Cambiemos gasoil importado por viento, agua y sol argentinos

El título de esta columna puede parecer extraño, pero es real. Y debería haber dicho más: cambiemos gasoil, fuel oil, gas natural licuado y energía eléctrica importada por un modelo nuevo que traiga inversiones, genere mano de obra, desarrolle la industria nacional —en especial las pymes—, agregue valor a nuestra tierra e instale una infraestructura capaz de transformar en energía el agua, el sol, el viento, los residuos orgánicos y otros abundantes recursos naturales.

El ministro de Energía y Minería, durante el almuerzo por el Día del Petróleo, en el que estuve presente, y ante más de quinientos empresarios del sector, se comprometió a dar un fuerte impulso a la diversificación de la matriz energética, al incrementar la participación de las energías renovables.

Así, el ministro Juan José Aranguren hizo propio el desafío de incorporar un 8% de energías renovables a la matriz energética argentina. Esa fue la invitación que todo el arco político, casi unánimemente, lanzó el 23 de septiembre pasado al sancionar la ley 27191, conocida como ley Guinle (homenaje merecido a ese legislador que hace tanto trabaja para que las energías renovables despeguen en Argentina).

Dicha ley fue redactada con el aporte inestimable del actual subsecretario de Energías Renovables, el Ing. Sebastián Kind, que tiene la responsabilidad de liderar esta nueva etapa y la serenidad de estar bien preparado para ello. La ley de energías renovables apunta a que el 8% de la energía eléctrica consumida para el 2017 sea de fuente renovable. En escalones sucesivos, pretende llegar a un 20% en el año 2025. Son objetivos ambiciosos pero muy logrables con el marco adecuado.

No le faltan motivos al país para desear que las energías renovables despeguen. La emergencia energética declarada hasta diciembre 2017 es uno de ellos; el déficit fiscal en el que mucho pesan las importaciones energéticas es otro. Se suma también la necesidad de atraer inversiones genuinas, generar puestos de trabajo, mano de obra calificada, oportunidades de desarrollo industrial, en especial para las pymes, y explotar la excelencia y la abundancia de nuestros preciados recursos naturales.

La iniciativa está en consonancia también con los muy sanos y loables motivos de cuidado del ambiente, el acuerdo de París sobre el cambio climático y la firmeza con que muchos líderes mundiales están proclamando la necesidad de incrementar la inserción de las energías verdes en la matriz energética.

Para que se concrete la construcción de centrales de energía renovable necesitamos de cuatro elementos: sitios apropiados donde producir la energía, inversores que arriesguen capital, bancos que financien y contratos de venta de energía renovable que den certeza al cobro de la energía futura.

Todo consumidor de energía debe comprar energía renovable. Es un desafío que trae una oportunidad. Es la primera vez que la industria argentina puede asegurarse la provisión de energía ambientalmente sustentable en condiciones competitivas.

Soplan nuevos vientos en nuestro país. Es posible, con las medidas apropiadas, transformarlos en energía positiva, renovable y competitiva. Nuestros vecinos Chile, Uruguay, Brasil, lo lograron. No hay razón para que Argentina no pueda hacerlo. La nueva ley de energías renovables abre puertas hasta hoy cerradas.

Celebramos la oportunidad y tomamos el desafío de ser parte de esta transformación argentina. De quitar combustibles importados y poner en su lugar industria, esfuerzo, inversión y trabajo, capaces de transformar vientos en energía.