Un país que aprende a valorarse

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El Presidente Barack Obama ha decidido venir a la Argentina y eso constituye un signo muy positivo. Esta visita al más alto nivel de la administración de los Estados Unidos nos permite dar un nuevo y fuerte impulso para trabajar en conjunto muchos temas de interés común, siempre en beneficio de nuestros ciudadanos.

En términos bilaterales, por ejemplo, se destaca la lucha contra el narcotráfico, uno de los ejes de gobierno del Presidente Macri, y la oportunidad de aumentar el comercio bilateral y atraer inversiones con mayor celeridad (vale recordar que Obama llegará a nuestro país con una delegación de 400 empresarios, quienes ven en esta visita un claro signo de confianza hacia la Argentina). También nos posibilita avanzar en temas de educación, ciencia y tecnología, energías renovables, políticas nucleares -siempre con el INVAP, uno de nuestros grandes orgullos nacionales, como protagonista-, y derechos humanos, mirando al futuro y revisando nuestro pasado más trágico para comprenderlo con mayor plenitud.

En términos globales, la visita de Obama nos permite abordar la agenda multilateral con quien es -sería absurdo no reconocerlo- la primera potencia del mundo. No tener diálogo abierto con Estados Unidos sería una enorme oportunidad perdida para nuestro país. Y aunque el sesgo ideológico como elemento central en política exterior es equivocado, no se debe pensar en términos de relaciones carnales, ni de entrega o incondicionalidad. Nada de esto puede servir para una relación seria entre nuestros países.

El Gobierno del Presidente Macri propone una relación madura con los Estados Unidos, para sentarnos y dejar ver nuestras coincidencias y diferencias con un socio estratégico y fundamental. Una relación inteligente y fructífera que comience desde la visión de los intereses de la Argentina y la perspectiva de los argentinos, y nos permita a la vez comprender cuáles son los intereses y prioridad de la otra parte para desarrollar un plan de trabajo que favorezca a ambas naciones.

El regreso de un presidente de Estados Unidos a la Argentina es una prueba irrefutable, junto a las visitas del Presidente de Francia y el Premier italiano, de que el mundo nos mira de cerca y está interesado e involucrado en lo que pasa aquí. Eso no significa que la Argentina será una seguidista del mundo. No. Vamos a establecer nuestras posiciones, fuertes y definidas, pero sin dar portazos.

La Argentina es un país grande, con muchísimo para dar, pero también necesita de otros. Tenemos que sentarnos a la mesa con todos los interlocutores, porque la aspiración de la Argentina es integrarse al mundo. El nuestro es un modelo de integración latinoamericana, porque antes que nada uno debe integrarse con los vecinos. Pero cuando se pronuncia la dialéctica de la integración latinoamericana y se mira objetivamente cuánto aumentó el comercio interno de la región o cuánto se maximizaron las inversiones, todos esos indicadores duros muestran que no se ha avanzado lo suficiente. Hay otras opciones que pueden ser mecanismos crecientes, como la integración al Pacífico. Aún así, cualquier decisión debe ser consensuada en el ámbito regional tal como lo estamos haciendo en nuestras negociaciones conjuntas con la Unión Europea. Pensar que Argentina se va a lanzar sola a otros acuerdos de integración es negar la existencia del MERCOSUR. Son temas que llevan tiempo, consenso y preparación. A la vez, cabe señalar que ciertas dicotomías, como "Atlántico o Pacifico", son absurdas.

Finalmente, estas dos intensas e históricas jornadas que conforman la visita del Presidente Obama servirán para ratificar una nueva etapa de la Argentina: la de un país que, primero integrado hacia adentro y en su región, se proyecta al mundo sin temores, sin prejuicios, dialogando con países desarrollados y en desarrollo de todos los continentes. Si lo logramos, entonces habremos aprendido finalmente a valorarnos a nosotros mismos.

La autora es la canciller de la República Argentina.

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