La desesperada lucha de una madre para impedir que el Estado Islámico reclute al resto de sus hijas

Oulfa Hamrounni vive en Túnez. Sus hijas mayores forman parte del grupo terrorista en Libia y colocaron el germen yihadista en las más pequeñas del hogar

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En una pequeña caja en su habitación, Oulfa Hamrounni conserva la foto que más atesora. Muestra a una de sus hijas con el pelo castaño suelto y una sonrisa en el rostro. La fotografía fue tomada antes de que la niña y su hermana dejaran el hogar para unirse a la filial del a href="https://www.infobae.com/" rel="noopener noreferrer" Estado Islámico/a en Libia.

Hoy, Hamrounni está luchando para traer de vuelta a sus hijas adolescentes a a href="https://www.infobae.com/" rel="noopener noreferrer" Túnez/a. También intenta prevenir que otras dos se unan a ISIS. "Tengo miedo por mis hijas más jóvenes", dice. "Tienen la misma ideología que mis hijas más grandes". Ellas tienen 11 y 13 años.

Cientos de mujeres islamistas extranjeras, incluidas muchas occidentales, han viajado a los campos de batalla de Siria e Irak para tener nuevas vidas dentro del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Ahora, hay signos de que están siendo empujadas a viajar a Libia también, lo que significaría un cambio en la estrategia de la red terrorista mientras enfrenta nuevas amenazas y contrae sus operaciones en Medio Oriente.

La mayoría de las mujeres radicales que se unen al Estado Islámico lo hacen para casarse con combatientes y cuidar de sus hijos, lo que ayuda al brazo del grupo en Libia a construir un Estado, copiando sus estrategias en Siria, según aseguran expertos que monitorean la actividad yihadista. La creación de estructuras familiares profundiza la ideología y la presencia del Estado Islámico en su territorio, lo que hace más difícil erradicarlos del norte de África hacia Occidente y los gobiernos regionales.

"La propaganda oficial muestra que Libia es el nuevo frente del autoproclamado califato", indicó Melanie Smith, una investigadora del Instituto para el Diálogo Estratégico con base en Londres, que se focaliza en extremismo. "Por lo tanto, el estímulo para las mujeres extranjeras significa una necesidad de consolidar la tierra que han logrado adquirir".

Cuando Abu Bakr al Baghdadi proclamó el califato en 2014, especialmente invitó a mujeres de ingenieros, médicos, abogados y arquitectos, de modo que significó que la "primera responsabilidad de las mujeres es construir y poblar el territorio", manifestó Smith. Como mujeres, su papel es ser útiles y obedientes a sus esposos milicianos. Como madres, nutrir a la próxima generación de combatientes. Algunas mujeres también se vuelven combatientes.

Rahma, de 17 años, se convirtió en la esposa de Noureddine Chouchane, un comandante del Estado Islámico de Túnez, quien se cree que fue abatido durante un bombardeo de los Estados Unidos en la ciudad libia de Sabratha el 19 de febrero. Su hermana de 18 años, Ghofran, se casó con un militante del ISIS que fue abatido en ese ataque. Hace seis meses tuvo un hijo.

Ambas hermanas están ahora en custodia de la milicia anti-Estado Islámico en Trípoli, la capital de Libia. Hace pocos días, su madre se sentó en su pequeña casa rentada en Mornag, un arenoso pueblo a 20 kilómetros al sur de la capital. Frente a ella estaba la foto de Rahma. "Eran lo opuesto a esto", pronunció en un tono resignado.

Las hermanas amaban el rock pesado. Rahma tocaba la guitarra. Ella y Ghofran vestían remeras y se reunían con jóvenes en cafés. Se abstuvieron de usar pañuelos, como muchas otras mujeres musulmanas, cuenta su madre. Pero su vida familiar era problemática. Su padre no conseguía trabajo y a menudo llegaba borracho a su casa, explicó Hamrounni. En 2011, la pareja se divorció y él desapareció.

Para ese entonces, Túnez estaba en el medio de la revolución de la Primavera Árabe. Con la caída del dictador Zine el Abidine Ben Ali y la nueva apertura que prosiguió, los extremistas religiosos hicieron incursiones con jóvenes descontentos y frustrados por la falta de empleo y oportunidades. Un grupo creó un campo de la educación islámica en la calle de la casa de Hamrounni en la ciudad central de Sousse.

Desde un altoparlante, el imán implora a los jóvenes que abandonen la influencia occidental y los alerta sobre las catastróficas consecuencias. Al principio, Ghofran se unió al campamento. Luego, Rahma.

"Estaba contenta de que mis hijas respetaran el islam", recuerda Hamrounni.

Comenzaron a vestir una niqab, un velo negro con una apertura en los ojos. Dejaron de mirar televisión, salvo programas religiosos. Ya no estrechaban sus manos con hombres. Urgieron a sus hermanas menores a abandonar la escuela porque era secular y de "no creyentes".

Un día, Rahma tiró a la basura su guitarra y sus discos. La música occidental era ahora un tabú. Otro día, las hermanas arrojaron sus remeras de rock. Quemaron fotografías de ellas tocando música, aquellas con sus caras descubiertas.

Todas salvo la foto que su madre conserva en una caja.

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Más de 700 mujeres tunecinas se unieron al Estado Islámico y otros grupos terroristas en Siria e Irak, de acuerdo con el ministro de mujeres de la nación. Badra Gaaloul, una investigadora del Centro Internacional para Estudios Estratégicos, de Seguridad y Militares, estima que hay más de 1.000 mujeres islamistas radicalizadas en Libia, incluidas 300 tunecinas. Otras son de Sudán, Siria, Egipto y Marruecos, como también de naciones occidentales de Europa.

"Sirven como esposas, madres e instructoras religiosas para enseñar las leyes del Estado Islámico", indicó Gaaloul. "También son policías y entrenan para ser combatientes y suicidas".

Los investigadores notan más esfuerzos en las redes sociales para agrupar mujeres islamistas radicales en la ciudad costera de Sirte, en Libia, capturada por el Estado Islámico luego del caos que significó la muerte del dictador Muammar Gadaffi cinco años atrás. En tuits monitoreados el pasado otoño por el Instituto para el Diálogo Estratégico, las islamistas radicales urgían a sus seguidores a dirigirse a Libia, ya que las rutas a Siria desde Turquía estaban bloqueadas.

"Cuántos hermanos y hermanas enTurquía no pueden volver a casa y no pueden entrar en... Hagan sus visas y vayan al #EstadoIslámico en #Libia", escribió una extremista llamada "Zawjah Shahid" o "esposa mártir" en árabe.

Hacia 2014, Rahma y Ghofran participaron en ceremonias por el martirio de los extremistas islámicos tunecinos muertos en Siria. Por medio de redes sociales y websites, aprendieron acerca de los grupos armados que estaban luchando allí. Colocaron la bandera negra del Estado Islámico en sus habitaciones.

"Para ese entonces, había perdido el control de mis hijas", indicó Hamrounni.

También comenzaron a radicalizar a sus hermanas menores, Taysin y Aya. Compraron un rifle Kalashnikov de juguete y les enseñaron cómo usarlo. Les mostraron videos de cómo el Estado Islámico entrenaba a los más pequeños a usar armas. "Lo usamos para ver cómo ellos le enseñaban a los niños convertirse en francotiradores", dijo Taysin, de 11 años. "Ellas siempre me decían de unirme a ISIS e ir al terreno y luchar", manifestó Aya, de 13.

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Hacia fines de 2014, Hamrounni cruzó la frontera con su familia a la ciudad libia de Zawiyah para encontrar un trabajo. La violencia de la guerra no llegó allí. Entre semanas, Ghofran abandonó la casa. Dos días después, la familia retornó a Túnez. Hamrounni restringió los movimientos de Rahma, pero nunca frenó sus aspiraciones.

El último verano, ella también desapareció.

En Libia, mientras su hermana era una esposa con deberes completos de un militante, Rahma se entrenó en armas. Su madre piensa que ella estaba en Sabratha con otros extremistas tunecinos islámicos para lanzar un ataque en Túnez. Después del bombardeo de los Estados Unidos, la hermana fue capturada.

En una entrevista telefónica, Ahmed Omran, un vocero de la milicia libanesa, reconoció que las jóvenes estaban bajo su custodia, pero declinó continuar comentando al respecto.

Hamrounni ha ido a la televisión nacional y castigó al gobierno tunecino por no haber hecho más para liberar a sus hijas, aun sabiendo que sería detenidas. El ministro del Interior de Túnez no respondió a las llamadas y correos en busca de un comentario.

Hamrounni no permite que sus dos hijas menores accedan a Facebook. No las deja hablar con sus hermanas mayores las raras veces que ellas llaman. "No estoy con el Estado Islámico ahora", dijo Taysin, una niña preciosa vestida de rosa con un barbijo negro. Pero a medida que la conversación avanzó, se hizo evidente que todavía sentía cierta simpatía por la ideología de los militantes. "Los no creyentes deben ser asesinados", expresó. "Los no creyentes tratan de golpear al islam. Debemos combatirlos".

Junto a ella, una muñeca yacía en un estante. Taysin la llamó Rahma.

Cuando se les pregunta cómo se sienten de que sus hermanas se hayan unido al Estado Islámico, ella responde: "Hicieron lo correcto".

Sudarsan Raghavan - The Washington Post