Hace 200 años comenzaba a sesionar el Congreso de Tucumán

La asamblea legislativa funcionó desde 1816 a 1820 y proclamó la unidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata, además de sancionar la declaración de independencia del país. En esta nota, todos los detalles de este episodio fundacional de nuestra historia

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Diría, con acierto, Vicente Fidel López: "El Congreso de Tucumán fue la única de nuestras primeras asambleas que alcanzó a ver resuelto el arduo problema de los tiempos en que había sido convocada la consolidación de la Independencia por la ley y por las armas". ¿Cómo fue el origen de este Congreso, por qué se lo reunió en esa lejana provincia del Norte Argentino y cómo empezó a funcionar?

Amenazado por la sublevación del caudillo oriental José Gervasio Artigas, el entonces Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Carlos María de Alvear, remitió en su contra una avanzada de 1600 soldados, al frente del coronel peruano Ignacio Álvarez Thomas. Al arribar esta división a Fontezuelas (posta ubicada entre Pergamino y Arrecifes – a 80 kms. al Noroeste de Bs. As.), este oficial se sublevó contra Alvear el día 3 de Abril de 1815.

Cuando esta noticia llegó a Buenos Aires, el descrédito del Director Supremo fue mayúsculo. A la oposición a su gestión de la mayoría de las provincias, sumó a la opinión pública de la Capital. Empezó a haber agitación en las calles. El propio Cabildo empezó a conspirar. Los vecinos notables abandonaron al gobierno. Las tropas que habían quedado en Buenos Aires se sublevaron también. Ante este clima enrarecido, se convocó, con urgencia, a un Cabildo Abierto.

Esta asamblea sesionó el 18 de Abril y resolvió destituir al Director Supremo y disolver a la Soberana Asamblea, que funcionaba desde 1813, acusada de complicidad con el régimen caído. Como mandatario provisorio, se designó al mismo coronel que había depuesto a Alvear. Para justificar esta decisión, este Cabildo Abierto ordenó también convocar un nuevo Congreso, en reemplazo a la Asamblea que se acababa de decapitar. Ese mismo día, el cuerpo municipal emitió un bando, donde ordenaba "la elección del Congreso General de las provincias que se mandaba convocar é instalar en la ciudad de Tucumán" (Vicente F. López).

¿Por qué se eligió a Tucumán? Porque quedaba, entonces, en el centro de las Provincias Unidas. Para mediados de 1815, el Ejército del Norte había iniciado la tercera campaña al Alto Perú, y liberó una importante porción del suelo altoperuano. Con lo cual, en caso de derrota, el Ejército podría retroceder hasta Tucumán para defender al Congreso (como ocurrió después). Además, se reconocía a Tucumán su desempeño heroico en la Batalla de 1812. Su carácter de provincia patriota era indiscutible, a diferencia de Salta, por ejemplo, donde había, en forma pareja, partidarios de ambos bandos. Finalmente, se eligió una ciudad distante de la Capital para seducir a Artigas, a que cesara en su actitud secesionista.

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A los tucumanos no les cayó muy en gracia la elección de su provincia como sede del Congreso. El futuro obispo José Agustín Molina, tucumano que luego fue Prosecretario del Congreso, le señaló a su amigo Fray Cayetano Rodríguez los inconvenientes de reunirse en esa provincia tan alejada, que no estaba preparada y sin comodidades, no acostumbrada a ese ajetreo, para ser el centro de tanto movimiento administrativo.

Fray Cayetano contestó: "Ahora encuentras tú mil escollos para que el Congreso sea en Tucumán. ¿Y dónde quieres que sea? ¿No sabes que todos se excusan de venir á un pueblo á quien miran como un opresor de sus derechos que aspira á subyugarlos? ¿ No sabes que aquí las bayonetas imponen la ley y aterran hasta los pensamientos ? ¿ No sabes que el nombre porteño está odiado en las Provincias Unidas ó desunidas del Río de la Plata ? ¿ Qué avanzaríamos con un Congreso en donde no haya de presidir la confianza y la buena fe? ¿ Te parece que aquí mismo se desea la reunión en este pueblo? Pues te engañas... ¿Dices que no hay talentos? Sobran. Yo quisiera mejores corazones, buena fe, amor al bien común, unión, virtudes. Esto subroga muy bien á los talentos sublimes, á los grandes ingenios, y reniego de éstos cuando faltan aquéllo".

En efecto, la decisión se había tomado en un momento más que delicado. La misma existencia de las Provincias Unidas estaba en juego. Muchas provincias hacían la suya y no estaban interesados en trabajar por la unidad ni por la Independencia. Artigas prosiguió con su actitud aislacionista, arrastrando con su actitud a cinco provincias. El Paraguay ni respondió las insistentes invitaciones para avenirse. Las elecciones para elegir diputados se efectuaron en Salta al grito de: "mueran los porteños". Muchos capitalinos querían separarse del resto del país, abandonando a las demás provincias a su suerte.

Cumpliendo con lo ordenado, el Director Supremo interino Ignacio Álvarez Thomas convocó, en la segunda mitad de 1815, a ciudades y villas a elegir diputados, en función de 1 diputado cada 15.000 habitantes o fracción mayor a 7.500. Se preveía un complicado sistema electoral indirecto pero las provincias podían elegir, el que les pareciera mejor. En forma paralela, Artigas hacía caso omiso a esta invitación y convocaba a sus propios diputados de las provincias que dominaba militarmente: Banda Oriental, Entre Ríos, Misiones, Corrientes y Santa Fe.

Las elecciones se realizaron en todo el país, en una total apatía y desinterés generalizado. Buenos Aires eligió 7 diputados, Córdoba 5, Charcas 4, Tucumán y Salta 3 cada una, Catamarca, Santiago, Mendoza, San Juan, Chichas (Alto Perú): 2 cada una. San Luis, Jujuy, La Rioja, Mizque (Alto Perú): 1 cada una.

Comenta Vicente F. López que los diputados que eligieron las provincias "pertenecían a la clase más conocida y mejor relacionada de la Nación... Tenían el mismo espíritu patrio, iguales propósitos, iguales intereses generales. Acababan de salir... de sus respectivas provincias, y se hallaban en el lugar designado, sin haberse puesto en contacto, o de acuerdo en las cuestiones orgánicas del momento". La mayoría carecía de experiencia en cuestiones legislativas o administrativas y muchos eran caras nuevas, ya que no habían participado en ningunos de los cuerpos legislativos o ejecutivos de la Revolución "sin más criterio... que el que les había inspirado espíritu... de la provincia que los había escogido".

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A principios de 1816 comenzaron a llegar a San Miguel de Tucumán los congresales, incluyendo tres del Alto Perú. Los de Buenos Aires fueron los primeros en arribar, con viáticos suficientes. Después vinieron los demás. Algunos, como los altoperuanos, debieron ser alojados en casas de familia, por no contar con numerario suficiente para afrontar su estadía, ya que sus provincias habían sido ocupadas, nuevamente, por el enemigo. Como pasaba el tiempo y no llegaban todos, el directorio dispuso que se podían comenzar a sesionar cuando llegaran las 2/3 partes de los congresales.

Los diputados se trataban con recelo al principio; entendible por la desconfianza entre todas las provincias, y principalmente entre provincianos y porteños. Abogados y clérigos predominaban en el Congreso: por su mayor ilustración y por haberse decidido desde temprano por la Revolución. A diferencia de otros cuerpos anteriores, había sólo 3 militares (a uno de los cuales, José de Moldes, no se le permitió asumir).

Los diputados llegaban con dos tipos de instrucciones. El primer conjunto de instrucciones consistían en constituir el Estado nacional; así como darle forma y energía para concluir exitosamente la guerra por la emancipación. El segundo grupo de instrucciones consistía en defender la fe católica.

Los diputados de Córdoba llegaron con esta enérgica instrucción: "El territorio americano será absolutamente independiente de la monarquía española o de cualquier otra dominación extranjera". Los diputados por Tucumán habían sido electos en un tumultuoso proceso electoral. El 6 de Enero de 1816 se emitieron las instrucciones a las cuales deberían ajustar su desempeño en el Congreso: que "la Constitución que se sancione sea adaptable a nuestra situación local y política, a la índole y habitudes de los ciudadanos: que aliente la timidez de unos; que contenga la ambición de otros; que acabe con la vanidad inoportuna; que ataje pretensiones atrevidas; destruya pasiones insensatas; y dé, en fin, a los pueblos, la Carta de sus derechos y al Gobierno, la de sus obligaciones". Se les instruía también a declarar "la absoluta independencia de España y de sus reyes", invitando a que se integraran al cuerpo a los representantes de la Banda Oriental y del Paraguay. Las instrucciones nada establecían con respecto a la futura forma de gobierno de las Provincias Unidas.

Bajo este contexto, el Congreso se instaló el 24 de Marzo de 1816, previa misa inaugural en el Templo de San Francisco, por encontrarse en ruinas la actual Catedral tucumana. Sus sesiones se encomendaron a la advocación de la Divina Encarnación, fiesta que se celebraba al día siguiente (25 de Marzo), día en que se publicó solemnemente la inauguración de las sesiones.

El cuerpo adoptó la pomposa denominación de "Congreso Soberano de las Provincias Unidas del Río de la Plata". Al denominarse soberano, asumía que, entre sus asuntos pendientes a tratar, figuraba el de la declaración de la "Independencia". En segundo término, confirmaba la denominación oficial del país, adoptada desde la Soberana Asamblea del Año XIII: "Provincias Unidas del Río de la Plata".