Gastón García Marinozzi: "Fue vergonzoso cómo se utilizó la dictadura en los últimos años"

Desde Ciudad de México, el escritor y periodista argentino habló con Infobae sobre "Viaje al fin de la memoria", su nuevo libro en torno a los atentados del 11 de septiembre, el avance del narcotráfico en nuestro país y cómo el kirchnerismo hizo una "caricatura de la historia"

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Gastón García Marinozzi: \El 9/11 representa la pérdida de inocencia del mundo\""  162
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El atentado contra las Torres Gemelas es el punto de partida que eligió el escritor cordobés Gastón García Marinozzi para su primera novela. En Viaje al fin de la memoria (Tusquets), un periodista argentino se ve forzado a viajar por tierra desde el Distrito Federal hasta Nueva York para cubrir el hecho. Junto con dos compañeros, inicia un viaje durante el cual reflexiona sobre su pasado, marcado por la última dictadura militar y un exilio difícil a México, su presente cargado de apatía y un futuro incierto. Ante la inminente llegada de una Tercera Guerra Mundial, el personaje principal se enfrenta con su propia vida a lo largo de una travesía que para él será, como explicará García Marinozzi a Infobae, la pérdida de la inocencia.


—Durante el relato predomina algo similar a la indiferencia, en lugar de la indignación que se podría mostrar frente al atentado, como si el dolor pasara por otro lado. ¿Cuál es la propuesta de la novela en este sentido?

—Aparentemente, al personaje principal no le importa nada. Es un adolescente de 30 años que va por la vida según la vida lo lleve. Desde que nació y hasta ahora nunca tomó una decisión. A los pocos años en los que tuvo que exiliarse con su familia, ya en México, a los 8 años su madre le dice que a partir de ese momento son solo mexicanos, nada de argentinos. Y así sigue. Le pasa con las mujeres, con su familia, con su oficio. Ir a Nueva York tampoco es una decisión suya, es casi un castigo que le impone su jefe. Ir o no a cubrir el mayor suceso periodístico de los últimos años a él le daba lo mismo. Creo que este tono está en gran parte de la novela. No hay una indignación en el personaje principal ni en los demás. Hay un asombro porque creen que cambia el mundo, pero el derrotero de sus propias vidas los tiene ocupado en sus cuestiones más íntimas. Ellos están cambiando a la par del mundo, y creo que es lo único que les debería importar.


—"Lo más fácil será resumir esto como una guerra de buenos y malos. Cada quién pondrá sus buenos y malos", dice un personaje. ¿Cómo vivió usted el atentado y qué lectura hace 15 años después?

—Viví el 11 de septiembre con estupor sorpresa y horror, como casi todo el mundo, supongo. Ese día nadie sabía lo que iba a pasar, pero no era necesario ser muy lúcido para entender que las cosas se podían poner peor. Con el paso de los días vimos que la reacción iba a ser más guerras y así ha sido desde entonces. Y así sigue. El mundo cambió para siempre cuando el segundo avión se estrelló. Segundo avión, como se llama el libro de ensayos sobre el tema que escribió Martin Amis. El primer avión pudo haber sido un accidente, un atentado más simple, pero el segundo avión vino a mostrarnos a todos, en vivo y en directo, que esto era enorme y nunca visto. 15 años después tenemos un narcotráfico poderosísimo en México y Latinoamérica, una cantidad de jóvenes en el mundo que se alistan para el terrorismo, la desesperante crisis de los refugiados, el atentando a Charlie Hebdo, los de París... todo es parte del nuevo mundo que se configuró con el atentado del 11 de septiembre.


"El 9/11 representa la pérdida de inocencia de nuestra generación y la del mundo"

—¿Cuál es el diálogo entre este hecho y la explosión de la memoria del protagonista? ¿Por qué eligió el 9/11?

—La explosión de la memoria, como decís, para el personaje es un acto, acaso mínimo, de madurez. El preguntarse quién es, de dónde viene, a dónde va, es para el personaje un momento revelador de su vida. Y conocernos, saber quién somos, nos hace perder la inocencia. Este viaje para el personaje es la pérdida de la inocencia. Y desde mi punto de vista, el 9/11 representa la pérdida de inocencia de nuestra generación, tengo 41 años, y la del mundo.


—¿Considera que Viaje al fin de la memoria es una novela política?

—Espero que no, me aburren un poco las novelas políticas.


—Durante el trayecto, los tres personajes se desgastan e incluso se distraen en distintas circunstancias, a tal punto que el atentado pasa a ser algo secundario en el día a día, ¿hay una intención de contrastar la frivolidad con la gravedad del hecho?

—Sí hay una intención narrativa con este contraste. Pero no sé si llamarla frivolidad, o acaso la vida misma. No tendría problema llamarla frivolidad, pero me parece que en este caso es otra cosa. A veces las vidas están rodeadas de sucesos extraordinarios, pero en la intimidad puede ser un pequeño gesto, también extraordinario pero íntimo, donde se define la existencia. Como en Una giornata particolare, la película de Ettore Scola, que cuenta el encuentro íntimo de Antonietta y Gabriele, los personajes de Sophia Loren y Marcelo Mastroianni, encerrados en un edificio mientras afuera, en las calles de Roma, los fascistas reciben a Hitler. El mundo se transforma por un momento en un decorado.


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—El periodismo aparece en la novela como un trabajo mal pago y hay, además, una idea de que los periodistas ya no son tan buenos como los de antes. ¿Es esta la situación que atraviesa este oficio?

—Contrario a todo lo que pensamos durante años, creo que lamentablemente se está transformando en un oficio intrascendente. Ojalá me equivoque. Los medios que pagan sueldos tan malos con la excusa de que estás cambiando el mundo, las relaciones de poder, los viejos discursos en las escuelas de periodismo, las nuevas tecnologías que están redefiniendo la manera de llegar al público, están mutando al periodismo a una cosa que aún no conocemos. Y no sé en qué acabará. Todavía podemos disfrutar cuando leemos a Jon Lee Anderson a Martin Caparrós o Svetlana Aleksiévich, que es un punto altísimo de lo mejor del periodismo. Quedan muy buenos casos de investigación que pueden poner en duda al poder. Diego Osorno es un gran periodista mexicano que te recomiendo seguir. Pero cuando vemos a la gran mayoría de los medios reproduciendo boletines de prensa de las empresas y los gobiernos, o a los periodistas luchando por quién tiene más likes en las redes sociales, o haciendo esta nueva-crónica-de ombligo y autoconsumo, como lector me siento decepcionado. Creo que es una situación que ha cambiado para siempre.


—En una conversación, un personaje concluye que en la Argentina hay "una guerra diaria" en la que "se matan de enojo y amargura", ¿coincide con esta apreciación? ¿Cuántos de estos discursos tienen que ver con su forma de ver las cosas?

—A mí me horrorizó Relatos Salvajes. Es un espejo terrible de esa parte tan argentina.


"Discutir el número de desaparecidos no tiene sentido"

—En relación con el avance del narcotráfico en la Argentina, el papa Francisco opinó el año pasado: "Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización". ¿Ve en este sentido un proceso de descomposición de este país?

—El narcotráfico es un círculo de muerte. Donde llega siempre hace daño y desintegra la sociedad. El primer triunfo del narcotráfico siempre es cultural. A partir de ahí es un espiral horroroso. El poder es el responsable, porque no sabe o no quiere o no puede combatirlo. Estamos rodeados de estas historias en Latinoamérica y hasta hace poco pensábamos que no iba a llegar a la Argentina. Respecto a lo que dijo el papa, no sé qué quiso decir. Hace poco estuvo en México, y mientras criticaba la violencia, abrazaba a los cómplices de esta violencia.


—¿Qué significó la última dictadura militar para la Argentina y de qué manera aparece en la actualidad?

—La última dictadura militar fue un hecho trascendental para las generaciones que estamos próximas a estos años. Pero creo Argentina debería practicar un poco de resistencia y seguir adelante. Ubicar el dolor y seguir. Desde mi punto de vista, discutir el número de desaparecidos no tiene sentido. 5 o 30 mil no hacen diferencia cuando está claro lo que pasó. Además de la tragedia que significó, lo peor de ese asunto es la manera en la que se la utilizó en los últimos años. Fue vergonzoso. Se hizo una caricatura de la historia.


—En un pasaje de la novela, aparece la discusión sobre el uso indistinto de los términos musulmán y terrorista, ¿cuál es su visión sobre esta cuestión, que genera el mismo debate después de cada atentado?

—Se sigue matando en nombre de algún dios. Desde todos los frentes. Y no creo que esto cambie pronto.


—Por último, ¿quiénes son los nuevos escritores mexicanos a los que deberíamos leer?

—Recomiendo que lean a L.M.Oliveira, Antonio Ortuño, Emiliano Monge, Brenda Lozano, David Miklos, Valeria Luiselli. La mayoría de ellos no cumplió 40 años. O mejor aún: a Sergio Pitol, a Margo Glantz o Rafael Bernal.

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