Pensar en una intervención militar de países musulmanes en Siria e Irak resulta ingenuo, declaró a la agencia Reuters el pasado domingo el canciller sirio Walid al Moallem, a la vez que ratificó su advertencia de semanas atrás de que cualquier tropa terrestre que entre a su país "regresará a casa en ataúdes".
De hecho, la estrategia occidental de dejar a los vecinos árabes hacerse cargo de la situación militar del conflicto no ha teniendo efecto alguno en los últimos dos años. Tal actitud de la comunidad internacional ha llevando al fortalecimiento de Irán en la región. Teherán lo comprendió en el terreno sirio y hoy se extiende a varios puntos de África sabiéndose momentáneo ganador en Siria, Yemen e Irak. Los jomeinistas conforman un régimen totalitario y patrocinador del terrorismo, pero astutos; y no disimulan su interés en liderar el mundo musulmán contra Occidente. El general Hassan Firuzabadí, jefe del Centro de Mando Conjunto de las Fuerzas Armadas, declaró a la agencia rusa RT que "Irán ayudará a los musulmanes que lideren la revolución islámica en el continente africano".
Al tiempo, la tentación europea de buscar la colaboración de Rusia para acabar con el ISIS manifiesta un profundo error estratégico, ya que su destino será el de someterse al chantaje ruso y acabará siendo rehén de Moscú. La presencia de Putin en Siria y la influencia o expansión de Irán en Irak serán –a largo plazo– un enorme error geopolítico por el que los europeos pagarán alto costo.
Putin es el principal factor de inestabilidad en el este de Europa, nunca será un aliado real de los europeos y su fortalecimiento en Siria –a pesar de un supuesto retiro parcial de Moscú de allí– traerá en el futuro más y mayores problemas en el flanco europeo occidental.
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