Giulio Regeni, originario de un pueblo del norte de Italia, fue secuestrado el pasado 25 de enero en El Cairo, donde realizaba trabajo de campo para su doctorado para la Universidad británica de Cambridge. Diez días después, el joven de 28 años de edad fue hallado muerto en una zanja, en las afueras de la capital egipcia.
El cuerpo de Regeni presentaba claros signos de tortura: fracturas múltiples, quemaduras de cigarrillos, las dos orejas amputadas, las uñas arrancadas y otras lesiones propinadas con un arma blanca. Además de recibir puñetazos y patadas -el joven tenía siete costillas rotas-, Giulio fue electrocutado en los genitales, según datos filtrados de la autopsia.
"Cuando entré en la morgue de Roma para el reconocimiento formal, lo pude identificar por la punta de la nariz. Porque su rostro no era más el suyo", señaló Paola Regeni, la madre del joven, ante la Comisión de Derechos Humanos del Senado italiano, donde compareció a finales de marzo.
"Tal vez las ideas de Giulio no gustaban", sostuvo Paola, cuyo hijo realizaba una tesis sobre los sindicatos obreros egipcios.
Regeni desapareció tras salir de su casa para encontrarse con un amigo en una estación de metro cercana. El secuestro ocurrió el día en que se conmemoraba el quinto aniversario de las revueltas populares que acabaron con el derrocamiento de Hosni Mubarak. La ciudad se encontraba entonces bajo un enorme control por parte de las fuerzas de seguridad.
La policía egipcia asegura que Regeni fue víctima de una banda criminal dedicada a secuestrar a extranjeros, una versión desestimada por Roma.
Los investigadores italianos demostraron que gran parte de los objetos personales de Regeni presentados como elementos de prueba no le pertenecían y que su tarjeta bancaria no había sido usada desde el día de su secuestro, señal de que el crimen no fue por dinero
En la prensa italiana, las sospechas pesan sobre las fuerzas de seguridad egipcias y su historial de violaciones a los derechos humanos, lo que el Gobierno niega.
La semana pasada el diario italiano La Repubblica difundió correos anónimos en los que un presunto miembro del aparato policial egipcio relataba las torturas a las que había sido sometido Giulio.
Pese a la promesa del presidente Abdel Fattah el Sisi de colaborar con la investigación, la fiscalía egipcia se negó a entregar los registros telefónicos pedidos por las autoridades italianas y tildó la solicitud de "inconstitucional" e "ilegal".
El embajador italiano en El Cairo, Maurizio Massari, abandonó Egipto el pasado domingo 10 de abril, después de que el Gobierno de Italia lo llamara a consultas para protestar por la falta de avances en la investigación sobre el asesinato del universitario.
Tras la muerte de Regeni, la comunidad universitaria internacional exhortó a las autoridades a investigar las circunstancias del asesinato, en un texto firmado por más de 5.000 académicos y difundido por el diario británico The Guardian.
En una ceremonia privada, celebrada a mediados de febrero para despedir a Giulio, su madre leyó el siguiente mensaje: "Gracias por la enseñanza que me dejas: la energía que tenías para defender tus ideas permanecerá en mi corazón, así como tus ideas sobre cómo amar, cómo entender y cómo construir la tolerancia. Te amo".
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