Escena: tarde en la noche o madrugada. Una persona se dirige hacia la heladera con hambre y cuando la abre todo le parece maravilloso, tan tentador que hasta lo que otrora era insípido es un placer para los sentidos.
Todos pasaron por una situación similar, los sentidos parecen expandirse y tanto el aroma como la apariencia de la comida adquieren un significado totalmente nuevo. Según un estudio del Instituto de Neurobiología Max Planck, de Alemania, la razón radica en lo que sucede en el cerebro cuando se tiene hambre.
El trabajo reveló que la dificultad a resistirse a cualquier boca cuando se tiene hambre es que el proceso químico del hambre aumenta las percepciones sensoriales sobre los alimentos.
Para llegar a esta conclusión, los científicos estudiaron las respuestas del pez cebra o danio cebra a diferentes tamaños de estímulos visuales, que se movían frente a él.
La selección de este animal se debió a que tiene una estructura de cerebro similar a los humanos y, al ser transparentes, los científicos pueden utilizar métodos de teñido para observar con claridad los cambios en la actividad de las células nerviosas.
Normalmente, los peces perseguían los puntos pequeños y huían cuando aparecían los grandes, mientras que algunos se acercaban y otros evitaban los de tamaño medio.
Por otro lado, los investigadores descubrieron que el pez cambiaba su comportamiento cuando tenían hambre: los animales hambrientos tendían a perseguir a los puntos con mayor frecuencia de lo que lo hacían aquellos que estaban saciados.
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