han hecho siempre.
No son eslóganes de campaña, son visiones de cómo debe desarrollarse una provincia, un país. No discutamos más sobre si megaminería sí o no. Hace años que lo venimos haciendo y cada vez el "no" es más rotundo.
Debemos cumplir la Constitución y las leyes sancionadas, como la ley general del ambiente, la ley de protección de glaciares, la ley de bosques, así como también avanzar sobre nuevas leyes, como la de humedales. Nuestro gran desafío es imaginar, pensar, crear y discutir alternativas a las propuestas para el desarrollo a las que los manuales nos tienen acostumbrados. Somos parte de una naturaleza que no nos pertenece. Si cuidamos nuestra casa común, también estamos cuidándonos.