Los padres anti-vacunas, ¿responsables del resurgimiento de enfermedades erradicadas?

La reaparición de dolencias que en Estados Unidos estaban olvidadas, como el sarampión y la tos convulsa, profundizó un debate caliente en la opinión pública norteamericana; al punto que "derramó" en la campaña presidencial. La opinión de los especialistas

En Estados Unidos, cada vez más niños no reciben vacunas por decisión de sus padres.  Shutterstock 162

El debate sobre la importancia de las vacunas y la inmunización ha transgredido en los últimos años los límites de la ciencia y se ha convertido en un tema político, legal y hasta filosófico. Si bien en la Argentina el movimiento anti-vacunas está en crecimiento, no alcanzó todavía las extraordinarias dimensiones del de Estados Unidos, donde ya se ha formado un enorme debate a nivel nacional que se ha convertido en un punto clave de las elecciones presidenciales en noviembre de este año.

En diciembre de 2014, sucedió algo insólito: el sarampión, una enfermedad erradicada en Estados Unidos desde 2002, resurgió luego de un episodio de contagio en Disneylandia y luego en otros puntos del país llegando a casi 668 infectados. Lo mismo sucedió con la tos convulsa, que en 1970 ya se consideraba una enfermedad controlada, y que, igual en 2014, desencadenó una epidemia con casi 10.000 afectados que crecieron en 2015 a 18.000.

De qué se trata el movimiento anti-vacunas

Con el surgimiento de una corriente de pensamiento crítica de las vacunas, que argumentaba que éstas contienen sustancias perjudiciales para la salud, se comenzó a formar un grupo de personas que prefieren pasar por alto los procesos de inmunización. Con un débil sustento científico, el país con la situación más crítica es Estados Unidos.

Colorado, California y Malibú fueron los epicentros del fenómeno y, hasta hoy, cada vez más familias han decidido no vacunar a sus hijos. Existen principalmente dos razones: en primer lugar, surgieron una serie de estudios intentando comprobar la relación entre las vacunas y el surgimiento de otras enfermedades mientras, otros tantos, intentaban demostrar que las enfermedades que se combaten mediante la vacunación pueden ser erradicadas sin problemas mediante la alimentación o medicinas alternativas. Por otro lado, este movimiento centró la discusión en gran parte en torno a la enorme rentabilidad que obtienen los laboratorios de este tipo de medicamentos.

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En cuanto al primer argumento, el estudio más fuerte al respecto fue una publicación de 1998 del médico inglés Andrew Wakefield en la revista científica The Lancet, que sugería una relación directa entre la vacuna triple viral (contra sarampión, papera y rubéola) y el desarrollo del autismo. En febrero de 2010, a raíz de que el estudio estaba en el centro del debate anti-vacunas, la revista se retractó formalmente y anunció el retiro del estudio en cuestión porque había comprobado que varios elementos de este eran incorrectos y sus resultados habían sido manipulados e incluso se le retiró la licencia profesional a Wakefield por haber actuado de forma poco ética.

Consultado por Infobae el doctor Daniel Stamboulian, experto inmunólogo y director de FUNCEI (Fundación Centro de Estudios Infectológicos) señaló de manera categórica: "Las vacunas fueron y son, después del agua potable, los elementos más importantes para la reducción de las enfermedades y muertes". Y agregó: "Los llamados 'grupos anti-vacunas' no tienen ningún sustento científico que los avale. Cuando existe una vacuna capaz de prevenir una enfermedad es siempre mejor inmunizarse, antes que padecer la infección. Hay que pensar que si la persona que se enferma pertenece a un grupo de riesgo, puede tener complicaciones graves e, incluso, perder la vida".

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En relación al segundo argumento, es cierto que los laboratorios lucran con las vacunas, pero no siempre fue así. Hasta aproximadamente 2010, el negocio de las vacunas "era un rincón olvidado del negocio de las drogas", según el periódico británico The Economist. "Con tecnología antigua, poca inversión y desastrosos márgenes de beneficio, muchas empresas vendieron sus divisiones de vacunas para concentrarse en drogas más rentables", decía el artículo.

Aunque en los últimos seis años esto cambió, el negocio de las vacunas no ha alcanzado el nivel de ganancias que otros medicamentos. De hecho, por la erradicación de numerosas enfermedades, se estima que entre 1994 y 2013 hubo un ahorro neto de USD 295 mil millones en Estados Unidos,

Mirando los últimos 50 años del mercado de las vacunas, es absurdo pensar que las ganancias podrían haber sido la única motivación de la producción de vacunas. Amplia evidencia científica, demuestra que han sido parte importante del combate de enfermedades como el sarampión. La cuestión entonces se torna más complicada.

Los niños no vacunados son el principal factor de riesgo para aquellos que todavía no tienen la edad para ciertas vacunas no se han dado todas las dosis o incluso para algunos que se han vacunado. De hecho, en el último brote de sarampión, de los 970 casos que contaban con datos detallados sobre su vacunación, 574 no estaban vacunados y, entre ellos, el 71% estaba sin inmunizar por razones religiosas o ideológicas, no médicas. Entonces, ¿el Estado debe meterse en la intimidad de las familias? ¿Hasta dónde pueden los padres decidir? ¿En qué punto puede la decisión de un padre sobre sus hijos incidir en la salud de otros niños?

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En Estados Unidos la vacunación es obligatoria, con excepción de casos en los que los progenitores reclamen al Estado una excepción por motivos ideológicos o religiosos y las dificultades para obtener este permiso varían entre los estados. En California, epicentro del movimiento anti-vacunas, ha endurecido su legislación al respecto para evitar que se extienda el renacimiento de enfermedades infecciosas.

El actual presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, fue consultado por el tema en una entrevista de la cadena NBC, en la que señaló: "Simplemente quiero que la gente conozca los hechos, la ciencia y la información. Es un hecho que uno de los grandes éxitos de nuestra civilización es la capacidad de prevenir enfermedades que en el pasado eran devastadoras". Pero no dejó dudas: aseguró que la ciencia es indiscutible y que sin duda las vacunas funcionan. "Deben vacunar a los niños", agregó.

La candidata demócrata, Hillary Clinton es una de las más enérgicas activistas a favor de la vacunación y probablemente, con ella en la presidencia, la política de vacunación podría volverse más estricta. El 3 de febrero de 2015 publicó un polémico tuit que supo sintetizar su opinión:

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Por su parte, su contrincante en la interna demócrata, Bernie Sanders, también apoya a las vacunas, aunque sus dichos han sido fuertemente criticados por apuntar o "responsabilizar" a los niños sin vacunas. Dijo: "Creo que, obviamente, las vacunas sirven. La vacunación ha funcionado para muchos, por muchos años. Soy consciente de que hay algunas familias que están en desacuerdo, pero la dificultad surge cuando un niño que sufre de una enfermedad se ve sometido a compartir espacios con un niño sin vacunas, que podría matar a ese niño".

Por último, el candidato republicano Donald Trump también se refirió a esta cuestión, pero desde una postura un tanto indefendible. En 2015, durante el debate republicano se refirió a este asunto contando una historia donde el hijo de alguien de su entorno unas semanas antes se habría vuelto autista después de recibir las vacunas. Lamentablemente, en la actualidad nadie resiste archivo y Trump había contado la misma historia en 2012. Sin embargo su posición no está del todo clara, si bien él asegura que hay relación entre las vacunas y el autismo, no está en contra de las vacunas, sino que plantea que las vacunas deben dividirse en dosis, para evitar su impacto.

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