Era uno de sus shows habituales, en el municipio de Karawang, en Java Occidental. Rodeada de serpientes, cantaba y bailaba, mientras las movía de un lado a otro y se las enroscaba en el cuerpo. Ya lo había hecho muchas veces. Pero en esta ocasión, algo salió mal.
Sin darse cuenta, le pisó la cola a una de las cobras con las que jugaba arriba del escenario, que en respuesta la mordió en el muslo. Lo lógico habría sido suspender el espectáculo y seguir los consejos de los encargados de amaestrar a estos animales, que la acompañaban a cada presentación. Así su vida no habría corrido peligro.
Sin embargo, por motivos que aún se desconocen, Irma Bule no hizo nada de eso. Primero se rehusó una y otra vez a tomar el antídoto que le ofrecían sus colaboradores. Y segundo, siguió cantando como si nada durante 45 minutos.
Como era de esperar, cuando el veneno empezó a hacer efecto, su cuerpo ya no resistió. Se desplomó y empezó a vomitar y a convulsionar, según relataron los testigos. Fue trasladada a un hospital cercano, pero era demasiado tarde. Murió pocos minutos después de llegar.