Quienes están organizando las elecciones admiten -indirectamente- que lo que se ofrece no serán unas elecciones en el sentido normal del término, y ello es una visión compartida por muchos de los candidatos opositores que se presentaran a competir en ellas.
La razón es que las elecciones iraníes, que se celebran cada cuatro años por la Asamblea Consultiva Islámica y cada ocho años para la Asamblea de Expertos, representan una ingeniería cuidadosamente diseñada para mantener y consolidar el poder en manos de una élite política-religiosa en el contexto de un sistema de partido único.
Aun así, y a pesar de sus condicionamientos las elecciones iraníes serán de interés para el mundo al menos dos razones. La primera es que, como las elecciones en la ex Unión Soviética, proporcionaran una foto instantánea de la relación de fuerzas dentro del régimen, lo que indica el aumento o la disminución de las diversas facciones que compiten por el poder dentro del marco del poder oficial.
En segundo lugar, la elección ofrecerá una visión del estado de ánimo político de la sociedad en general. Una participación masiva de votantes podría indicar un mayor grado de tolerancia para el régimen, mientras que una baja participación mostraría un grado de disconformidad popular mayor con el gobierno.
Por caso, en las últimas elecciones de 2013, en la que Hassan Rouhani ganó la presidencia, se produjo la participación más baja en la historia de la República Islámica, lo que indico el descontento con "el sistema político" dejado por el saliente presidente Mahmoud Ahmadinejad.
iLEA MÁS:/i
div class="embed_cont type_freetext" id="embed30_wrap" rel="freetext">