Facundo Arana: "Sería genial que todos empujemos el carro elegido democráticamente"

Volvió al teatro en la calle Corrientes con la compañía de su saxo en el unipersonal "En el aire". En diálogo con Infobae habla de cómo vive la paternidad, de su profesión y del momento actual

—En el recorrido que hacés en esa emisión radial nocturna desde el teatro empezás hablando de las noticias del día, harto de escuchar cosas negativas.

—Claro, son todas malas, pero además son todas malas que ya estamos empezando a acostumbrarnos a oír y eso no puede pasar. No le podemos hacer al oído la gimnasia de escuchar que un tsunami barrió un país.

—¿Te afecta?

—No, porque es una gimnasia. De repente ves: "Se detonó un atacante suicida en Yacarta", y tenés el videíto del tipo explotando por el aire. Yo digo: "Esto mi hijo lo puede ver, tiene 6, hace clic en un cuadradito y ve cómo una persona explota por el aire". Mi alma no está preparada, nunca estuvo prepara para ver cosas así.

—Continuando el recorrido de Marcos, tu personaje, en un momento plantea: "Si fuera sabio, haría tal cosa". ¿Qué haría a href="https://www.infobae.com/" rel="noopener noreferrer" Facundo Arana/a si fuera más sabio de lo que es?

—Me quedo con mis chicos, que lo hago.

—Te quedás.

—Sí, claro. El ideal de mi vida es poder salir a trabajar, que los chicos vean que su papá se va a trabajar. Que mi mujer vea que su marido se va a trabajar. Cuando no estoy trabajando, que vea que no estoy quieto, que me estoy moviendo, que estoy yendo a proveer. Es el ideal que todo hombre quiere para su familia. Te puede salir mejor o peor después. Que esta profesión me haya permitido no tener urgencias económicas ya es de marciano. Porque esta profesión no la abrazás para salvarte económicamente. No por lo menos como oficio sagrado de ir a hacer teatro un día. Hay una cantidad de actores sin trabajo, los que laburamos somos muy pocos.

El ideal es poder levantarte, desayunar con tus chicos, llevarlos al colegio, llevar a tu mujer de vuelta a su casa. Saber que la casa está caliente y que tu mujer va a estar ahí. Que después va a poder ir a trabajar o quedarse y que pueda elegir. Vos ir a laburar y a la tarde llegar para poder estar con tu mujer, con los chicos. Ese es el ideal en mi vida. Poder hacerlo y tapar a los chicos con una frazada caliente, recién bañados a la noche, con la panza llena.

—Es un momento maravilloso.

—Sí, poder hacerlo es muy significativo. Sobre todo, además, cuando habías abrazado un ideal como demasiado alto para esta profesión.

—¿Sos muy papá? ¿Te gusta ocuparte?

—Sí. Lo que pasa es que, a diferencia de la madre, que lleva nueve meses de ventaja con ese cachorro que va creciendo en su panza, nosotros tratamos de descifrarlo y terminamos hablándole a un ombligo muy simpáticamente con un vasito, soñando que nos puede escuchar. Después la madre lo pare y ahí entramos nosotros, que no entendemos un cohete de eso, y lo agarramos al nene, lo miramos y le juramos protegerlo por siempre. Aprendemos, decidimos quererlo, le juramos por Dios que lo vamos a cuidar a morir, y después con el tiempo creamos un cariño y un vínculo que la madre ya tenía establecido.

—¿Fue siempre amor a primera vista con los tuyos?

Siempre fue amor a primera vista con todo en mi vida. El amor a primera vista lo tenés todos los días con casi todo lo que ves. Es amor a primera vista, porque sos una persona que ama a primera vista. O no. Hay quienes odian a primera vista. Yo sé que soy un tipo que ama a primera vista.

Después, por supuesto, hay cosas en las que ponés todo tu empeño y toda tu vida. Yo cuando me enamoré a primera vista de mi mujer, bueno, no hay que ser... Me iba a enamorar a primera vista. Pero un rato después de conversar me había dado cuenta de que podía estar al lado de esa persona para siempre. Me cayó un rayo en la espalda, te lo juro. No hay nada que puedas hacer al respecto. O sea, podés dejar pasar la oportunidad y se te pasará, porque el tiempo tiene esta cualidad de hacer que todo pase, todo calma. En algún momento, la vida sola se encarga de limpiar dolores, de volverte a pegar un cachetazo que te vuelve a tirar y de volver a darte los motivos para que puedas surgir de nuevo. Todos aprendimos eso.

—¿Te tiró muchas veces la vida?

—Igual que a todos. A mí no se me murieron mis padres, los tengo conmigo. No me quiero imaginar lo que es el cachetazo que la vida le da a una persona que de golpe pierde a su mamá. No me puedo imaginar el momento de, si tenés la suerte, de poder estar agarrado a tu padre cuando cierra los ojos y muere. Un día va a ocurrir, pero no me lo puedo imaginar. Eso va a ser un cachetazo... Uno de los cachetazos más importantes que te da la vida.

—Justamente en iEn el aire/i hay un momento que tiene que ver con la muerte que es tremendo. ¿Vos qué pensás que pasa después?

—Se trata de creer o no creer en las cosas. Soy un convencido de que si el cuerpo, cuando te vas a dormir con sueño, esa cosa que sentís de placer absoluto, que te abrazás a la almohada y te dormís, cuando estás muerto de hambre y te sirven, que te entra por todos lados. Lo podés oler y sentir. El tomar agua con sed. Desear a alguien y al cuerpo le pasan mil millones de cosas. Imaginate si para cosas tremendamente importantes, pero que te ocurren a lo largo de toda la vida, el cuerpo prepara esos estímulos... Imaginate si no tiene preparado su ancho de espada para el momento que ocurre una sola vez en la vida.

—Cuando te despedís, le agradecés al público y decís: "El horno no está para bollos y que vengan al teatro es un esfuerzo y lo valoro".

—Es que yo estoy mirando a la gente en ese momento. En la mayoría de los casos veo gente que hoy sacó 300 pesos de su bolsillo y 300 para la persona que lo acompaña, puso 600 mangos en una boletería para venir a ver el espectáculo. Cómo no agradecerlo. En el momento del mundo en que estamos viviendo, nosotros hablamos del país porque nos miramos el ombligo, pero si vos abrís los ojos, mirás para afuera y ves todo lo que está pasando en el mundo, decís: "¿Qué ocurre acá que no ocurra en todo el mundo? Si hablamos de lo malo. ¿Y si hablamos de lo bueno? Estamos a la vanguardia".

—¿En qué?

—En la piedad. En la capacidad de ayudar al otro. En preocuparnos por el otro. En gente que sale a recorrer las calles todas las noches.

—¿No te enoja en ningún momento que eso dependa de los vecinos? ¿No debe haber una responsabilidad política?

—Lo dijeron los franceses hace dos mil millones de años: "El Estado somos nosotros". Si el Estado tienen que ser cuatro gatos locos con cuatro ministerios y gente que trabaja para ellos y ahí se quedó... El Estado sos vos caminando por la calle, viendo que alguien se está por mandar un cagadón y deciendo "no".

—¿No te interesa la política o no te interesa contarla fuera de tu casa y de tu gente más cercana?

—Lo que pasa es que hay que entender mucho de política. Vos podés tener una sensación. Yo respeto mucho a mis pares, a mis colegas que tienen una orientación política y van detrás de un ideal.

—No te enoja eso, no te molesta.

—¿Cómo me va a enojar? Además sería totalmente antidemocrático de mi parte. Ahora, en un Estado de justicia, en un Estado de verdad coherente, vos podés ser todo lo militante que quieras. Vos mirás para afuera y ves a Bruce Springsteen que le canta en el recital de uno que va para presidente para recaudar fondos. Su contra directa la tiene a Céline Dion y nadie se enoja por ser de uno u otro partido. Ni se les ocurre.

Ahora, después ellos tienen que correrse si viene la Justicia a decir: "Este es corrupto". El artista que había acompañado ese proyecto se avergüenza de la persona corrupta que está presa por lo que ha robado. Ese es el Estado ideal. Y yo sé, porque conozco a la gente militante, los conozco a todos y sé que van detrás de un ideal de aquel proyecto que se supone, pero también sé que se avergüenzan profundamente de la parte de aquel proyecto que es corrupta.

"Si tenés la posibilidad de un micrófono y de una cámara, más vale hablar de lo que uno sabe"

—¿Nunca sentiste ganas de apoyar públicamente a nadie?

—No. Tengo aprecios personales, tengo preferencias, pero la verdad es que me parece que tenés que entender mucho y sobre todo si tenés la posibilidad de un micrófono y de una cámara, más vale hablar de lo que uno sabe. Porque tu voz se escucha mucho. Entonces, si no sabés, es probable que digas una burrada.

Si vos me preguntás a mí desde lo más naïf, esta respuesta no va a poder ser. Pero me parece que sería genial que todos empujemos el carro que ha sido elegido democráticamente y no importa si a un punto de distancia o a cien mil, hay que empujarlo todos juntos, pero tenemos que dejar de pegarnos entre nosotros.

—¿Qué excesos te permitís?

—Durante muchos años fumé, que fue un error garrafal. Tentado por esas publicidades inmensas, gente que se llenaba de guita con tu salud. "Venga al mundo Marlboro", "Vení, vamos al sabor de Lucky" y te ponían un minón que se prendía un Lucky Strike, si vos fumabas Lucky Strike, te la ganabas. Soy de esa época.

—¿Te la ganaste con un cigarrillo?

—No. Me dijo: "O dejás de fumar o te vas". Vos salías de tu casa y veías un cartel donde había un cowboy con un toro gigantesco tirado en el piso, dado vuelta, con un lazo que ya le había hecho y con un pucho en la boca. Es un papelón todo eso. Y aun hoy, que lo sabemos, ves los kioscos llenos de cajas de cigarrillos, con fotos con gente con cáncer que dice: "Te mata", "No vas a tener potencia sexual" y siguen comprando los puchos, porque ya tienen el vicio hecho.

—¿Me contás qué se siente cuando uno pisa el escenario todas las noches?

—Es un sueño hecho realidad. Sobre todo cuando pisaste tantos escenarios ya en todo el país. Yo caminé estas calles muchísimo, cuando mi vida hacia adelante era una página en blanco, y soñaba con el saxo y soñaba con el actor. Pero no me imaginé jamás en la vida que podía llegar a pasar que un día me subiera con mi saxo, ya con suficiente recorrido como para poder tocarlo. Subirme con los dos oficios hechos carne y estar acá arriba y yendo a tocar a Rusia, yendo a tocar a Israel. Poder darse el lujo de cumplir sueños que son tan lúdicos. Estoy en un escenario de calle Corrientes, con una marquesina que madre de Dios. Es mucho más que un sueño, es una utopía.

—¿A quién le agradecés?

—Tengo una lista inmensa. A mis viejos, en primer lugar, porque mi vieja es la que me bancaba de movida, que decía: "¿Con el arte vas?".

—Nosotros queremos un ingeniero...

—Ese era mi viejo. Mi viejo me decía: "Yo te puedo dar todo el derecho". Mi papá es muy importante en el derecho, es una persona que ha dedicado su vida al derecho. Mamá era arquera de hockey y decía: "¿Saxofonista?". Tengo una carta de ella, de antes de arrancar con todo esto, que me ponía: "Eres artista, hijo mío" y hablaba de que uno es dueño de su vida, de su corazón y de su destino y uno tiene que ir a por sus sueños y cumplirlos. La tengo a la carta, te la puedo mostrar, bastante borroneada. Y mi viejo me decía: "Te metés en un lugar en donde yo no puedo tirarte ni un salvavidas. No te puedo ayudar. No puedo hacer que la corriente vaya a tu favor". Claro, cómo no lo voy a entender.

Si vos tenés la convicción de lo que querés ser de tu vida, cuando tenés una página en blanco para adelante, porque la apuesta no era: "Algún día me planto en calle Corrientes a hacer un unipersonal y tocando el saxo, me voy a tocar a Rusia". No era.

—No era un tema de grandeza ni de fama.

Ni siquiera de plata, porque yo me iba a tocar el saxo al subte y estaba genial.

En el aire se presenta en el teatro Tabaris, jueves y viernes 21:30 h, sábados 21 y 23 h, y los domingos 20:30 h.

Agradecimiento: ?Romina Sala, Peinado y Maquillaje. TW: @RSimagensocial

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