Lejos del mundo occidental, en la cordillera del Himalaya, se alza el increíble reino de Bután, un lugar único en el que el gobierno decidió medir su bienestar con un Índice Nacional de Felicidad, en vez de utilizar un indicador clásico , como el Producto Bruto Interno (PBI).
Este país pequeño que fue hace poco visitado por Guillermo y Catalina de Inglaterra luego de su tour por la India, puede ser visitado por turistas recién desde 1974, aunque todavía se imponen restricciones económicas para impedir un gran flujo de viajeros. Esto genera a la vez grandes ingresos desde la industria turística, y previene el deterioro ambiental de este paraíso asiático donde la vegetación es más que protagonista.
Belleza natural, cultura y tradición. Estos quizás sean los pilares más importantes de la vida en Bután, un país del sur de Asia que limita con China y con la India. Tiene menos de 750 mil habitantes en una superficie de aproximadamente 38 mil kilómetros cuadrados, cuyo 70% es área forestal. Sí, es uno de los países más pequeños del planeta Tierra, pero la vida parecería ser mucho más pura que en cualquier lugar de Occidente, por lo que sorprende que según información recopilada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Bután haya quedado en el puesto número 84 dentro de una lista de 156 países. Algunos creen que la razón es que para el ránking se utilizaron variables más cercanas a valores occidentales, como el PBI per cápita o percepción de corrupción.
Los monarcas son el Rey Jigme -el más joven del mundo con 36 años, y educado en India, Estados Unidos y Gran Bretaña- y su esposa Jetsun, quienes gozan de una gran popularidad entre los butaneses y son comparados por los medios con Guillermo y Catalina de Inglaterra.
No demasiado se conoce sobre Bután, ya que el país asiático se enorgullece de su poco volumen de turistas que a la vez dejan grandes ganancias, debido a ciertos requisitos económicos que los viajeros deben cumplir para visitarlo. Por ejemplo, cada día que un turista permanece en Bután debe pagar U$D 250 por persona, por lo que una estadía de apenas cuatro días ascendería a U$D 1000, sin contar alojamiento, comida ni pasaje de avión, por lo que no es accesible para todos.
Durante siglos, esta nación se propuso defender su cultura a toda costa, por lo que recién en los '70 se abrió al turismo extranjero, aunque se trata de limitar en número. La televisión e internet fueron recién permitidas desde 1999. Sin embargo, el gobierno todavía tiene el ojo puesto en controlar las influencias extranjeras. Pero las cosas, aunque de manera muy lenta, están cambiando. Bután ya no está aislado del mundo. Los smartphones son ahora comunes en Thimphu, su capital, y los jóvenes utilizan las redes sociales como cualquier otra persona en el planeta.
Pero, obviamente, no todo es idílico, y no todos son felices. La esclavitud fue recién abolida en 1958, entre los jóvenes hay un 7% de desempleo, y luego de que en los '90 se aprobaran varias políticas más favorables para la comunidad tibetana -que tiene un gran ímpetu en la cultura butanesa- se produjeron varios enfrentamientos entre la minoría de nepaleses. Miles huyeron a campos de refugiados en Nepal, y sus estatus todavía son inciertos. Los que se quedaron, aún hoy en día sufren por la discriminación. La expectativa de vida entre la población es 66 para los hombres y 70 para las mujeres, según datos de la ONU y del Banco Mundial.
-actualmente supera este mínimo, con un 70%. Plantar árboles es una costumbre milenaria en Bután, ya que simbolizan larga vida, belleza y compasión. Para darse una idea de qué tan popular es, el país entró a la lista Guinness por romper un récord al plantar 50 mil árboles en tan sólo una hora durante el 2015. Todos estos valores se desprenden de su religión oficial, que es el budismo, aunque también se practica el hinduismo en gran medida.
Uno de los lugares más mágicos y espirituales de Bután es Paro Taktsang, el monasterio construido en el siglo XVII también conocido como el Nido del Tigre, un prominente sitio sagrado de la cultura himalaya budista, ubicado en las alturas del Valle Paro. Arribar a este lugar es razón suficiente para justificar un viaje a Bután, por su arquitectura y su atmósfera únicas.
Entre las tradiciones más populares del país se encuentran la música y la danza, que están basadas en el folclore y la religión local. La danza Cham quizás sea la más atractiva para los turistas, debido a la majestuosidad de los espectáculos, para los que se utilizan atuendos de colores y máscaras con detalles religiosos increíbles, que son hechas a mano por artesanos locales con madera o incluso cartón.
Sin dudas, Bután es un lugar único en el mundo, donde la modernidad está asentándose de a poco pero donde la cultura y la naturaleza todavía pisan fuerte, y, si sus habitantes lo logran, seguirán siendo los valores más relevantes del país a través de los tiempos.