Primero lo primero. Mauricio Macri y lo que se conoce como el movimiento obrero organizado tienen una coincidencia básica: quieren que al Gobierno le vaya bien porque lo que amenaza, agazapado, es un kirchnerismo con ánimo de secta fundamentalista y vocación de imponer un modelo fracasado.
Dicho esto, vayamos a lo que sigue. El a href="https://www.infobae.com/" rel="noopener noreferrer" peronismo/a y el sindicalismo peronista fueron la columna vertebral de 12 años de kirchnerismo. Es verdad que estaban hartos de Cristina Kirchner y su agrupación, La Cámpora, por eso se alegraron cuando aceptó colocar a Daniel Scioli como candidato. Pero ni en las peores pesadillas imaginaron que podría perder. Todavía están procesando esa derrota inesperada, echándose la culpa unos a otros, ensayando gestos de humildad que habían perdido hace tiempo, escuchando a los que ya no escuchaban.
Para colmo, el que les ganó, es un niño rico, uno que "no entiende la política", alguien que representa casi todo lo que odian o, por lo menos, la cuna de oro que hubieran querido tener y no les tocó. Y no es manejable como Scioli, que a cada uno le decía lo que quería escuchar y dejaba a todos contentos.
Con Macri eso es imposible. Ansiosos por no perder el respaldo de sus bases angustiadas por las dificultades de llegar a fin de mes, impulsaron una agenda parlamentaria de neto corte populista, la que conoce el 49 por ciento de la población que no votó a Cambiemos y que cree en el voluntarismo de la economía. Pero a Macri, un Presidente que usualmente se toma demasiados días para salir al ruedo, tardó apenas un par de horas en anunciar que vetaría una ley de esas características. Es que tiene las mismas preocupaciones que los sindicalistas, pero no cree en sus recetas.
Lo que no es sorprendente fue la fenomenal convocatoria, que superó las 100 mil personas. Como siempre sucedió cada vez que el peronismo quedó fuera del poder, el sindicalismo fue el que tomó la delantera. Los viejos líderes sindicales son los que ponen el escenario para empezar el diseño del peronismo que vendrá porque vienen de cuatro años de recesión, el fracaso electoral y, además, se sienten rodeados de una izquierda que les disputa espacios gremiales en fábricas y algunas organizaciones. Sienten que no tienen tiempo que perder.
Curiosas fueron más las ausencias que las presencias. Estuvieron Scioli y Aníbal Fernández, los candidatos derrotados. En cambio, no estuvieron los dirigentes mejor posicionados en las encuestas, los que seguramente formarán parte del peronismo que viene. En efecto, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Diego Bossio y Florencio Randazzo ni siquiera mandaron adhesiones, cuidando prolijamente su imagen frente a las clases medias urbanas, siempre espantadas cuando aparecen en las calles las masas sudorosas con sus bombos tradicionales.
Otros que tampoco fueron de la partida son los militantes de La Cámpora, a pesar de que lo debatieron largamente con sus más habituales aliados, la gente del Movimiento Evita. Primero dijeron que no, luego que sí, y finalmente fue no. Cuando habían convencido a Cristina de la importancia de asistir llegó la información de que iría Scioli, quien a pesar de haber sido invitado se excusó de asistir al acto frente a Comodoro Py. Así fue que dieron marcha atrás. "No compartimos escenarios con traidores", transmitieron, erróneamente ilusionados con la posibilidad de que los invitaran a subir al palco.
Aunque no lo digan abiertamente, las derivaciones de Comodoro Py se transformaron en un problema para el peronismo. Nunca usaron zapatitos blancos, pero están espantados con las escenas "de alto contenido pornográfico" que se desprenden de las investigaciones de la ruta del dinero K, como le dijo a Infobae un dirigente peronista. Y agregó: "No me gusta lo que pasó con Zannini, pero yo puedo caminar por la calle sin ningún tipo de problema y hasta me animan a que siga adelante".
Con prisa y sin pausa, Lázaro Baéz se está trasformando en un cáncer que crece y toma las gestiones de Néstor y Cristina. "Deberíamos extirparlo de raíz, pero no es una operación que podamos hacer tan fácilmente", se lamentó el ex funcionario. Y en módica autocrítica también dijo que "hacemos que no lo vemos y pretendemos creer que no tenemos nada que ver con cada una de las estancias que la Justicia encuentra, pero fuimos parte de eso, porque sabíamos que Néstor buscaba plata enfermizamente, y no le pusimos freno".
Groso modo, el peronismo está dividido en tres. Una parte, es un núcleo compacto que adhiere fervorosamente a Cristina y promueve una gran revuelta social para provocar la caída de Macri y la restauración del orden anterior. Otro sector, en cambio, viene expresando desde afuera de las estructuras sus disidencias con el kirchnerismo, tiene poco territorio, pero alta consideración positiva en las encuestas. Son los que no estuvieron en la movilización frente al Monumento al Trabajo. Una tercera parte es la que José Luis Gioja logró nuclear detrás de la nueva conducción del Partido Justicialista, que asumirá formalmente en un acto en el Teatro Avenida, organizado por la Fundación Gestar, operativamente en manos de Mauricio Mazzón, que adelantó varios casilleros estas últimas semanas.
Es que fueron las gestiones del hijo del viejo operador peronista en la justicia electoral las que lograron destrabar las elecciones internas partidarias, primero con el juez de la Cámara Electoral, Santiago Corcuera (a quien considera un "compañero") y luego con la jueza María Romilda Servini de Cubría, que aceptó mansamente un fallo contrario a la suspensión de esos comicios que ella misma había dictado. Parece que los almuerzos quincenales que el fallecido "Chueco" Mazzón tuvo por años con la magistrada endulzaron especialmente el vínculo.
Gioja está especialmente feliz. No solo porque logró el respaldo para su lista de 20 presidentes del PJ provinciales, sino porque pudo abortar una maniobra kirchnerista que lideraron Jorge Capitanich y el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, para armar una competencia, algo que -sabemos- a los peronistas no les gusta.
Hasta que quede configurado un peronismo capaz de ganarle a Macri las legislativas del 2017 y las presidenciales del 2019 falta todavía que pase mucha agua bajo el puente. Pero después de la sobreactuación a los que lo sometió Cristina desde el 13 de abril, cuando fue citada a indagatoria por el juez Claudio Bonadio, están conformes porque la última semana lograron influir en la escena pública, con una clara victoria en el Senado y una movilización como la que nadie puede convocar a esta altura.
Ese mismo día fue aprovechado por los estrategas del PRO que, en parte, fue un mensaje a los que les dicen que no hacen política. Encargado del cierre, y mostrando que le dolieron las críticas a la comunicación del Gobierno, Marcos Peña recomendó a la dirigencia que lea dos notas aparecidas en las últimos días, una de Luis Alberto Romero en Clarín ("Lo malo de pedirle a Macri lo mismo que a Cristina") y otra de Eduardo Fidanza en La Nación ("La Argentina en busca de un autor")
La nueva conducción del PRO exhibió la representación a escala nacional de ese partido que tiene poco más de diez años, con el que ya aprendieron a ganar elecciones, y que ahora tiene el encargo de volver a la calle para defender la gestión.
Cada línea de poder tiene su lugar en la nueva estructura, medida milimétricamente entre Peña, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti, José Torello y Emilio Monzó.
- ¿Y de Macri pusieron a alguien?, preguntó Infobae.
- Macristas somos todos, fue la respuesta. Sonó peronista, pero no, nada que ver.