Tres de cada 10 cubanos ya trabajan en el sector privado

Entre el achicamiento de los gastos del Estado, la creación de un espacio para el mercado capitalista y el resurgimiento de inequidades, la transición económica provoca cambios en la sociedad

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No hace falta llegar hasta La Habana Vieja y comer en Doña Eutimia, uno de los mejores restaurantes de América Latina según Newsweek. No hace falta ir a la Fábrica de arte cubano, el emprendimiento cultural privado del músico X Alfonso que constituye la gran movida actual en la capital de Cuba. No hace falta esperar pacientemente el turno en La casa del gelato, frente al hotel Copacabana, para acceder a unas cremas heladas que —según los locales— superan a las de la tradicional Coppelia. En cualquiera de los barrios populares de la ciudad y otros en la isla —Camagüey, Pinar del Río, Santiago de Cuba— se perciben los cambios cotidianos que causa en Cuba la emergencia del sector privado.

Y también las consecuencias sociales, como la inequidad ascendiente, un fenómeno que ya se observó cuando cayó el Muro de Berlín y cuando China y Vietnam abrieron su economía socialista y planificada para el capitalismo de mercado.

Sobre la misma calle Santa Catalina, del municipio 10 de octubre, donde se halla una Tienda Panamericana (propiedad del gigante estatal CIMEX, 80 empresas desde gasolineras hasta una zona franca, desde el turismo hasta las finanzas), conviven la Cooperativa novedades —un cartel anuncia "Se reparan colchones a domicilio, Calidad y rapidez—, el Taller de impresión y diseño global Print, la dulcería Al pan, pan y, por supuesto, varias casas particulares de hospedaje. En el correo estatal, la Zona Postal 5, se ofrecen los servicios locales y también los de DHL, y en otra Panamericana —unos metros más adelante, sobre la calzada 10 de octubre—, se ofrece el movimiento de dinero por Western Union.

Lo más asombroso es menos la mezcla —que tiene mil equivalentes: en las calles circulan automóviles Lada y Moskovich tanto como Toyota y Peugeot— que la expansión de los emprendimientos, desde minúsculos a medianos, de lo más variopintos: Uñas acrílicas; Acuario Trópico Azul (venta de peces y accesorios), Recarga de celulares y venta de tarjetas Nauta (para internet), Cafetería El Faro, Se arrenda espacio para comercial, Templo Obba (venta de figuras religiosas, hierbas, animales), carretillas ambulantes de vegetales y frutas.

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Desde que Raúl Castro reemplazó a su hermano Fidel a cargo del Gobierno, y sobre todo desde que en 2011 se aprobaron los Lineamientos Económicos, los cambios en la economía iniciaron una transformación que, en definitiva, debate el modelo de país. Y que no es ajena a los acontecimientos que se suceden desde que el 17 de diciembre de 2014 se inició el camino hacia la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

Hoy el sector privado ocupa al 27% de la fuerza de trabajo en la isla, una cifra sin precedentes en medio siglo. Y aunque inicialmente hubo desconfianza sobre las medidas —Fidel Castro había impulsado el cuentapropismo para paliar la crisis descomunal que siguió al fin de la Unión Soviética, y de su asistencia económica, pero luego canceló los permisos—, en los últimos cuatro años, el número de licencias para el trabajo por cuenta propia se triplicó.

En su origen, la Revolución Cubana hizo reformas económicas a toda velocidad: "Ya a fines de 1960, el peso del sector estatal llegó a dominar más del 80% de la industria, construcción y el transporte, y el 100% de la banca, comercio mayorista e intercambio exterior", escribió Ricardo Torres Pérez, profesor auxiliar del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, en "Un nuevo modelo económico en Cuba: el rol del sector privado", contribución al trabajo colectivo Miradas a la economía cubana: análisis del sector no estatal, compilado por Omar Pérez Villanueva y él mismo, publicado en 2015.

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Poco después, en 1968, la llamada Ofensiva revolucionaria nacionalizó lo que quedaba de propiedad privada: el comercio minorista y el transporte, principalmente.

Si las reformas de Fidel Castro languidecieron porque amenazaban con reacomodar el sistema de propiedad, las de Raúl Castro prosperan hoy precisamente por la misma razón.

Lo escribió en el prólogo a Miradas el Premio Nacional de Cuba en Ciencias Sociales, Juan Valdés Paz: "Este cambio, originalmente forzado por la crisis de los años 90, aparece en la segunda década de 2000 como una inversión consciente de la tendencia histórica a la estatización de la economía cubana".

Como parte de sus medidas de reforma —actualización del modelo económico, se dice en Cuba—, el actual presidente anunció medidas que sorprendieron y contribuyeron al fenómeno del trabajo por cuenta propia en el sector privado, como la eliminación de puestos estatales. Entre 2009 y 2014 se recortaron 596.500 puestos en el Estado. Una cantidad sustancial de cuentapropistas se registraron en el mismo período: 489.900 cuentapropistas.

La supresión progresiva de los subsidios y las gratuidades —incluida "la eliminación ordenada y gradual de la libreta de abastecimiento", según Lineamientos Económicos de 2011— y la disminución de la participación relativa del presupuesto del Estado en el financiamiento de la seguridad social (en tres años bajó 5,4%) también dan forma a esta transformación en curso. La posibilidad de que los ciudadanos puedan comprar y vender viviendas —otro sector con grandes necesidades acumuladas— es de importancia particular: el mercado inmobiliario se implementó en noviembre de 2011, y hasta marzo de 2012 se habían realizado unas 20.000 transacciones.

"Ya a fines de 1960 el peso del sector estatal llegó a dominar más del 80% de la industria, construcción y el transporte"

Torres Pérez distinguió en su trabajo que los sectores estratégicos y las exportaciones siguen siendo centrales para la economía planificada del socialismo. Los sectores minoristas, en cambio, permiten "un mecanismo gradual de traspaso de la gestión de unidades de pequeña dimensión hacia propietarios privados o cooperativas".

El presidente Castro, necesitado de comunicarlo con claridad, lo sintetizó:

—¿Dónde escribió [Karl] Marx que el socialismo consistía en colectivizar las peluquerías?

La sociedad híbrida que en este mismo momento se halla en metamorfosis es mucho más compleja que lo era —o aparentaba ser— la "pobreza con amparo", como se lee en "Timbiriches y otros negocios", parte del volumen Retos para la equidad social en el proceso de actualización del modelo económico cubano. El concepto, como refieren los autores Daybel Pañellas Álvarez, Jorge Enrique Torralbas y Claudia María Caballero Reyes: "Diferencia nuestras precariedades de otras realidades, especialmente las latinoamericanas". Hoy hay una nueva conformación de clases en la isla.

Valdés Paz dice que "se han incrementado las relaciones sociales no socialistas y se han elevado las tensiones intergeneracionales, raciales y de género".

Se puede comprender cualquier noche en Don Cangrejo, un bar con música a la orilla del mar, en el barrio de Miramar. Un sistema improvisado de valet parking estaciona autos modernos, que no han rentado turistas: es uno de los night-clubs preferidos de los cubanos con dinero.

En el país existen tres circuitos de comercio diferentes: uno de acceso exclusivo a los ciudadanos (la libreta de abastecimiento), otro independiente en moneda nacional, en general dedicado a los residentes; y otro para quienes acceden a la divisa. Estas diferencias hacen florecer el brokerage entre un nivel y otro, analizó la socióloga italiana Sara Romanó en "Circuitos comerciales y nuevas formas de desigualdades en Cuba", también publicado en Retos.

En Cuba existen tres circuitos de comercio diferentes

La posgraduada en La Habana detalló las ventajas de circular entre circuitos: "Independientemente del tipo de empleo (sea estatal o por cuenta propia) los individuos que se encuentran en posición de frontera entre circuitos tienen como promedio un nivel de vida significativamente más alto que los demás trabajadores que no disfrutaban de esta posición, sean administradores o profesionales de alto nivel, técnicos y obreros", derivados de ventajas sociales, económicas y de poder.

Pero entonces, ¿el mismo camino que habilitó el sector privado para mejorar la economía cubana alentó mayor desigualad y —como alertó Valdés Paz— el incremento en el término inferior de esa desigualdad: de la pobreza y la marginalidad social?

Pero entonces, ¿el mismo concepto de trabajo por cuenta propia engloba a la jubilada que vende encendedores en moneda nacional y al dueño de un paladar que emplea a varias personas y vende sus platos en divisa (24 veces más fuerte que el peso cubano)?

Sí.

En una encuesta entre 419 cuentapropistas de 57 actividades, la socióloga Geydis Fundora Nevot encontró "cambios en la estructura socioclasista de la sociedad cubana con riesgos para la profundización de las inequidades sociales por género, edad, raza, clase, grupo o estrato socieconómico". La profesora de FLACSO-Cuba halló también una proporción acorde: 12,7% de sus entrevistados son empleadores; 10,9%, empleados y 76,4%, independientes, un grupo menos glamoroso que lo que indica su nombre. El vendedor de periódicos. La manisera. El carretillero que vocea "¡La guayaba, el boniato, el ajo!" por las calles.

En su trabajo "Estrategia de potenciación del trabajo por cuenta propia y la equidad social", Fundora Nevot distingue entre "aquellos que disponen de mayor capital inicial previo, ya sea por la acumulación de dinero a través de su ejercicio como trabajador por cuenta propia legal o ilegal, por la remesa familiar, por la inversión extranjera (encubierta)" y aquellos que, sin esa ventaja inicial, están "en condiciones de sobrevivencia".

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En otro estudio, individual, Pañellas Álvarez investigó a 2.000 cuentapropistas, y los definió como un grupo tan heterogéneo que sólo se unifica por un criterio: "No trabajamos para el Estado".

En esa mezcla, la docente de Psicología de la Universidad de La Habana señala que en este grupo se da, más que en otros, una división entre los que tienen mucho y los que tienen poco: "Los primeros, asociados a las flotas de taxis, grandes paladares, boutiques, compañías de diseño; los segundos, a 'negocios de supervivencia', como carretilleros, bicitaxeros, maniseros". También se verifica una diferenciación de papeles: hay empleados y hay empleadores, y también hay independientes. En las descripciones se conformó "una imagen satanizada del empleador (o dueño, o jefe) que coincide con la que se represó a los dirigentes en investigaciones anteriores".

El tránsito de un aparato estatal centralizado e igualitarista a una producción con formas variadas de propiedad enfrenta todavía grandes dificultades. Algunas están en proceso de legislación: el acceso al crédito es difícil; la opción cooperativa es todavía compleja; la ausencia de mercados mayoristas y de diversidad de insumos encarece los costos; los controles impositivos son tan duros como ineficaces y la falta de capacitación redunda en servicios mediocres.

No obstante, en general, los cubanos hacen evaluaciones positivas de la posibilidad de trabajar por cuenta propia y de sus perspectivas.

Las razones centrales son las económicas y las relacionadas con la autonomía: la disponibilidad del tiempo, la mayor capacidad de decisión, la desaparición de la figura del funcionario jefe. Pero también se combinan con un imaginario sobre el porvenir: "El cuentapropista es ícono de futuro, desarrollo, emprendimiento, audacia", sintetizó las voces que escuchó. Y los autores de "Timbiriches y otros negocios" encontraron que 8 de cada 10 de sus entrevistados consideran que el sector privado podría prosperar.