Lo supremo, lo sublime, lo más exclusivo, la máxima expresión de una hecho se traduce en su valor monetario. La industria automotriz se emparenta a hechos, cosas, consignas que se engloban un el espectro multifacético de los autos, los elementos constructores de este todo. El campo automotor tiene una inagotable oferta de producciones de las facetas más diversas. Sus mejores creaciones manifiestan el potencial de fabricación de la industria. Y representan la referencia, el foco de lo que la ciencia entiende como futuro. La tecnología adoptó al auto para servir de vehículo comunicacional de sus facultades, sus dones, su idoneidad para traer a hoy las creaciones del mañana. Ese adelanto precisa inversión. Esa inversión sugiere costo.
Los autos que vienen del futuro suelen ser los mejores y también los más caros. Cifras exorbitantes que comúnmente traducen sus tecnologías de vanguardia en el precio. La lista de los diez autos más caros del mercado se actualiza a menudo. La irrupción en el mercado del Bugatti Chiron, el hoy reconocido mejor auto jamás inventado, obliga a reformular el ranking. Sueños sobre ruedas, coches aspiracionales, la mejor distinción de exclusividad, convites para unos pocos. Los autos más caros con licencia legal para ser manejados en tráfico abierto son pensados para el segmento del público más reducido. Ese grupo privilegiado suele estar integrado por magnates, actores, boxeadores, jugadores de fútbol, personalidades afines a invertir parte de su dinero en creaciones fastuosas, ostentosas.
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