La carta que Rodolfo Walsh envió públicamente a la Junta Militar en 1977, al cumplirse el primer aniversario del Golpe, es muy conocida y ha sido ampliamente difundida, a diferencia de otros escritos suyos de la misma época que apuntaban a la responsabilidad de la guerrilla.
Como miembro de la organización Montoneros, el escritor y periodista plasmó en una serie de documentos internos elevados a Mario Firmenich y otros jefes sus críticas a lo que consideraba una estrategia equivocada y suicida.
Por otra parte, elaboró una propuesta de ofrecimiento de paz, de cese de las acciones armadas y de repliegue organizativo que, de haber sido aplicada, habría evitado muchas muertes inútiles.
Es bueno recordarlo en momentos en que una vez más simpatizantes y ex integrantes de aquellos grupos se preparan para condenar el golpe de Estado de 1976 sin autocriticarse ni asumir responsabilidad alguna en los acontecimientos que ensangrentaron al país.
"Decidimos que las armas principales del enfrentamiento eran militares"
Las lúcidas advertencias de Walsh están contenidas en una serie de documentos internos elevados a los jefes montoneros. Por ejemplo, el 11 de noviembre de 1976, escribía: "Después del 24 de marzo del 76 (...), decidimos que las armas principales del enfrentamiento eran militares y dedicamos nuestra atención a profundizar acuerdos ideológicos con la ultraizquierda".
En el mismo documento, Walsh subrayaba otro hecho que enmascaran las encendidas condenas del presente, esto es, que la dictadura no estaba políticamente aislada en el país, sino que contaba con muchos apoyos: "No es cierto que haya fracasado el aperturismo [del Proceso]. Ejemplos: el PC [Partido Comunista] no participa en los conflictos, mientras negocia con el gobierno a través del Partido Intransigente y le paga viajes a Lázara y García Costa para que viajen al Congreso de la Internacional Socialista a defender a Videla; la UCR no rompe a pesar de todos los agravios, incluidos Solari Irigoyen y Amaya(1); la reacción de la Iglesia es tibia comparada con todo lo que han hecho y con los episcopados de Chile y Brasil, donde por mucho menos se enfrentan abiertamente con las dictaduras".
"No es cierto que no tengan armas políticas –insiste más adelante. Hacen toda clase de esfuerzos para no enajenarse a los partidos y a la burocracia sindical y logran resultados. La burocracia los ayuda a pasar la prueba de la OIT. Osella Muñoz y Vanoli se niegan a declarar por los derechos humanos en EEUU. Los radicales tienen varios embajadores (...). Ellos hablan con todos los que nosotros dejamos de lado para irnos a discutir con el ERP y el PC."
Walsh destaca que la dictadura tampoco estaba aislada en el mundo; contaba con el curioso respaldo del bloque comunista soviético
Siempre en el mismo documento Walsh destaca que la dictadura tampoco estaba aislada en el mundo, donde contaba con el curioso respaldo del bloque comunista: "Hay un notable exceso de optimismo. Al enemigo la situación internacional lo mejora. Consigue créditos para su objetivo inmediato de refinanciar la deuda y mantiene excelente relación con el bloque soviético que con su importancia los salva en el sector externo. La exposición soviética en Buenos Aires muestra que no se trata de coletazos de la relación con Gelbard sino de una política que se mantiene con el actual gobierno".
Un curioso pronóstico sobre la política de derechos humanos
Clarividente, el escritor alude significativamente a un futuro uso político de los derechos humanos: "Ya dijimos que no los vemos aislados a ellos [en el plano internacional]. Sobre derechos humanos, queremos agregar que es cierto que han perdido muchos puntos, pero esto forma parte de una política del imperialismo, que aprieta con dos pinzas: la económica y la de los derechos humanos, para mejor someter a nuestros países. Los mandan a matar y después aprietan. Además ahora van a institucionalizar los derechos humanos, creando comisiones dirigidas por ellos, para regular las denuncias como mejor les convenga".
"Nuestras armas también son violatorias de las convenciones internacionales"
Con honestidad intelectual, Walsh formula una autocrítica del accionar armado de Montoneros: "Nuestras armas también son violatorias de las convenciones internacionales". Y: "La ejecución indiscriminada de policías veda toda forma de acción política interna".
Y a la vez expone la verdadera actitud de las organizaciones guerrilleras respecto al golpe, en un párrafo que contradice la versión de sus voceros supérstites de hoy, que dicen haberse levantado en armas contra la dictadura, cuando en realidad lo hicieron antes, contra un gobierno democrático, constitucional: "Falta una autocrítica en serio, porque nosotros dijimos en 1974, cuando murió Perón, que queríamos el golpe para evitar la fractura del pueblo y, en 1975, que las armas principales del enfrentamiento serían las militares".
Su propuesta de paz
En un documento fechado el 13 de diciembre de 1976, Walsh esboza su propuesta para evitar un número cada vez mayor de bajas a su organización. Empezaba por reconocer "que las OPM [organizaciones político militares]" habían sufrido en 1976 "una derrota militar que amenaza convertirse en exterminio". Y luego elevaba una serie de puntos al "Consejo", es decir, a la jefatura de la guerrilla), en los que proponía un repliegue estratégico, resistencia en lo táctico, mimetizarse en el peronismo, "retirar del territorio nacional a la Conducción Estratégica y a las figuras 'históricas'" para reducir el riesgo de su captura o muerte, "definir la seguridad individual y colectiva como criterio dominante", para lo cual era necesario flexibilizar el funcionamiento de la organización tendiendo a una mayor autonomía de cada célula, para limitar el riesgo de captura – delación – captura...
Lo llamativo, lo indignante incluso a la luz del saldo luctuoso que dejó la represión, es que, de todo lo que propuso Rodolfo Walsh a la organización, lo único aceptado por los jefes montoneros fue su propia retirada del territorio nacional –hacia Europa, México o Cuba- mientras que la seguridad individual de cada militante que para él era la prioridad fue desatendida y se mantuvo el funcionamiento demencial que llevaba a las caídas en cadena.
De ese encadenamiento fatal fue víctima el propio Rodolfo Walsh el 25 de marzo de 1977, abatido en lo que él mismo había calificado como "citas envenenadas".
De haberse adoptado, la propuesta que había formulado para poner fin a la lucha armada y sacarle el cuerpo a la represión, muchas personas se habrían salvado, lo cual explica en buena medida la oscuridad en la cual los exégetas deshonestos de Rodolfo Walsh han mantenido estos escritos.
Su propuesta era que "ambas partes" reconociesen "la Declaración Universal de los Derechos Humanos"
El documento "Aporte a una hipótesis de resistencia", fechado el 2 de enero de 1977, sugería que Montoneros hiciese un "ofrecimiento de paz", reafirmando la justicia de su lucha pero reconociendo la derrota militar. Su propuesta era que "ambas partes" reconociesen "la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la vigencia de sus principios bajo el control internacional" y que "ambas partes" también reconociesen que "el futuro del país debe resolverse por vías democráticas".
"Lo primero, escribió Walsh, implica por parte del gobierno militar el cese de fusilamientos ilegales y torturas, la publicación de la nómina de detenidos, la vigencia del recurso de Habeas Corpus y el restablecimiento de la opción para abandonar el país para los detenidos no procesados". Y por parte de Montoneros, implicaba "el cese de toda acción militar antipersonal y el uso de las armas solamente en defensa de la vida o la libertad".
En un documento fechado el 5 de enero de 1977, Walsh advirtió que "en el último trimestre de 1976 el número de muertos en el campo popular osciló entre 200 y 300 por mes".
Los textos de Walsh desnudan las complicidades y fallos del arco político en 1976
En la célebre Carta Abierta a la Junta Militar, Walsh ya denunciaba "quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados" que eran "la cifra desnuda del terror". "Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio", acusaba.
Ese texto magistral de Rodolfo Walsh, en el que, con su estilo tan sobrio como contundente, trazaba un retrato de la dictadura jamás superado, fue ampliamente difundido desde el momento mismo de su publicación. Una suerte muy diversa es la que corrieron estas otras "cartas" de Walsh, escasamente difundidas y menos aún analizadas, como lo demuestra la ausencia casi total de autocrítica por parte de los principales responsables de la estrategia de esa organización que no sólo fue funcional al golpe sino al exterminio de sus propios cuadros.
La lectura de los documentos que Walsh escribía en paralelo con su carta abierta a la Junta Militar permite afirmar que, si sus propuestas no hubiesen sido desoídas, otra habría sido la suerte de muchos de los militantes cuyos nombres integran hoy la nómina de los desaparecidos.
Estos documentos actúan además como un revelador sobre la placa del escenario del 76, desnudando complicidades y fallos de buena parte del arco político en el pasado, y sus imposturas en el presente.
(1) Dirigentes radicales secuestrados, el segundo murió a causa de los malos tratos recibidos en cautiverio
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