INTRODUCCIÓN
Este libro trata sobre la experiencia bélica de los pilotos militares de los dos escuadrones del Grupo 5 de Caza de la Fuerza Aérea Argentina, en el conflicto angloargentino por las Malvinas e Islas del Atlántico Sur entre el 1, 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Dicho en otras palabras, este libro trata acerca de cómo estos pilotos experimentaron la única guerra internacional en la cual intervino la República Argentina en el siglo XX, y qué experiencia hicieron al participar en ella a bordo de los aviones A-4B Skyhawk. Hablo de "experiencia" porque me interesa averiguar no tanto qué hicieron en la contienda, de lo que se ocuparon ya varios libros argentinos y extranjeros, sino analizar cómo lo hicieron y qué fue Malvinas para ellos. [...]
I. ¿Qué hicieron?
En la guerra de 1982 participaron personal y medios de las tres fuerzas armadas argentinas —el Ejército Argentino (EA), la Armada de la República Argentina (ARA) y la Fuerza Aérea (FAA). Las tres habitaron el espacio aéreo en una variada gama de aeronaves [...]
Con respecto a la autoría institucional, historiadores militares y civiles de la campaña aérea de Malvinas concuerdan en que los pilotos de la Fuerza Aérea hundieron cinco de los siete buques hundidos durante el conflicto, dejaron fuera de combate a cuatro de los cinco atacados por la aviación, y dañaron a 10 embarcaciones, sin contar el ataque a los dos portaaviones, el HMS4 Invincible y el HMS Hermes, afirmado por la Argentina y no reconocido por Gran Bretaña hasta el momento de escribir estas líneas. Además, los oficiales de la Fuerza Aérea realizaron diversas acciones sobre las posiciones enemigas en su avance a Puerto Argentino, incluyendo el ataque a las fragatas que asediaban a la capital isleña y a sus elevaciones circundantes desde el 1 al 12 de mayo, el ataque a las fuerzas de desembarco británicas en San Carlos, Darwin y Goose Green (20-27 de mayo) y en Bahía Agradable (8 de junio), y al puesto comando de las fuerzas británicas terrestres ubicado entre Monte Kent y Monte Dos Hermanas (Two Sisters) (13 de junio). [...]
Los pilotos de A-4B participaron de la batalla aérea con sus dos escuadrones de la V Brigada Aérea. Cada escuadrón tenía dieciséis integrantes además de su jefe, algunos adscriptos y oficiales que acababan de pasar a otros destinos pero que se reincorporaron por propia decisión a la unidad para ir al frente de batalla. En su presentación institucional, la Fuerza Aérea resume la actuación de este sistema de armas7 de la manera siguiente:
• Hundimiento de cuatro de las siete naves alcanzadas por fuerzas argentinas [la fragata HMS Antelope (23 de mayo), el destructor HMS Coventry (25 de mayo), el buque de desembarco logístico RFA8 Sir Galahad (8 de junio) y el lanchón de desembarco LCU9 Foxtrot 4 (8 de junio)].
• Daño irrecuperable a corto plazo de tres de las cinco naves alcanzadas por fuerzas argentinas [el destructor HMS Glasgow (12 de mayo), la fragata HMS Argonaut (21 mayo), el buque de desembarco RFA Sir Tristram (8 de junio)].
• Avería de cinco de las doce naves alcanzadas por fuerzas argentinas desde aire y desde tierra [fragatas HMS Brilliant (12 de mayo), HMS Ardent (21 de mayo), HMS Broadsword (25 de mayo), HMS Plymouth (8 de junio) y el auxiliar RFA Sir Lancelot (24 de mayo)]. [...]
Durante y después del conflicto, protagonistas británicos de primer orden político y militar opinaron sobre los pilotos argentinos: "Pienso que los pilotos argentinos están mostrando mucho valor", dijo el Secretario de Defensa Británico John Nott el miércoles después de haber perdido un destructor y un buque logístico por la acción de los atrevidos pilotos argentinos. "Sería estúpido que dijera otra cosa", agregó el Secretario Nott (Miami Herald, 1982, mi traducción).
"Los ataques casi suicidas de los argentinos, los daños a los buques de superficie, los muchos actos de heroísmo y valor son de conocimiento público" (jefe de la Fuerza de Tareas Británica, almirante Sandy Woodward 1983:30, mi traducción).
Los capitanes de los buques atacados por estos pilotos dijeron cosas parecidas: "Que los argentinos se mantuvieran volando pese a los riesgos y pérdidas (51 aviones en los primeros cinco días) (sic), fue una muestra de coraje y merece nuestro profundo respeto" (capitán C. H. Layman, HMS Argonaut, 1983:39-40, mi traducción).
"Desde el 21 de mayo, sin embargo, los argentinos sabían exactamente dónde estaban estacionados sus blancos y, aún más, eran capaces de hacer su aproximación final por tierra, cruzando la Isla Gran Malvina, donde los montes los protegían de una temprana detección por el radar 'clutter'. Ésta fue una situación ideal para que los argentinos desplegaran su alto grado de destreza en vuelo y su fanático valor" (capitán David Hart-Dyke, HMS Coventry, en Lewis 1984:26, mi traducción). [...]
Sea como fanatismo-coraje-heroísmo, sea como operaciones inéditas, la actuación de los pilotos militares aparece siempre como sorprendente para propios y extraños. Desde la perplejidad, los observadores se preguntan cómo fue posible que estos pilotos atacaran con eficacia y contundencia (infligiéndoles "daños fuera de toda proporción") a una fuerza tecnológica y militarmente superior (la segunda fuerza naval de la OTAN). Y agregan que aquella eficacia se logró pese a "carecer de adiestramiento" y de medios adecuados para desarrollar la guerra en el mar y contra objetivos predominantemente navales. Es decir: los logros de la aviación militar se impusieron pese a carecer de experiencia. Es esta aparente contradicción la que hace particularmente interesantes a los oficiales de A-4B, uno de los sistemas más eficaces en la guerra contra la Royal Task Force. Y más interesantes aún si se los pone en relación con otras unidades, armas y rangos de desempeño bélico, y con los modos en que la literatura se refirió a todos ellos.
II. Treinta años de historias
[...] Malvinas y sus protagonistas directos e indirectos, quienes escriben y quienes no, llevan sobre sí las mismas antinomias de la historia argentina que acompañaron la transformación de una cuestión pendiente de soberanía (desde 1833) en una causa nacional y popular desde 1870 y, más decididamente, desde 1910 (Guber 2001, Lorenz 2014).
Que las dos etapas —el Proceso de Reorganización Nacional referido alternativamente como "dictadura", "gobierno militar", "autoritarismo", por un lado, y la "apertura", "transición", "democracia", "desborde", "período constitucional", por el otro— estuvieran conectadas por una guerra internacional inspirada en una causa sentida como justa por los argentinos y conducida por un gobierno ya sentido como impopular, complica más las cosas porque introduce a la Guerra de Malvinas en una antinomia, ahora sí, netamente nacional. Hay quienes la llaman "remedo fascista", "huida hacia adelante", "aventura absurda", y quienes la ponderan como "guerra justa" y "gesta heroica"; quienes la caracterizan como una extensión del terrorismo de Estado al campo internacional, y quienes la definen como un acto en defensa de la patria. Hay quienes afirman que fue la prueba de fuego no superada por los militares argentinos, "más habituados a reprimir a sus compatriotas que a prepararse para defender los intereses de la nación", y quienes dicen que fue la demostración de la voluntad de lucha contra la segunda potencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN, su sigla en español). Pero estas oposiciones se esgrimen más en el terreno de los principios político-filosóficos que en el del análisis concreto, donde el gran ausente es la guerra real o, mejor dicho, las guerras hechas y vividas en el campo de batalla. Para recuperar esta dimensión contamos casi exclusivamente con el ensayo periodístico que comenzó simultáneamente con el hecho bélico, y con los escritos de quienes fueron sus protagonistas directos. Estos últimos se expresan en dos formatos: el informe institucional (EA 1983, Moro 1985, DEHFAA 1998, entre otros) y el testimonio de los soldados conscriptos, los suboficiales y los oficiales de las tres fuerzas armadas y de seguridad. Todos ellos aprendieron la guerra en carne propia y en toda su complejidad, aunque a la hora de ser leídos se los interprete según la antinomia de turno.
Así sucedió con una figura que se convirtió en emblemática del campo de batalla para el "bando democrático" y que sustentó las primeras interpretaciones que la sociedad se hizo sobre la guerra durante la transición democrática: el soldado conscripto que en la Argentina llamamos "excombatiente" o "veterano de guerra", arrastrado al campo de batalla sin el entrenamiento ni el equipamiento necesarios para enfrentar a fuerzas profesionales como las británicas, puro objeto de abuso físico y psicológico por parte de superiores que lo abandonaron a su suerte o que lo utilizaron como simple "carne de cañón". Esta imagen es la que difunden los escritos, en su mayoría periodísticos, y las películas de ficción de mayor circulación e impacto (Los chicos de la guerra, Camín 1985 e Iluminados por el fuego, Bauer 2007), aunque no siempre ni necesariamente sea la imagen sostenida y compartida por los mismos exsoldados ni por los militares que participaron con ellos en el teatro de operaciones.
Sin embargo, esta imagen sigue poblando la literatura sobre Malvinas que se pretende crítica, con anécdotas que destacan los rigores de la guerra atribuidos a la irresponsabilidad y a la inmoralidad de sus superiores, algo así como una metáfora de la historia argentina reciente y del último gobierno de facto: los conscriptos representan a la sociedad civil argentina en el campo de batalla y el campo de batalla es interpretado como un centro clandestino de detención de compatriotas inocentes.
Esta construcción dice basarse en los escritos testimoniales de los exsoldados a poco de regresar en 1982. Pero aquellos escritos son mucho más matizados. Encontramos allí la historia vívida del reclutamiento y el deseo de ir a las islas junto a los compañeros pese a una reciente baja; la partida, el traslado al archipiélago o a las unidades navales y aéreas, los preparativos, la incertidumbre de los soldados novatos, las condiciones ambientales, materiales y afectivas de la vida cotidiana en las posiciones, los cambios ante la llegada del enemigo al Atlántico Sur, el inicio de las acciones armadas, el bombardeo nocturno, la relación de camaradería entre pares y con algunos superiores, la relación de subordinación correspondida y la no correspondida con los superiores inmediatos y diferidos, la relación epistolar e imaginaria con los seres queridos y con "el pueblo argentino", las privaciones derivadas del hambre y el aislamiento de algunas posiciones, la exposición constante a la humedad en bajas temperaturas desde posiciones fijas, las guardias, las misas, el 25 de mayo, el disciplinamiento y los castigos de distinto tenor infligidos por los suboficiales y los oficiales ante la desobediencia, el desaliño o la ofensa a la propiedad kelper; las excursiones furtivas a los depósitos a buscar comida, la muerte y la automutilación, la llegada del enemigo a las posiciones y el combate, los actos de solidaridad bajo fuego, los superiores conteniendo y haciéndose o no responsables de sus subalternos, el grito de los heridos, el paso por el hospital, el repliegue, la rendición, la entrega de las armas, el regreso a las unidades militares del continente, la firma del pacto de silencio acerca de lo visto, oído y actuado en las islas y, finalmente, el reintegro en sus diversas modalidades, más y menos conflictivas, a los hogares y a la vida civil, la relativa indiferencia de la población y la adultez incompleta hasta cumplir los 21 años, la mayoría de edad legal. En suma, los escritos testimoniales de los exsoldados son profusamente vivenciales y están muy lejos de las visiones maniqueas que sólo los caracterizan como "carne de cañón" o como puros "héroes".
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El problema que presenta la guerra aérea para la antinomia cívico-militar es que, según los estándares bélicos argentinos, británicos, estadounidenses y europeos, el desempeño de la aeronáutica militar argentina fue sobresaliente. Tal ponderación se pone de manifiesto en las revistas especializadas de las Fuerzas Armadas de los EE.UU. y de Gran Bretaña, en la programación de los mass media ingleses, en los homenajes virtuales y presenciales de la Royal Air Force y del Estado Mayor del Reino Unido a los pilotos argentinos, y en las largas colas de admiradores que año tras año asisten al puesto de Ediciones Argentinidad en la Feria del Libro de la Ciudad de Buenos Aires, y esperan hasta dos horas para que Carballo les firme un ejemplar y se saque una foto con ellos.
¿Cómo congeniar estos datos con nuestros esquemas dicotómicos?
¿En qué punto de la antinomia soldados vs. militares cae el desempeño superlativo de, al menos, algunos elementos aeronáuticos? Acaso sea tarea de las ciencias sociales, todavía renuentes a internarse en la materia bélica de nuestra última contienda, interrogar dichos esquemas e integrar a los profesionales de la guerra al mundo sociocultural argentino. Y acaso sea la exitosa aviación militar la que nos ayude a quebrar las vanas certezas con que aprendimos a entender Malvinas.
Extracto de Experiencia de Halcón, de Rosana Gruber (Sudamericana, 2016)