Las escuelas de "militancia y resistencia" que refugian al kirchnerismo

La Escuela de Defensa Nacional es el reducto al que se replegaron decenas de militantes K del ministerio. Otro funcionario del Frente para la Victoria se atrinchera en la Escuela Nacional de Náutica

Adrián Escandar 162

A principios de 1948, el gobierno del General Perón comenzó a incubar la idea de crear una escuela superior dedicada al estudio de la defensa nacional, pero no relacionada con tácticas de combate o empleo de capacidades operacionales sino con un sentido estratégico de la defensa nacional.

Es así que un 29 de diciembre de 1950 mediante decreto nº 28.525 se crea la Escuela Nacional de Guerra. Este nombre, que poco se ajustaba a la primigenia idea, fue cambiado posteriormente en 1973 por el propio Perón por el que conserva hasta ahora: Escuela de Defensa Nacional (EDENA).

Desde entonces y en forma ininterrumpida, este instituto dependiente del Ministerio de Defensa de la Nación ha tenido su sede en la Calle Maipú 262 en un coqueto edificio que data de fines del siglo XIX, cuyo estado de conservación demuestra que no escapa a las estrecheces presupuestarias del área.

Sus aulas han albergado a dos tipos de alumnos bien distintos; por un lado, militares en actividad que cursaban estudios por haber sido destinados por sus fuerzas y, por otro, profesionales civiles con vocación de comprometerse con la defensa estratégica de la patria; aquí es importante remarcar que para un militar nunca el hecho de haber sido destinado como alumno o incluso como autoridad a esta escuela fue algo muy deseable; en el espíritu de las Fuerzas Armadas la interacción académica con civiles no termina de ser aceptada, aunque hay que reconocer que esto viene revirtiéndose en los últimos años. Un poco por convicción y otro por imposición de la política.

A su tradicional "Curso Superior de Defensa Nacional" se agregó en 1992 la "Maestría en Defensa Nacional" y, recientemente, dentro de la ola de convenios entre organismos políticos y universidades, se inauguró la "Especialización en Gestión para la Defensa". Esta creación del ex ministro Agustín Rossi tenía el único propósito de capacitar cuadros políticos ya no para entender en la defensa nacional, sino para colonizar y politizar las Fuerzas Armadas al mejor estilo venezolano. Como no podía ser de otra manera, la institución encargada de esta tarea sería la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

Fue la ex ministra Nilda Garré la que comenzó a desviar de sus objetivos naturales a esta escuela. Paulatinamente la conducción militar fue dejando paso a cargos políticos; allí recaló en primera instancia su ex viceministro Germán Montenegro (luego jefe de la policía aeroportuaria y actual docente en la universidad del sindicato de los encargados de edificios de la Capital Federal).

Actualmente la EDENA alberga además al Rectorado de la Universidad de la Defensa, al Centro de Egresados de la propia escuela y a la Subsecretaría de Formación del Ministerio de Defensa.

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Pero alberga algo mucho más preocupante para la gestión del ministro Julio Martínez que un simple agrupamiento de organismos: decenas de militantes designados por la anterior gestión se amontonan en sus oficinas en una suerte de "resistencia estoica" a la nueva gestión. Entre los más conspicuos se encuentran el Rector de la aún no activa "Universidad de la Defensa" Dr. Jorge Fernández y el ex jefe de gabinete de ministros del ministerio, el agrimensor Sergio Rossi, primo del ex ministro.

Detrás de ellos, un centenar de funcionarios y empleados de distintos niveles, que simplemente esperan pasar inadvertidos durante el mayor tiempo posible para seguir gozando de los beneficios que ofrece un aparato estatal nacional con tantos vericuetos y escondites que cosas como ésta escapan al auditor más avezado.

Tan escandalosa es esta "resistencia", que si hoy se ingresa a su página oficial en la sección autoridades sigue figurando Agustín Rossi como ministro de Defensa y el propio Fernández como subsecretario de Formación de la cartera militar. Efectuada la consulta a la propia Escuela, la respuesta fue: "No hemos recibido la orden de hacer cambio alguno".

Podría suponerse que un empleado administrativo sin poder de mando en la estructura del Estado especule esperando que tal vez su designación resista la revisión que las nuevas autoridades están efectuando en torno a los nombramientos de la última etapa del gobierno de Cristina Kirchner. Pero funcionarios con jerarquía de secretarios o subsecretarios de Estado atrincherados es algo que va más allá del sentido común.

Resistiendo en soledad

Otro instituto dependiente del Ministerio de Defensa es la Escuela Nacional de Náutica "Manuel Belgrano". Este instituto es además el más antiguo de todos los del área, ya que fue creado por el propio Belgrano un 25 de noviembre de 1799. Es administrado por la Armada Argentina, aunque al ser formador de personal superior de la Marina Mercante, la intención de las actuales autoridades parece indicar que pasará a la órbita civil en breve.

En 2010, y en medio de un escándalo administrativo y judicial, el Gobierno consiguió colocar como Director del mismo a un funcionario político que detentaba otro cargo a nivel nacional, con el agravante de que hasta el 10 de diciembre de 2015 siguió ocupando simultáneamente los dos cargos, a pesar de que ambos son de "dedicación exclusiva".

Eyectado del cargo nacional, el capitán Sergio Dorrego se refugió en su actividad docente. El pasado jueves, fue convocado por la jefatura de personal de la Armada Argentina, donde con toda la elegancia posible se le expusieron una gran cantidad de sumarios internos y denuncias judiciales que figuran en su legajo, las que incluyen desde malos tratos a violación de normativa propia de la Armada, con la sugerencia de que sería prudente un paso al costado de una manera elegante.

Fiel a su confesa militancia y emulando al ex titular del AFSCA, Dorrego le comunicó al Almirantazgo que resistirá en su puesto, refugiándose en su despacho rodeado de medio centenar de militares y unos 300 civiles que, por ahora, no pueden hacer otra cosa que seguir cumpliendo sus órdenes, hasta tanto el ojo de la nueva gestión termine de descubrir estos bastiones de la militancia que resiste más por el salario que por los ideales.