Carta abierta a los jóvenesbr/ br/
Hace unos días me llamaron de Colombia para una entrevista de radio. Los oyentes, casi todos jóvenes, preocupados por lo mismo, el éxito.
Muchachos, la empresa más importante por la que pueden trabajar es su familia. Un auto más lujoso, una casa más grande, un reloj más caro y hasta su puesto de gerente son sólo fachadas que a la larga no los harán más felices, sino más distraídos. Recuerden que al final del camino lo que importa es el amor entre los suyos, el resto sólo es show para mantenerse ocupado. Hay que tener coraje para establecer prioridades.
Existen dos tipos de ambiciones. Una te lleva a trabajar para creerte más importante que los demás y, la otra, para ser más útil. Si trabajas solamente para demostrar lo mucho que puedes acumular, al final de cuentas te quedarás viviendo en la especulación, pero si, por el contrario, trabajas por el legado, lo que dejarás es una vida mejor para otros: eso te convierte en parte de la historia.
Repetidamente escucho la frase "Soltar y confiar". Si bien a veces puede ser necesario para no vivir presos de la obstinación, igual de cierto es que las cosas que más valen, por lo general, son las que más cuestan. Ganar la lotería es para pocos. Si por cada tropezón que atraviesas vas a soltar esperando que algo mejor suceda, lo más probable es que te pases la vida soltando.
Un amigo, Alec Oxenford, creador de OLX.com, entre otras maravillas actuales, pero por sobre todo un gran tipo a quien quiero y admiro, se pasó muchísimo tiempo tratando de convencer a la misma persona para que apoyara con capital uno de sus proyectos. Catorce veces le dijeron que no, pero a la quinceava vez consiguió el dinero que necesitaba. No soltó nada, por el contrario, se abrazó fuerte a sus sueños y luchó con ingenio por ellos.
Alec también me dio el mejor consejo que pude haber recibido a los 23: "Pibe, viajá", me dijo, café por medio. Viajar me hizo entender, entre otras cosas, la dimensión de nuestra visión doméstica de la realidad. Conocer tantos sueños caminando por el mundo te hace más solidario y menos solitario.
Muchos deciden viajar para olvidar problemas. Déjame decirte que si el problema es externo, eso lo resuelve el tiempo. Pero si es interno, eso lo resuelves tú. Creer que yéndote a vivir a otro sitio conseguirás la felicidad es una fantasía. Los problemas que tengas contigo los llevas en la mochila, vayas donde vayas, sencillamente porque podemos distraernos pero no escaparnos de nosotros mismos. En algún momento o te encuentras o te chocas contra ti. Así que el mejor viaje que podemos hacer es hacia nuestro interior.
Probablemente estés por elegir al compañero de tu vida. Si es así, y en contra de casi todos los consejeros sentimentales, te diría que la experiencia me hace creer que el amor indicado no es el que te hace sentir primavera en invierno, sino paz en todas las estaciones.
Si, por el contrario, ya estás por ser padre o madre, cuida tus palabras al criar un hijo. En tus manos está el formar un próximo Nelson Mandela, o un retorcido. Claro está, con todas las matices intermedias. Un niño no tiene la capacidad para comprender las restricciones del contexto. Su pureza no le permite deducir las limitaciones de los otros y por eso se culpa, se siente responsable y asimila como exactos y asertivos los prejuzgamientos que otros hacen sobre sí.
Tuve la suerte de tener unos padres que, desde muy chico, me han hecho creer que podía ser capaz de realizar lo que me propusiese. Otros, por el contrario, andan por sus vidas cargando con las adjetivaciones que les regalaron a lo largo de su infancia.
Dicen que, ante la adversidad, el inconsciente toma recuerdos de la infancia como herramienta para ayudar a sobreponerse. Son como salvavidas que nos ponemos cuando caemos en el mar de una realidad turbulenta. Algo así como pilares en donde se apoya y sostiene nuestra personalidad. No imagino a alguien que durante su desarrollo fue sometido a latigazos verbales, sacando del cajón algodones, en vez de alambres de púas.
Me vengo equivocando lo suficiente como para darme cuenta de que si bien es atractivo enseñar, más significativo es aprender. Hablar antes que oír te convierte en una especie de charlatán engreído. Caer en el error te hace humilde, porque posiblemente tengas que pedir perdón y trabajar por subsanar lo hecho. El error entonces te hace humilde, humano y por eso te acerca a los otros y te conecta con la capacidad de perdonar y ser perdonado. El error te enseña a ser empático y eso genera un mundo más tolerante.
¿Siempre te sale todo bien? Pues entonces algo estás haciendo mal. Los que nos movemos nos equivocamos, así que elije persistentemente ubicarte del lado de los que hacen. Anticiparse genera incertidumbre, pero no te preocupes, porque cuando un cobarde ve a un valiente actuar, lo imita aunque sea por miedo.
Cuando eres joven, lo más fácil es juzgar los errores ajenos. Si te encuentras en esa situación, créeme que es porque que todavía no has tenido el tiempo suficiente para equivocarte. No clasifiques tanto, porque en un abrir y cerrar de ojos estarás con un par de años más, con dedos que no son los tuyos apuntándote.
Si a los 18 años piensas como alguien de 50, lo más probable es que estés actuando como un retrógrado. Pero si a los 50 sigues pensando como a los 18, lo más probable es que estés actuando como un idiota. Los jóvenes son idealistas y los idealistas son la columna vertebral del mundo, los que lo hacen andar y dan sentido. De ahí la necesidad de que los adultos, con su experiencia, acompañen a los jóvenes, con su entusiasmo. Juntos, el trabajo puede ser exquisito. Separados, el joven se convierte en incompetente y el anciano en depresivo.
Es paradójico, el libro de autoayuda que posiblemente terminas de leer porque no soportas la angustia que te causa la crítica ajena es el mismo que acaba de comprar la persona que recién ofendiste, por el mismo motivo. Necesitamos colgar menos mandalas en la pared, prender menos sahumerios armonizantes y poner más en práctica la frase de San Agustín: "Amar al errado y odiar el error".
Gurúes contemporáneos enseñan no que existen prójimos con dificultades, sino gente tóxica. Partiendo de este concepto, lo importante pasa a ser tu habilidad para sacártelos de encima, no de ayudarlos. Peligroso concepto. Si todos creyeran que los distintos son perjudiciales, el resultado es más intolerancia. Una humanidad que camina rumbo a la soledad.
Algo me dice que una sociedad está equivocada cuando le enseña a los jóvenes a no hablar mal de las personas fallecidas, mientras defenestra a los vivos, en vez de hacerles la existencia más fácil.
Aceptar que la tristeza es, dentro de parámetros razonables, una virtud que posibilita el crecimiento nos ayuda a entender que gracias a su existencia podemos valorar la felicidad.
En los años noventa la moda era ser exitoso, glamoroso. Empresarios con perfil eufórico cual Leonardo Di Caprio interpretando a Jordan Belfort en El Lobo de Wall Street. Sin más, tipos con dinero, mujeres, verborrágicos y ganadores. Esos a quienes el abatimiento no puede ni debe llegarles. Hoy la moda es ser feliz. Así, muchos creyeron que la prosperidad era entonces una obligación y no en todo caso una búsqueda. Algo que puede conseguirse con sólo hacer un chasquido de dedos.
Actualmente veo a las crisis como bendiciones. La tristeza te lleva a un camino de introspección que ayuda a redescubrirte. Así como tu estado de felicidad saca lo mejor de los demás cuando estás con ellos, el abatimiento saca lo mejor de ti cuando estás solo.
Recuerda siempre que el problema no es el problema, sino cómo ves al problema. El más fuerte no es el que se mantiene siempre de pie, sino el que se arrodilla para luego levantarse cuantas veces sea necesario. Cuando tengas problemas que te desborden, pide apoyo. Demandar ayuda es gritar esperanza y eso es lo que diferencia al fuerte del débil.
Los hasta ahora pocos malos momentos que tuve en la vida pude atravesarlos gracias a la fe. La pregunta que te salva ante la desesperanza es sobre el sentido de la existencia. Aproximarse a una respuesta hace que veas a tus problemas como parte de un camino y no como el destino de él. Por eso, cuando me preguntan por qué no soy ateo, simplemente respondo: "Porque no me conviene". Creer que eres una canica arrojada en el mundo por capricho del universo, además de ser una idea desmesurada, debe transformar a la vida en un naufragio dramático.
No corras tanto por alcanzar tus sueños, porque mientras más corres, más rápido llegas a destino, sin darte cuenta de que la felicidad en verdad no está en llegar a la meta, sino en recorrer el camino.
Lo mejor que puede pasarte es tener una meta bien alta, esas difíciles de alcanzar, pero no imposibles. Sueños que para convertirse en realidad necesiten de muchas caídas, de mucho esfuerzo, pero, más aún, de mucho tiempo. Así como la política es la persecución del poder, la vida es una persecución de sueños. Si los alcanzaras a mitad de camino, te quedaría la otra mitad infundada. Por eso búscate uno que se convierta en pasión y que justamente por eso elijas y disfrutes el vivir por ella.
El año pasado recorrí más de veinte ciudades mexicanas para presentar mi ensayo sobre pobreza. La última tuvo lugar en una alcaldía. Allí se encontraban políticos, funcionarios públicos, empresarios, personalidades de la cultura y la sociedad civil, el alcalde y su mujer. Al finalizar y entre tantas personas de trajes elegantes que hacían fila para autografiar su ejemplar, asomó un hombre de unos cincuenta años, barba larga, ropa sucia, descalzo y por lo menos un mes sin ducharse. La custodia, desenfocada, miraba la situación con el semblante desencajado. Tocó mi hombro y con una postura de amabilidad extrema me pidió perdón por no poder comprar un ejemplar y sacó de entre sus bolsillos una servilleta usada que había logrado conseguir luego de estar pidiendo papel entre los presentes. "¿Podrías dejarme una dedicatoria aquí?", preguntó. "Muchas gracias por lo que haces".
Me pateó el tablero de tal manera que de pronto muchas de mis certezas pasaron a convertirse en interrogantes. Mi cena esa noche no fue en la Alcaldía y lo agradezco.
Hace unos años, si se me hubiera aparecido un genio y me hubiese ofrecido cumplir mis deseos, uno de ellos seguramente hubiera sido el poder tener la capacidad para convencer a los inconvencibles. ¿Increíble, no? Desde esa cena, lo único que pretendo para los demás es que sus miradas puedan transmitir lo mismo que lo de este hombre. Si te falta todo, menos paz, en realidad no te falta nada.
Fundación Internacional de Jóvenes Líderes
El presente texto es un extracto de la nueva obra del autor, de próxima aparición