Megan Stephens: "Fui violada por 110 hombres en 22 horas"

En 'Bought & Sold', una joven relata el drama que padeció durante unas vacaciones en Grecia que se convirtieron en los seis peores años de su vida

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El relato estremece. No es frecuente leer el testimonio de alguien que fue traficada en reiteradas oportunidades. Es el caso de Megan Stephens, una joven británica que padeció esa realidad durante seis interminables años y ahora lo tradujo en un libro que se convirtió en éxito de ventas en el Reino Unido. En Bought & Sold (Comprada y vendida), la autora –que utilizó otro nombre y contó con la colaboración de un ghostwriter– explica cómo fue su traumática experiencia, situación de la que pudo escapar en 2009.

Todo comenzó cuando tenía 14 años. Un verano, junto a su madre –separada desde hacía diez–, fueron a Grecia, donde tenían pensado pasar unas vacaciones inolvidables cerca del mar. Una noche, en un bar, conoció a un albanés llamado Jak. Necesitada del "amor sincero" de alguien –sus padres vivían bajo los efectos del alcohol–, depositó su confianza en ese hombre. Su madre permitió que Megan pasara todas sus vacaciones con el joven de 22 años, mientras ella dormía con el dueño del bar, un griego llamado Nikos.

A los pocos días, Jak se confesó "enamorado" de la niña de 14 años. Al poco tiempo, el hombre la convenció de irse a vivir juntos a un departamento en Atenas. El poder que ejercía sobre ella era único. Una vez instalados en la capital griega, logró persuadirla de que consiguiera un trabajo en un lugar de strippers, en donde sólo debía mostrar sus senos. Ello ayudaría a solventar las medicinas de su madre, quien padecía cáncer de tiroides. Fácilmente, la pequeña accedió. El albanés ya tenía pleno control sobre Megan. Aunque "odiaba" lo que hacía, se sentía una "heroína" por estar ayudando a su madre. No sabía que su pesadilla estaba naciendo.

Su madre regresó a Gran Bretaña una vez que concluyó su romance con Nikos. Megan le pidió que le permitiera quedarse con Jak, a quien decía amar. Accedió al pedido de su hija, sin tener idea de lo que pasaba. A los pocos días, el albanés habló con su "novia" y le presentó a León. "Éste es tu nuevo jefe", le informó. ¿Jefe? ¿Acaso todo este tiempo había tenía uno? En ese momento comprendió por qué el hombre con nombre de rey de la selva le daba dinero a su amado. Estaba siendo vendida.

"Entonces, sabes lo que estarás haciendo, ¿no?", le dijo León. Ella miró a quien creía amar. Jak la observó condescendiente: "Te amo. Todo está bien". Luego la llevó hasta la oficina de un abogado, quien la encerró en un cuarto pequeño, sin ventanas, donde había una cama y una cámara de grabación en un trípode. Allí, el hombre le sacó la ropa y tuvo sexo con ella. Le "pagó" 50 euros. "Estaba muy traumatizada hasta para llorar", señaló Megan.

Al salir, se encontró con Jak, quien le dijo que en poco tiempo tendrían el dinero suficiente para formar una familia, comprar un automóvil e incluso una casa en la cual vivir. La joven estaba en shock. No entendía por qué el hombre que le decía que la amaba la sometía a semejantes humillaciones. Por qué la vendía como si fuera un pedazo de carne. Una mercadería desechable. Pero en un instante comprendió lo que su amado pretendía. Se desesperó. Entonces, el joven albanés de 22 años la llevó a un lugar alejado, del otro lado de la ciudad. La golpeó con furia y la dejó tendida en la oscuridad de esa vivienda durante varias horas. Megan se disculpó con él cuando regresó: "Creí que lo que ocurría había sido mi culpa", recordó en declaraciones a DailyMail.

Dos días después de su desagradable experiencia con el abogado, comenzó a trabajar como escort en diversos hoteles. Tenía sexo con no menos de ocho adultos cada día. Incluso con Jak, quien la despreciaba. Sin embargo, quedó embarazada. Al descubrirlo, el albanés la golpeó tanto en el estómago que tuvo un aborto. Apenas tenía 14 años. La violencia que sufría era diaria.

A los seis meses, Jak le informó lo que ella creyó que sería su liberación: volvería a Albania con su familia. Pero no sería así. Su "dueño" la dejó en manos de un coterráneo de nombre Elek, a quien debería rendirle la mitad de sus ganancias. La otra la transferiría a una cuenta bancaria de Jak, regularmente, cada semana. No cumplir podía significar la muerte.

Elek la llevó a diversos burdeles. Allí, Megan debía pasar cinco minutos con cada hombre a cambio de 20 euros. En su primera noche, 50 clientes usaron su cuerpo. La rutina se repetía cada 24 horas y ése era el promedio de hombres que tenían sexo con ella cuando el sol se ocultaba. En una ocasión contó un número increíble: "Fui violada por 110 hombres en 22 horas", según consignó el diario inglés DailyMail. El dueño del lugar pensó que la joven británica se moriría allí y cerró por esa noche el lugar. Otra vez fue forzada a tener sexo con un cliente sin condón. La paga era mayor y Megan no tuvo alternativa. Contrajo sífilis.

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Fueron seis largos años en los que pasaba de burdel en burdel; en los que hacía de prostituta por las calles de Atenas e incluso de Italia, donde fue trasladada por unas temporadas. El paso por los hoteles era permanente. Los conocía casi todos. Hasta que un día no soportó más su pesada vida e intentó suicidarse. Pasó internada tres meses en el hospital, donde logró ganarse la confianza de los médicos y enfermeras, que comprendieron qué era lo que pasaba en la vida de esta bella joven sin familia en un país alejado del suyo.

Las autoridades del lugar decidieron llamar a su madre, quien viajó para Atenas de inmediato. Megan estaba a salvo. Sin embargo, la relación entre ambas estaba rota y de regreso al Reino Unido ya no volverían a tener contacto frecuente.

Ya en casa, Megan se volcó al alcohol, adicción que la mantuvo cautiva como sus anteriores "dueños". Años después, consiguió ayuda y destrabó las cadenas que la golpeaban a diario en su estima y su psiquis. Para ello recurrió a una iglesia, donde se sintió reconfortada y querida. Allí conoció a su actual pareja, de quien espera un hijo. "Es la primera vez que en realidad me enamoro por la personalidad de alguien. Es asombroso, y me ayudó mucho. Estar embarazada ha jugado una gran parte. Me hace sentir normal", indicó la joven, quien hoy con 26 años encontró una manera de volver a creer en la vida.