Mientras la esperanza de vida de los humanos sigue creciendo, cada vez más expertos en salud se están enfocando no sólo en el hecho de tener más años sino en la búsqueda de la mejor calidad posible. Mantener el cerebro audaz y libre de condiciones perjudiciales como el Alzheimer es una parte esencial de esa extensión de vida.
Por esta razón, los expertos del cerebro están cambiando su enfoque: ya no estudian sólo cómo las capacidades físicas y mentales fallan con la edad, sino también la forma en que aumentan año tras año.
A nivel mundial, cerca de 50 millones de personas viven con demencia -en su mayoría causada por la enfermedad de Alzheimer- y la ausencia de medicamentos o tratamientos eficaces da un panorama negro para los siguientes 20 años, donde se cree que se duplicará la cifra.
Ante esta situación, el cuidado de quienes padecen esta enfermedad recae en sus seres queridos o centros de cuidado para mayores que no brindan la atención especializada que requiere esta afección.
La enfermedad de Alzheimer se descubrió por primera vez en 1906 a través del caso de Auguste Deter por el neurólogo alemán Alois Alzheimer. Esto quiere decir que hace más de un siglo que la comunidad científica trata de entender esta afección y su posible cura pero, desgraciadamente, a pesar de los esfuerzos todavía no existen tratamientos efectivos. Sólo algunas pocas drogas pueden aliviar en ciertos casos algunos problemas de pérdida de memoria y confusión.
El doctor Frank Longo es un neurólogo eminente de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (donde preside el departamento de ciencias neurológicas) y el creador de LM11A-31, una nueva droga que promete cambiar el tratamiento del Alzheimer como se lo conoce.
Longo se especializa en trastornos de la memoria y está acostumbrado a tratar regularmente con pacientes cuyos cerebros sufren un deterioro veloz. Es así que se aventuró en la búsqueda de un fármaco que pudiera mejorar la calidad de vida de sus pacientes y a través de su empresa PharmatrophiX lleva adelante los ensayos clínicos requeridos para su aprobación.
El fármaco actualmente se considera seguro y en las pruebas tanto en ratones como en humanos causó mínimos efectos secundarios. Ahora, en la fase II, es cuando el fármaco se pondrá a prueba en las personas con la enfermedad para ver si verdaderamente se aminoran los síntomas. Si todo sucede como Longo y otros destacados expertos esperan, la droga LM11A-31 estará entonces en su camino a ser aprobada por la Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés).
"Mi mayor frustración es que hemos curado el Alzheimer en ratones muchas veces. ¿Por qué no podemos trasladar ese éxito a las personas?", dijo Longo en una entrevista con la revista TIME. Pero aunque todavía no hay certezas, si los ensayos en humanos continúan progresando de la manera que él espera, esta droga podría ser un paso importante hacia la cura.
Cómo funciona
Durante décadas, los científicos han buscado una cura enfocándose casi sólo en tratar de deshacerse del distintivo del Alzheimer: las placas de proteína de amiloide que degeneran las neuronas y que se han logrado combatir en ratones. Si pudieran deshacerse de ellas también en los seres humanos, podrían deshacerse de la enfermedad, o al menos disminuir su gravedad. Pero LM11A-31 no ataca directamente al amiloide en absoluto.
La droga del doctor Longo es notable en principio por la promesa que significó en los estudios previos con ratones y porque se ha probado que es segura en humanos pero, principalmente, porque ataca al Alzheimer en una forma diferente que las drogas que la precedieron.
"Estamos agnósticos acerca de lo que realmente está causando la enfermedad de Alzheimer", dijo Longo sobre las placas de proteína. El objetivo de LM114-31, en este caso, es simplemente mantener las células del cerebro fuertes y protegidas contra ataques neurológicos (ya sean los efectos de amiloide o de otros factores que intervienen en la enfermedad de Alzheimer). Es un enfoque mucho menos ortodoxo pero, si funciona, podría ser un elemento de cambio.
Para el tratamiento contra la degradación, los científicos se centraron primero en encontrar maneras de absorber el exceso de amiloide en el cerebro, antes de que la proteína pueda formar sus placas pegajosas de proteína y destruir las neuronas. Desarrollaron para eso, entre otros fármacos, anticuerpos que puedan encontrar y unirse al amiloide para descomponerlo. Sin embargo, estos compuestos, a pesar de que funcionaron en animales, no pudieron hacer mucha diferencia en la memoria y la función cognitiva de las personas.
Eso llevó a los expertos a considerar que tal vez el problema no eran las drogas, sino el momento en que se suministraron. Tal vez había demasiado amiloide y demasiado daño en las personas con enfermedad avanzada para que los medicamentos tengan algún efecto medible. Por esa razón, algunas empresas no se dan por vencidas todavía en sus medicamentos fallidos y han comenzado a probarlos, con resultados prometedores, entre las personas con enfermedad en estadio temprano (cuando los amiloides provocaron poco daño).
Eso requiere saber cuándo el amiloide aparece y sucede que el 30% de las personas mayores de 70 años tienen amiloide en sus cerebros sin signos de demencia. En otras palabras, todas las personas con la enfermedad de Alzheimer tienen amiloide, pero no todo el mundo con amiloide ha desarrollado la enfermedad de Alzheimer.
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