Al mediodía de ayer, las oficinas del ministerio de Seguridad de la calle Gelly y Obes ardían de actividad. Desde muy temprano, en el despacho de la ministra Patricia Bullrich estaban el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, el ministro de Seguridad de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y varios asesores de los tres. Estaban felices porque la policía de Santa Fe había logrado detener con vida a Martín Lanatta, lo que permitió superar la tensión que generó la llegada de la Gendarmería a la provincia sin avisar a las fuerzas de seguridad locales. El propio Ministro garantizó que su Policía se comportaría correctamente y eso fue suficiente para generar un nuevo clima de confianza entre los funcionarios nacionales y provinciales.
De repente, alguien se comunicó con Pullaro. Le informaron que habían logrado detener también a Chistian Lanatta. Aumentó la euforia. A los cinco minutos, otro llamado informó que también habían detenido a Víctor Schillaci. Hubo alegría, abrazos, felicitaciones mutuas. Un testigo del cónclave aseguró que ninguno de los dos llamados fueron atendidos por la Ministra Bullrich. Inmediatamente se activó la información oficial, que dieron primero el gobernador Miguel Lifschiftz, luego el presidente Mauricio Macri, después la gobernadora María Eugenia Vidal, y posteriormente el juez Sergio Torres y el fiscal Jorge Di Lello.
¿Alguien chequeó la información que transmitió la Policía de Santa Fe?, preguntó Infobae a una fuente confiable. Se supone que sí, pero también es probable que después de días de tensión nadie haya considerado necesario confirmar lo que estaban esperando hace tantos días.
Así fue que se tejió otro capítulo de una película que no termina y que dejó muy mal parado al Gobierno nacional, porque ahora es el mismísimo Mauricio Macri el involucrado en el bochorno.
Lo insólito del episodio es la alegría que provoca entre tantos argentinos el fracaso de la captura de dos de los tres prófugos de la cárcel de General Alvear. Los responsables de los papelones, desde la misma fuga de un establecimiento de máxima seguridad donde no funcionaban las cámaras, hasta la equívoca información recibida en el Ministerio de Seguridad de la Nación, pasando por la promiscuidad entre política, delincuencia y policías en las provincias involucradas, son una herencia del kirchnerismo.
"No hay más investigación criminal en la Argentina desde hace mucho tiempo, está todo destruido, hay anarquía, complicidad, colonización de todos los estamentos", se lamentó un experto. Y agregó: "no hay una conspiración, sino pequeñas decisiones en muchos lados para provocar daño y evitar que se imponga un orden, porque en el desorden gobierna el crimen y la delincuencia".
Sin embargo, Bullrich está convencida de que cuando puso la investigación en manos de la inteligencia de Gendarmería Nacional empezó a desandarse el laberinto criminal. Es una decisión que tomó hace cinco días y que a través de detenciones que fueron realizando con la intervención del juez Sergio Torres y el fiscal Jorge Di Lello logró producir la información que llevó a que un grupo de gendarmes pueda rodear el jueves por la noche a los prófugos en un campo del sur de Santa Fe.
El sistema utilizado fue detener a todas las personas que tuvieron vínculos con los Lanatta para lograr datos que permitieran inferir movimientos posibles. Llegaron a la conclusión de que los que organizaron la fuga, desde afuera, armaron un sistema de postas logísticas, para ir facilitando dinero, armas y una mínima tecnología de comunicación a lo largo de un camino que tenía que demorar varios días hasta que pudieran salir del país. Los prófugos fueron sorprendidos aunque igual lograron volver a huir, pero la inteligencia realizada por Gendarmería logró buenos resultados.
En cambio, no logró evitar graves tensiones con la Policía Bonaerense, la de Santa Fe, y hasta con la Policía Federal, que se sintieron desplazados de la investigación y reclamaron por un "trabajo en equipo", difícil en estas circunstancias. Una prueba dramática se verificó hace pocos días en Parque Iraola, cuando casi terminan en fuego cruzado oficiales de la bonaerense y gendarmes. Y no deja de llamar la atención que los prófugos hayan ploteado una de las camionetas que utilizaron en la fuga como si fuera un vehículo de Gendarmería y que los propios delincuentes se hayan disfrazado con uniformes de gendarmes. ¿Hay ahí un mensaje para Bullrich?
A simple vista pueden observarse dos criterios dentro del Gobierno acerca de cómo encarar la lucha contra el crimen organizado. Una pregona una estrategia de mediano plazo, de tipo negociadora, avanzando solo cuando haya seguridades. Cristian Ritondo sería la cara visible de esa forma de encarar la política de seguridad, pero en realidad se trata de una visión compartida por las primeras espadas de la administración nacional. Bullrich, por el contrario, cree que es necesario dar respuestas rápidas y efectivas, como las que logró en los difíciles días de la asunción de Macri, con buen resultado. Su idea sería lograr que las demás fuerzas de seguridad sigan el ejemplo de Gendarmería y Prefectura, con oficiales más sanos y sin compromisos con el crimen organizado. Parece claro que le están queriendo hacer pagar caro su apuesta de ir a fondo y rápido.
Hoy se cumple un mes de la asunción del nuevo Gobierno. Nadie imaginó que sería fácil para Cambiemos hacerse cargo del hierro caliente en todas las áreas que dejó Cristina Kirchner. La mayoría comprende que las mafias enquistadas en todos los rincones de un Estado incapaz de proteger a los ciudadanos no van aceptar mansamente perder sus infinitos privilegios. La obligación del Gobierno es exponer claramente la dimensión del problema del narcotráfico en la Argentina y mostrar una estrategia seria para combatirlo, para que nadie espere resultados en pocos días y pueda reclamar si dentro de un tiempo prudencial las cosas siguen tal como las heredaron.