El jueves, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y Germán Garavano, ministro de Justicia, visitaron la Corte Suprema de Justicia. La reunión, que pasó prácticamente inadvertida, terminó con la foto de rigor de los dos visitantes junto al dueño de casa, Ricardo Lorenzetti.
Pocos fueron los que le prestaron atención al mensaje: Mauricio Macri no promoverá ningún cambio en el máximo tribunal del país, ni tampoco en la estructura judicial sin antes consensuarlo con Lorenzetti. Se produjo 48 horas después que Elisa Carrió volvió a la carga contra el presidente de la Corte y el presidente de Boca, Daniel Angelici. Esta vez la que habló no fue la Bombonera, sino la Casa Rosada, que dejó sola a la líder de la Coalición Cívica, en un episodio político con desenlace incierto.
Volvió la paz a la relación Macri-Corte Suprema después del terremoto que generó a finales de año el fallo en favor de tres provincias en un juicio contra el gobierno federal por la friolera de 45.000 millones de pesos. La novedad conocida dos días después de que Macri ganara la Presidencia fue tomada por el gobierno electo como una declaración de guerra. La respuesta fue conocida: a las pocas horas de asumir, sin consultar a nadie, Macri nombró dos jueces de la Corte por decreto.
Para mantener las formas en aquellas horas tensas, en Tribunales se decidió que la postura dura la sostuviera Elena Highton de Nolasco. Fue ella la que hizo llegar el mensaje a Macri de que no participaría del juramento de sus dos nuevos compañeros trabajo. El desenlace también es conocido. La Casa Rosada debió archivar aquella curiosa metodología de designación de los integrantes del más importante tribunal el país –con la que no estaba de acuerdo ni siquiera su defensor público Garavano- y permitir que el trámite, como corresponde, pasara por el Senado.
Pero en el medio sucedieron otras cosas. En enero Carrió presentó una denuncia contra Lorenzetti por enriquecimiento ilícito. Aquella presentación judicial fue salpimentada días después con un importante rumor: Cambiemos quería cambiar el Presidente de la Corte. ¿Coincidencia de planetas? La jugada de incluir a Carlos Fernando Rosenkrantz, uno de los más prestigiosos abogados del foro local como nuevo juez del tribunal no se agotaba allí. Rosenkrantz reemplazaría a Lorenzetti.
Macri no promoverá ningún cambio en el máximo tribunal del país
Con el paso de las semanas, los contendientes de esta guerra de trincheras se fueron reagrupando. Del lado de Carrió, en la más absoluta reserva, terminó Ernesto Sanz. El ex líder del radicalismo no está retirado en Mendoza participando de la vendimia. Tiene una fortísima presencia en Cancillería debajo de Susana Malcorra, a través del multioperador radical Mauricio Salmoiraghi, ex Telecom y alfonsinista de pura cepa. Agazapado, espera la primera crisis política del gobierno macrista para ocupar la jefatura de Gabinete, cargo que según él la historia y PRO le arrebataron y que le corresponde por haber sido uno de los arquitectos de la victoria.
En esta guerra nada quedó librado al azar. Hace 15 días comenzaron las versiones de que el pliego de Horacio Rosatti pasaría sin problemas por el Senado, pero el de Rosenkrantz no tendría la misma suerte. Las obviedades sobran: cualquier malpensado que quisiera complicar a Rosenkrantz podría hacerlo con solo hacer trascender por los pasillos del Senado que es el candidato de Carrió. Generaría en minutos el rechazo del sector Ultra C (Ultra Cristinista) dentro del bloque del Frente para la Victoria, arrastrando a "opoaliados" del gobierno en la movida.
La bomba atómica explotó el martes. Carrió –una de las mujeres mejor informadas de Argentina- se enteró que el fiscal Gerardo Pollicita, un profesional de muy buena relación con el juez Ariel Lijo y su hermano Freddy, había archivado el 3 de marzo su denuncia contra Lorenzetti. El tema quedó cerrado el viernes: el juez federal Sebastián Ramos, siguiendo al fiscal, concluyó que no hubo irregularidades en la compra de un departamento por parte de Lorenzetti como tampoco en una cuenta que tiene en el exterior.
La aparición de Carrió el martes no fue casual. Impedida de acusar al Presidente de ser el "mastermind" de todo lo que estaba sucediendo, le apuntó todos los cañones a Daniel Angelici, amigo personal de Macri, al punto de ser su delfín en el club de sus amores, acusándolo de ser el operador judicial del macrismo en la sombras. Angelici pagó el precio de ser, según Carrió, el gestor de la reconciliación entre la Corte y la Casa Rosada.
¿El enojo de Carrió es porque no han cambiado las costumbres en los tribunales, y Angelici sería el Carlos Corach de los 90, el Darío Richarte de la era radical o el Javier Fernández o hasta el Jaime Stiusso de la "década ganada", según ella? ¿O porque quienes lo llevan adelante no son gente "confiable"? Por ahora no sabemos la respuesta. Por supuesto que lo ideal sería que los tribunales fueran lo más independientes posible y eso se lograra solo con una Justicia seria y responsable. Los argentinos también apuntan a lo mismo: una encuesta de Jorge Giacobbe señala que un mayoritario 49% de la gente quiere a Cristina Kirchner presa, producto de una investigación judicial respetable e imparcial, frente a un 32% que defiende que este "presa" a secas y un 17% se opone a que ello suceda. Traducción: hay un 49% de un lado irreflexivo que quiere su detención o su no detención por simpatías o antipatías solo políticas, frente a otro 49% que pretende un juicio justo. Inesperada ráfaga de aire fresco de una sociedad que comienza a no dejarse arrastrar por el odio y el rencor de la grieta.
Sanz no está retirado en Mendoza participando de la vendimia
La denuncia de Carrió contra Lorenzetti o Angelici careció de contexto histórico. Un operador judicial oficialista solo se convierte en tal cuando sus acciones políticas se traducen en fallos en favor del gobierno de turno. Eso todavía no pasó. Por varias razones: el peor expediente judicial que tiene el Presidente, el de las escuchas ilegales, sigue en cierre pendiente, entre otras razones, por la insistencia de su ex cuñado. Y acusar a Lorenzetti de haber ayudado al reciente gobierno macrista es un argumento que roza el ridículo.
¿Significa esto que el macrismo no está diseñando una telaraña judicial propia? No, claro, que no. Angelici no es solo un amigo del Presidente. Como se ha venido escribiendo aquí, es el padrino político de nada menos que el jefe de la ex SIDE, Gustavo Arribas; del ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo, y a través del operador todoterreno Lautaro García Batallan tiene llegada directa con Cristian Ritondo, ministro de Seguridad bonaerense. No hay ministro que se atreva a no atenderle un llamado. Pero no está solo en aquel armado: el grupo Pericles de Fabián Rodríguez Simón (a) "Pepín"–nexo secreto con una empresa líder de medios de comunicación y el Presidente-, el secretario legal y técnico, Pablo Clusellas, y José Torello también integran otro de los "grupos" amarillos que influyen el tinglado judicial.
No siempre hay acuerdo en las decisiones. El Presidente, por caso no aceptó hace días una propuesta que le llevó Angelici de nombramientos de jueces federales en la provincias.