La historia nunca avisa. Cuando el 9 de noviembre de 1989 un miembro del Politburó de Alemania Oriental anunció en conferencia de prensa la nueva legislación para viajar del otro lado del Muro de Berlín, no imaginó que desataría el inicio de una nueva era a escala global.
Hacía meses que los ciudadanos presionaban para trasladarse con libertad hacia donde quisieran, habían empezado limitadas pero sostenidas migraciones de alemanes a Hungría y Checoslovaquia y cuando un periodista le pidió precisiones al funcionario acerca del momento en que empezaría a regir el nuevo sistema, Günter Schabowski contestó "de inmediato". La conferencia de prensa se estaba transmitiendo en directo. Al instante, miles de berlineses se presentaron en los puestos de control, exigiendo pasar al otro lado.
No esperaron a que las autoridades sigan los habitualmente lentos pasos de la burocracia para tomar la decisión de presentarse ante el muro y se presentaron a que se efectivice "die Wende", el cambio, en ese mismo momento. Lo que tal vez no se habían animado a soñar meses atrás, querían que se concrete ya mismo. Al otro día, se producía la caída del Muro, un antes y después definitivo, el anticipado salto del siglo XX al XXI.
Los caprichos de la historia quisieron que los 100 días de Macri coincidan con el derrumbe de los dos empresarios más emblemáticos del kirchnerismo
Algo cuyas consecuencias todavía no terminamos de configurar parece estar carcomiendo a la opinión pública argentina. Los caprichos de la historia quisieron que los 100 días del gobierno de a href="https://www.infobae.com/" rel="noopener noreferrer" Mauricio Macri/a coincidan con el derrumbe de los dos empresarios más emblemáticos del poder en la era kirchnerista. El Presidente imaginó que sería un proceso que, de suceder, jamás se presentaría en el primer año de gestión.
Tanto evita el macrismo esta agenda, tan poco interesa en las altas esferas del poder que esta discusión se instale que, en las últimas semanas, se reprodujeron hasta el infinito los rumores de un pacto entre Cristina Kirchner y su sucesor, imposibles de creer con solo recordar los días de la traumática transición.
Un gobierno que llegó a la gestión con la planificación de las prioridades mes a mes y año a año, que se siente plenamente satisfecho por los resultados obtenidos hasta ahora, acostumbrado a pensar en el largo plazo mientras hace un fenomenal esfuerzo por sostener un corto plazo con limitadísimos recursos económicos y promesas de un futuro mejor, no sale de su asombro por la centralidad que está tomando la corrupción en el debate público, fuera de todo plan.
Sienten que vienen haciendo las cosas bien. Viajan a Nueva York, y se ponen de acuerdo con el special master Daniel Pollack para resolver la pesadísima sentencia que Argentina debe cumplir.
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