Este domingo se cumplen tres semanas de las elecciones más difíciles de la historia reciente de España. Como nunca antes había ocurrido desde el fin del franquismo, estos 21 días no aportaron la más mínima claridad sobre quién será el nuevo presidente.
El Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy, que gobierna desde 2011, volvió a ser el más votado, pero no se puede decir que ganó. Los 123 escaños que obtuvo en el Congreso de los Diputados están muy lejos de los 176 que necesita para continuar en el poder sin alianzas, y son 63 menos de los que había conseguido cuatro años atrás.
Su esperanza de gobernar junto a Ciudadanos, una fuerza nueva pero con ciertas afinidades ideológicas al PP, se hizo trizas por la mala elección que hizo el partido de Albert Rivera, que sólo cosechó 40 legisladores. Sumados, están a 13 de la mayoría.
El Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy, que gobierna desde 2011, volvió a ser el más votado, pero no ganó
Descartada por razones obvias una coalición con los populistas de izquierda de Podemos —que sorprendieron a todos con los 69 diputados que obtuvieron—, sólo les queda una alternativa: sellar un acuerdo con sus enemigos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, los representantes de la izquierda moderada alcanzaron un pobre segundo puesto con 90 bancas —20 menos que las de 2011—, que de todos modos les otorga la llave para la resolución de la crisis. Apoyando a Rajoy para un nuevo mandato, o aventurándose a una compleja alianza anti PP con Podemos y Ciudadanos, podría formar gobierno. Sin embargo, se debate en una guerra interna para desplazar a Sánchez y se muestra incapaz de volcarse por una u otra opción.
Así, tres semanas después de los comicios, y a cinco de que venza el plazo legal para investir a un nuevo mandatario o llamar a otras elecciones, todo está como al comienzo y ningún actor se movió un ápice de su postura inicial. En parte, se debe a razones muy profundas, que tienen que ver con la dura historia de divisiones y conflictos intestinos, y con la honda crisis política y económica que atraviesa el país desde hace varios años. Pero hay otro motivo, inconfesado: nadie quería tomar una decisión hasta que no se definiera el futuro de Cataluña.
El 27 de septiembre se realizaron allí las elecciones regionales. Para obtener una reelección que de otro modo nunca habría conseguido, Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña desde 2010, formó la variopinta coalición Junts pel Sí, que busca la independencia de la región. Consiguió 62 escaños, seis menos de los necesarios para gobernar. Dado que el resto del arco político se opone al proyecto secesionista, la única opción que tenía era incluir a los intransigentes de la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), que con sus diez diputados podrían haberle asegurado la continuidad.
nadie quería tomar una decisión hasta que no se definiera el futuro de Cataluña
Tras la insólita asamblea del 27 de diciembre, que terminó empatada en 1.515 votos, la CUP resolvió el domingo 3 de enero no respaldar al actual mandatario para un nuevo período. Mas intentó convencer a al menos seis legisladores para que rompan el bloque y lo apoyen, pero no lo consiguió.
Este sábado 9, cuando parecía todo perdido para los separatistas, y la convocatoria a nuevos comicios era inevitable, Junts pel Sí y la CUP llegaron a un acuerdo de último momento para formar gobierno. La cláusula que destrabó la negociación fue la renuncia de Mas. Quien lo reemplazará al frente de la Generalitat es el actual alcalde de Girona, Carles Puigdemont.
¿Por qué toda la política española estaba pendiente de lo que ocurriera en Cataluña? La principal razón es que si hay un punto en el que coinciden el PP y el PSOE es en su férrea oposición al proyecto independentista catalán.
La investidura de Puigdemont acelerará los plazos de esa iniciativa, lo que condiciona especialmente a los socialistas: si no dejan a Rajoy formar gobierno y profundizan la crisis a nivel nacional, podrían quedar como responsables de la fractura de España. Si Junts pel Sí hubiera fracasado, la convocatoria a nuevos comicios en la región habría sido un golpe para los separatistas, y habría posibilitado imaginar otro tipo de alianzas para llegar a La Moncloa.
"ahora es más probable que haya una coalición en Madrid"
"Dado que Junts pel Sí tiene el mandato de sacar las leyes esenciales para la independencia de Cataluña, ahora es más probable que haya una coalición en Madrid. Dejarían gobernar a Rajoy para hacer frente al tema de la independencia, porque además el PP tiene la mayoría en el Senado. Esto puede ser muy importante en caso de tener que tomar sanciones constitucionales y asumir competencias que son de las regiones, porque son cosas que requieren del Senado", explicó Araceli Mangas, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, consultada por iInfobae/i.
El PP y el PSOE, encerrados en sus laberintos
"Tenemos un parlamento más fragmentado que nunca, con una gobernabilidad muy difícil. Habrá que recuperar el espíritu de la transición democrática, de predisposición al acuerdo. Pero los actores políticos de hoy parecen de peor calidad que los de fines de los 70. Saliendo de la dictadura, todos sabían que era imperativo construir un régimen democrático. Hoy ya lo tenemos, aunque esté averiado, y eso hace que la clase política se lo tome de otra manera", dijo Cesáreo Rodríguez-Aguilera, catedrático de ciencia política de la Universidad de Barcelona, en diálogo con Infobae.
Gran parte de la crisis que está atravesando el país se explica porque su cultura política es contraria a la formación de acuerdos. El famoso pacto de La Moncloa, que permitió la diagramación de la democracia vigente, fue una excepción.
"Tenemos un problema histórico. La guerra civil no se ha cerrado en España y hay un odio muy brutal entre la izquierda y la derecha. A diferencia de lo que pasa en el resto de Europa, la izquierda no le reconoce a la derecha legitimidad democrática", dijo Mangas.
"Los actores políticos de hoy parecen de peor calidad que los de fines de los 70"
"En la España reciente los parlamentos vinieron funcionando con mayorías que se formaban con un solo partido, como recién con el PP, o sumando algunos frentes nacionalistas y regionales. Eso hacía innecesaria la cultura del pacto a niveles que ahora son imprescindibles. Cuatro años de mayoría absoluta paradójicamente han significado el total aislamiento del PP, pues no sólo no acordó jamás con nadie, sino que despreció paladinamente la opinión de las demás fuerzas políticas", contó José María Portillo Valdés, historiador de la Universidad del País Vasco, en diálogo con iInfobae/i.
La Constitución de España establece dos mecanismos para ser electo presidente. El primero es conseguir el apoyo de la mayoría absoluta de los diputados, 176. En una segunda instancia, basta sumar más votos a favor que en contra, lo que se consigue si los que no quieren convalidar al nuevo gobierno, pero tampoco obstruirlo, se abstienen en la votación. El PP busca que el PSOE siga este camino.
"La estrategia de Rajoy es pragmatismo puro y duro —dijo Rodríguez-Aguilera—. Es un táctico cortoplacista, pésimo estratega, pero buen táctico. Con esa postura de aferrarse al poder como sea, diciendo que la disyuntiva es él o el caos, no le ha ido mal. En principio busca formar gobierno en solitario. Ya ha dicho que por razones Estado y responsabilidad, PSOE debería facilitarle la investidura".
"El problema es que con sólo 123 diputados el PP no aguanta, es imposible —continuó—. Suponiendo que el PSOE se abstenga y lo deje gobernar, no podría agotar los cuatro años, sería muy vulnerable. Es necesario un gobierno de coalición, que al menos sume a Ciudadanos. Al PSOE le convendría abstenerse porque como oposición tendría mucha fuerza condicionante".
"El problema es que con sólo 123 diputados el PP no aguanta, es imposible"
Por su parte, los socialistas no saben qué hacer. "Tienen todas las herramientas estratégicas en su mano, pero no las están usando. Se metieron en una batalla interna por el liderazgo, algo que es suicida. Los barones regionales le quieren mover la silla a Sánchez, que no quiere acordar con el PP, porque cree que podría ser la muerte del partido. A él le gustaría intentar una coalición con Podemos y con formaciones nacionalistas", agregó el politólogo.
Sin embargo, ese hipotético gobierno sería muy inestable por las diferencias que hay con Podemos, un partido que tiende a la intransigencia. Además, gran parte del PSOE no está dispuesta a negociar con un partido que se comprometió a aceptar que los catalanes realicen un referéndum autonómico. Mucho menos después de lo ocurrido este sábado.
"Lo más probable es que haya que repetir las elecciones en unos meses y que mientras tanto funcione un gobierno interino del PP (los presupuestos ya fueron convenientemente aprobados en octubre). Solamente si la izquierda española fuera lo suficientemente consecuente para convencerse de que
y por tanto ceder, en vez de sacralizar de antemano propuestas como el referéndum de independencia en Cataluña, podría darse un gobierno que tuviera ciertos apoyos de partidos menores. Pero no soy optimista al respecto", concluyó Portillo Valdés.