Las imágenes que llegaron desde Canadá la semana pasada muestran árboles que arden y el cielo anaranjado por las llamas. Las columnas de humo se mezclaron con las nubes y fueron tan grandes que se vieron desde el espacio.
Cerca de 100.000 personas dejaron la región de Alberta, con poco más que la ropa puesta, en largas caravanas de autos y bajo una lluvia de brasas y ceniza. Fort McMurray, como otras localidades evacuadas, se volvió una ciudad fantasma. En los barrios a los que llegó el fuego, quedaron pilas de escombros donde antes había casas, y vehículos carbonizados.
El incendio, que ya arrasó con 220.000 hectáreas, sigue su carrera de espaldas a las zonas más pobladas. No se conoce su origen –tal vez nunca se sepa–, pero unas chispas alcanzaron para que se desatara. El viento, las temperaturas altas y la vegetación seca dieron combustible al fuego, que arderá durante meses aunque a un ritmo cada vez más lento.
¿Cuál es el futuro para la vegetación en las zonas afectadas? ¿Cómo podrá ayudar el hombre a que la naturaleza se regenere? ¿De qué manera afectó el cambio climático en el origen del incendio? Éstas son algunas de las preguntas que contestó para Infobae el profesor y experto en incendios Scott Stephens, de la Universidad de Berkeley, en California.
– ¿Cuál es el impacto ambiental de un incendio de esas características?
– Desde un punto de vista ecológico, no creo que haya ningún verdadero daño a largo plazo. Las expectativas son que el bosque se regenere bastante bien después del fuego. Tal vez el mayor daño sea el que sufrió la comunidad humana, con cientos de casas destruidas.
– ¿Es posible recuperar las hectáreas quemadas?
– En el bosque boreal, las coníferas, como la picea, tienen semillas encerradas en conos que las protegen del fuego. Estos son los árboles que más vimos en la televisión: altos, oscuros y consumidos por las llamas de pies a cabeza. Una vez terminado el incendio, se abren los conos y caen al piso las semillas, que germinan con las primeras lluvias. En algunas zonas, esas variedades alternan con árboles de hoja caducas como el álamo. Estos tienen brotes bajo tierra, en las raíces, que pueden crecer aún después de un fuego de mucha intensidad.
– ¿Qué rol tuvo el calentamiento global en el incendio?
– Los científicos canadienses pronosticaron en los años 90 que el cambio climático tendría un fuerte impacto en el país: aumento de la temperatura, la nieve que se derrite más rápido y la vegetación más seca. Es una realidad que ya está sucediendo. Creo, efectivamente, que el cambio climático tiene un impacto sobre el origen de los fuegos en esa región. Pero no es todo: las sequías de corto plazo, como el fenómeno de El Niño este año, también juegan un rol y predisponen la vegetación para fuegos masivos.
– ¿Cuáles son los tiempos para que se regenere el bosque?
– En las zonas mixtas, los álamos van a ser los más rápidos. Apuesto a que dentro de cinco años, habrá árboles de la mitad del tamaño que tienen ahora, mientras que la picea va a tardar más tiempo, hasta cincuenta años tal vez. Demorará décadas en volver a ser lo que era antes del incendio, pero el bosque volverá.
– ¿De qué manera el hombre puede ayudar a la naturaleza?
– Es probable que quieran tener un ojo sobre las especies no nativas, para que no dominen a otras. No mucho más que eso. El bosque se regenera solo, como pasó en el parque nacional de Yellowstone, en Wyoming, después del incendio del 88. Creció de forma magnífica y sin intervención por parte del hombre.
Diferente es la situación en los estados de California, Arizona, Nuevo México, en partes de México o incluso de la Argentina, donde los fuegos ocurren con más frecuencia –cada 10 o 15 años, en lugar de 100 o 150– y en los que los árboles no tienen conos cerrados para proteger las semillas del fuego.
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