El 12 de marzo se cumplió un nuevo aniversario de la creación del Escudo Nacional. Es el tercer símbolo patrio creado en nuestro país (después de la escarapela y la bandera); y el penúltimo, antes del Himno Nacional.
Sin embargo, el escudo no nació como tal, sino simplemente como un sello para rubricar los documentos emanados de los Gobiernos Patrios.
La Soberana Asamblea Constituyente del Año XIII
El 31 de enero de 1813 empezó a sesionar la "iSoberana Asamblea Constituyente/i" del Año XIII, con la presencia de diecisiete diputados, considerados suficientes para constituirse. Hasta ese entonces, todos los documentos, correspondencia y comunicaciones emanados de los distintos gobiernos criollos conservaban, para sellar los principales actos administrativos, las armas del Rey de España, expresando una continuidad con el régimen colonial.
Hacia 1813, los sentimientos de independencia en las Provincias Unidas se habían profundizado. Se popularizaron los otros dos símbolos patrios preexistentes: la escarapela y la bandera, que se utilizaban como signos de una independencia que todos auguraban pronta, necesaria e inevitable. Los colores celeste y blanco se habían transformado en el emblema de una nueva Nación que pugnaba por emerger entre las demás.
La bandera había sido proscripta para evitar represalias del enemigo ante una muy probable perspectiva de que la Revolución fuera sofocada
Mientras gobernaba el Primer Triunvirato, la bandera había sido proscripta, para evitar que el enemigo, hasta entonces victorioso en todos los frentes, lo tomara como síntoma indiscutido de independencia, y por ende, de traición hacia la Madre Patria; con las consecuentes represalias hacia los insurgentes; ante una muy probable perspectiva de que la Revolución fuera sofocada, como había ocurrido en los demás virreinatos españoles.
Sin embargo, después de la batalla de Tucumán, y ante la retirada de la amenaza portuguesa de la Banda Oriental, caído el Primer Triunvirato, los revolucionarios pudieron respirar aliviados. Ya no había tanto motivo para temer las eventuales represalias realistas. El peligro inminente había sido disipado y ahora llegaba el momento de emprender un pronto contragolpe contra las armas del Rey. Estábamos en las vísperas del Combate de San Lorenzo y de la Batalla de Salta, dos jornadas gloriosas, que alejaron aún más el frente de combate de Buenos Aires.
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