1995. La joven alta y desgarbada, de piernas suaves y eternas, terminaba el secundario en la ciudad de Necochea con uno de los mejores promedios de la clase y se instalaba sola en Tandil para estudiar Veterinaria. 1996. Guillermina cursaba sin dificultad el primer año de su carrera universitaria, se juntaba a estudiar con sus compañeros, era de las mejores de la clase, hasta que Clic, el caos: "Dejo la carrera", le dijo a su padre, casualmente veterinario, y sin dudarlo regresó a Necochea sin saber que hacer. Así estuvo, con toda la familia en contra, hasta que un scouting de modelos de Pancho Dotto llegó a Villa Gesell y ella, audaz, se presentó. Y ganó.
"Modelar no era mi sueño, pero lo veía como una posibilidad de trabajo, como un escape", dirá más tarde. Así fue como se instaló en Buenos Aires para convertirse en una de las famosas chicas Dotto de los 90. Después de fue a Miami, a New York, viajó por todo el mundo, hasta que quiso volver a la Argentina porque extrañaba a su novio, sus amigos, su gente. Luego, el amor.
Un noviazgo con Sebastián Ortega, un matrimonio, tres hijos y una casa en las afueras de la ciudad. Hasta que llegó Marcelo, el amor, el huracán mediático, la exposición a flor de piel. Y una mudanza al centro, un reencuentro con su vida profesional, una empresa propia y el gran desafío: protagonizar una obra enorme en la calle Corrientes. "Los miedos -dijo Guillermina- se transformaron en desafíos, y las ganas de crecer se vieron potenciadas por un hombre imparable".
En el medio de la producción que realizó para la revista El Planeta Urbano, Valdés contestó de todo: amor, trabajo, maternidad y confesiones en una charla íntima.
Eso fue al principio, ya no.
No sé si insegura, pero había algo que me hacía dudar si mi camino era el correcto o no, si iba a poder hacer todo con los chicos, con los tiempos. Me ponía muchas excusas, y al principio de nuestra relación me pasaba que Marcelo me decía: dale, anímate. Pero hoy ya no, ya no tengo esos miedos.
Creo que en realidad Marcelo y yo somos muy parecidos, y que en esta etapa de mi vida estamos viviendo cosas muy similares. Ahora me vinculo con su energía, primero porque estoy muy enamorada y segundo porque los dos tenemos mucho que ver.
Por primera vez en mi vida sentí que tenía la oportunidad de trabajar de lo que amo.
No, no dudé nunca. Sí sentí todo ese vértigo y miedo que le pasa a muchos actores antes de salir al escenario; eso de angustiarse, quedarse sin voz. Pero no tenía que ver con la duda, sino con el vértigo y la emoción de ser actor y exponerte a un público, que se levante el telón y estés sola en el escenario.
Sí, totalmente. Con el tiempo aprendés -por ejemplo- que no es lo mismo cuando te enamorás de una persona sin tener hijos y empezás a construir de cero, que cuando te encontrás con una persona desde otro lugar. Obviamente que se genera mucho amor, pero tratás de compatibilizar tus hijos y todo lo que traes de una relación anterior con este nuevo amor, y la verdad que en mi caso se dio muy bien así.
Y eso también es genial. Hay días en los que tenes horarios diferentes y cada uno va a su ritmo. No es garantía de nada un casamiento, un papel. En los tiempos que vivimos está bueno poder elegir cada día.
Para nada. Y volvemos a lo que hablábamos del prejuicio: que Marcelo esté rodeado de toda una situación de éxito y exposición no significa que vaya a pasar nada, yo tengo amigas que tienen maridos con perfil bajísimo, tipos normales, y les pasa de todo.
Me encanta, porque yo tengo mis cuatro hijos y necesito mi espacio con ellos.
Claro, a mí me encanta que mi pareja se vaya a almorzar solo con sus hijos en el momento que quiera y que yo tenga mis espacios con los míos.
Por ahora no, pero cuando mis hijos sean más grandes no descarto la posibilidad de adoptar, porque me parece un acto de amor muy grande.
Bueno, es que me parece un acto de amor enorme. Cada vez que veo un niño me conmuevo.
Un poquito en cada lugar. En mi empresa, en mis hijos y en una película que voy a co protagonizar con Benjamín Vicuña y la China Suárez. Daniela Goyi, la directora de Abzurdah, me fue a ver al teatro y a partir de eso me llamó para este papel, que me tiene muy entusiasmada. Estaba deseando hacer cine y que me dirija un buen director, así que no puedo estar más feliz con este proyecto.
Es muy fuerte cuando se dicen cosas que están muy lejos de la realidad. Se arma una rueda sin fin, en la que salís a aclarar cosas y es peor porque el otro redobla la apuesta y se arma algo imparable. A veces el silencio es lo mejor para detener las cosas.
No, porque cuando desconecto y me voy a de vacaciones, a la semana digo "ya está", y necesito volver al ruedo. Soy inquieta y quiero hacer cosas diferentes todo el tiempo.