Yuval Harari: "Hoy la religión más exitosa es el consumo"

El reconocido historiador israelí, profesor de la Univesidad de Jerusalén y best-seller mundial, habló con Infobae sobre su nuevo libro, las consecuencias de la evolución tecnológica y el futuro de la especie humana

Nicolás Stulberg 162

El israelí Yuval Noah Harari es profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En su último libro "De animales a dioses: breve historia de la humanidad" (Debate, 2014) explica, entre otras cuestiones, cómo el hombre fue capaz de dominar el mundo gracias la ficción. Es que, según el autor, es la capacidad de creer en nuestras propias historias lo que nos diferencia de, por ejemplo, un chimpancé. Así, a partir de la construcción de relatos (y de la confianza colectiva en ellos), es que se han consolidado tanto las religiones como sistemas políticos y económicos, además de conceptos tales como el dinero y los derechos humanos, señala el profesor. En diálogo con Infobae durante su reciente paso por Buenos Aires, Harari repasó estas cuestiones y se refirió a los principales desafíos que deberá enfrentar el hombre en los próximos años.

—Usted sostiene que en principio los humanos no somos muy superiores a otras especies, ¿podría desarrollar esta idea?

—Hay dos factores clave. Primero la cooperación: tendemos a pensar que somos especiales como individuos, que somos mejores que un chimpancé, un delfín o un cerdo, pero a nivel individual lo humanos no somos mucho más poderosos que otros animales. Si me ponés a mí y a un chimpancé en una isla, creo que el chimpancé va a sobrevivir mejor. La fuente de poder del ser humano es la cooperación a gran escala. Cuando millones de personas cooperamos en conjunto, somos más poderosos que otros animales. Todos los grandes logros de la historia, como la construcción de pirámides en el Antiguo Egipto o la llegada a la Luna, son el resultado de la cooperación y no del genio individual. Y lo que nos permite cooperar es la imaginación. Toda la cooperación a gran escala está basada en historias ficticias. Historias sobre dioses, naciones, derechos humanos o dinero. Y ningún otro animal, por lo que sabemos, puede crear y creer en historias ficticias. Tienen comunicación, por supuesto, pero la usan para describir la realidad. Los humanos usan la comunicación no solo para eso sino para crear nuevas realidades ficticias. Como por ejemplo: si sos una buena persona, cuando te mueras vas a ir al cielo y Dios te va a recompensar. Y si muchos creen eso, van a querer trabajar juntos para lograrlo. Esto es algo que un chimpancé no puede hacer. Nunca vas a convencer a un chimpancé de que te de una banana o que se enfrente a otro prometiéndole eso: no te van a creer. Pero no solo las religiones se basan en este tipo de historias. Por ejemplo, los derechos humanos son también una historia de ficción, como Dios y el Cielo. No es una realidad biológica: si abrís un humano en la mitad no vas a encontrar derechos. Los derechos humanos son un cuento que se creó y diseminó. Es una buena historia que trajo muchas mejoras a la vida de los humanos, pero es una invención propia.

—¿Cómo es en el caso del dinero?

—También es una historia. La mayor parte de dinero de hoy son datos electrónicos en computadora. No son billetes, ni oro. Es solo información que se mueve desde una computadora a otra. Y mientras tengamos confianza en esta información, vamos a poder comprar, no sé, una heladera en China, solo transfiriendo estos datos. El dinero es confianza. Y cómo desarrollar esta confianza es el trabajo de los bancos, gobiernos y corporaciones. Y de nuevo: esto se logra convenciendo a las personas de que crean en eso. Cuando empezaron a existir los billetes, la gente no quería aceptarlo. Pero si lográs convencer a millones de personas de que confíen en pedazos del papel sin valor, se vuelve extremamente valioso y es más fácil comercializar y establecer relaciones económicas. Pero son todos cuentos. De hecho, las crisis financieras no son el resultado de catástrofes del mundo real, sino que se producen a partir de la pérdida de la confianza. Todo el mundo sabe que ningún banco tiene el dinero que dice tener: usualmente no tiene más que el 5 o 10 por ciento. Por eso, si todos fueran al mismo tiempo al banco a buscar su dinero, quebrarían. Y todos lo saben. Pero aún así confiamos, porque creemos que si sucediera esto el gobierno intervendría.

—¿Dónde ubicaría el origen del consumismo en la Historia?

—El consumismo cree que la solución a cualquier problema que podemos tener depende de comprar algo: un producto o un servicio. Si estás en crisis con tu pareja, el cristianismo te dice que tenés que rezarle a Dios o hacer una buena acción. El consumismo te dice: olvídate de rezarle a Dios, necesitás comprar algo. Tal vez el problema es que tu casa es muy chica: comprate una más grande. Tal vez necesitás relajarte: váyanse juntos de vacaciones, que seguro salvará la relación. Esta es la idea principal del consumismo. Y esto es algo bastante nuevo. Fue en los últimos 100 o 200 años que el consumismo que se volvió algo tan dominante en el mundo. Pero hoy es probablemente sea la religión más exitosa: podés ser cristiano, judío o musulmán, todo el mundo cree en el consumismo.

—¿Cómo cree que se llegó a esto?

—Es el resultado del éxito del capitalismo. En la mayor parte de la historia, la gente vivía en situaciones de escasez. No había suficiente comida ni nada. Entonces el principal mensaje a la gente era: aprendé a conformarte con lo que tenés y consumí menos porque no te van a dar más. En la Europa medieval los curas transmitían eso. En la Era Moderna, con la Revolución Industrial y el auge del capitalismo pasamos a un estado de abundancia y hoy el panorama es el opuesto. Ahora producimos tantas cosas que la gran pregunta es: ¿quién va a comprar todo esto? Si la gente deja de comprar, la economía colapsa. Y todos quieren que la economía crezca todo el tiempo. El crecimiento significa producir más, pero si producís más alguien tiene que comprarlo. Entonces hay que convencer a toda la gente. Algunos de los productos son buenos, por ejemplo, nuevos medicamentos, y muchos otros no sirven para nada. Pero estamos convencidos de que los necesitamos y que no podemos ser felices si no tenemos las últimas novedades.

—En el libro, usted señala una serie de contradicciones en las religiones, ¿cree los mismos creyentes están al tanto de esto y aún así eligen creer?

—Creo que la gente tiene una gran capacidad de creer en contradicciones. Por ejemplo, ahora Estados Unidos, Francia y Rusia están bombardeando al Estado Islámico. Cuando matan a estos activistas, el Estado Islámico dice que son mártires y que se irán al Cielo porque murieron por Alá. Y al mismo tiempo dicen: vamos a vengar la muerte con actos terroristas. Esto no tiene sentido, es algo contradictorio. Si realmente van al cielo, ¿por qué hay que vengarlos? Si realmente creés que se van al Cielo, entonces tendría que haber más bombardeos para que vaya más gente. Pero no: se enojan mucho y juran venganza. Lógicamente, esto es una contradicción. Pero las personas pueden convivir con ambas ideas.

—¿Considera que las religiones han perdido poder en los últimos siglos?

Las religiones tradicionales han perdido mucha influencia. Todavía la tienen, pero mucha menos de la que tenían hace 300 o 500 años. Por otra parte, se ve el crecimiento de otras religiones: aquellas que no están enfocadas en el más allá o en el Cielo, sino que están centradas en los seres humanos, la tecnología y la vida en la Tierra. El comunismo, por ejemplo, era una religión sin Dios. Una religión que prometía todos los antiguos deseos de justicia, felicidad y el paraíso acá en la Tierra, y no después con la ayuda de Dios. Y hoy se ve una nueva oleada de religiones.

Nicolás Stulberg 162

—Entonces es consecuencia de los avances científicos

—Exacto, ya no necesitamos a Dios. Por miles de años, la gente le rezaba a Dios para pedirle ayuda en su vida. Rezaba para que lloviera o para que las cosechas crecieran. Esta era la idea de la religión. Hoy no le pedimos a Dios que mejoren los cultivos: para eso está la ciencia. Invertimos en desarrollo científico y gracias a los pesticidas, fertilizantes o nuevos cultivos tenemos más prosperidad que la que cualquier Dios podría traer. Y ahora tenés religiones tecnológicas que no solo prometen prosperidad, sino también la vida eterna, felicidad y el paraíso acá en la Tierra con la ayuda de la tecnología adecuada. Por eso hoy el lugar más interesante del mundo, en términos religiosos, no es Medio Oriente sino Silicon Valley. Ahí es donde las religiones se están creando y tenés mucha gente que cree que en un par de décadas o generaciones los seres humanos podrían ser inmortales con la ayuda de la tecnología.

—Con todos estos avances, ¿diría que el ser humano de hoy es más feliz que antes?

—No pareciera, por lo menos no mucho más. Es obvio que las personas tiene más poder y la vida es mucho más cómoda en cierto modo. Tenemos mejores medicamentos, mejor transporte, mejores medios de comunicación, pero todo este poder no se traduce en una mayor felicidad. Porque la felicidad depende de las expectativas y la expectativa se adapta a las condiciones. Entonces cuando las condiciones mejoran, las expectativas también crecen. Hace mil años, si tus familiares se iban a otro país, no sabías de ellos por meses. Mandabas cartas que tardaban en llegar y además tenías que esperar la respuesta. Hoy tenemos teléfonos celulares y podemos estar en contacto con todos todo el tiempo. Pero nos acostumbramos a eso y cuando hay una mínima demora, nos ponemos extremadamente ansiosos y preocupados. No digo que sea malo el progreso, pero sería ingenuo pensar que por tener más poder vamos a ser más felices.

—En el libro explica que al hombre el poder no solo no le generó bienestar sino que además perjudicó a otras especies, ¿por qué cree que sucedió esto?

—Porque muchas veces las personas no saben usar el poder. De nuevo: la gran capacidad del humano es la de adquirir poder. En esto son buenísimos, pero muchas veces no saben qué hacer porque no saben qué quieren. Incluso en la vida personal ves que la gente pasa años acumulando dinero, poder, prestigio y no saben qué quieren de la vida. Se concentran en eso y nunca terminan de saber qué hacer con eso. Y a nivel colectivo de la humanidad, el resultado de esto han sido catástrofes ecológicas: la gente destruyó hábitats, especies de plantas y animales. Hoy el sistema ecológico está amenazado por el ser humano y cada vez más escuchamos del calentamiento global y del cambio climático. Ese poder que se acumuló desestabilizó todo.

br/ —¿Qué evolución cree que puede tener esto? ¿Es optimista?

—Creo que el próximo paso es que los seres humanos se conviertan en dioses. Este es el nombre del libro, pero lo pienso literalmente: no es una metáfora. Los seres humanos están en proceso de adquirir habilidades divinas. En el Génesis, Dios crea animales, plantas y humanos según sus deseos. Ahora los seres humanos, con la tecnología están produciendo todo esto de acuerdo a sus propias aspiraciones. Ahí es adonde estamos yendo: después de cuatro mil millones de años en los cuales la vida en la Tierra se regía por la selección natural, ahora la fuerza del cambio van a ser los deseos y las aspiraciones culturales del ser humano. Esta será tal vez la mayor revolución no solo en la Historia sino en la Biología.

—Dice que nos estamos convirtiendo en cyborgs, ¿es así?

Eso es parte del proceso. Hay tres caminos principales en los que la vida en la Tierra puede llegar a cambiar. Primero pueden utilizar la ingeniería biológica. Esto significa tomar un organismo, una planta, un animal o un humano, y cambiar su ADN, su sistema hormonal, pero y que aún así sean cuerpos orgánicos. La segunda manera es no verse limitado por las partes orgánicas, sino combinar con elementos inorgánicos como brazos u ojos biónicos, o conectar el cerebro humano a una computadora. Y esto no es ciencia ficción: es lo que se hace en laboratorios de todo el mundo. Esta es la creación de cyborgs: entidades con una parte orgánica y otra inorgánica. Y hay un tercer modo, que es el de crear vida completamente inorgánica: crear inteligencia basada en una computadora o en internet. Si esto se produce, tendremos una gran revolución en la historia de la vida. Estos son los tres caminos principales en los que la ciencia y tecnología pueden empezar a cambiar las características más básicas de la vida en la Tierra.

—Más allá de lo mencionado, ¿qué problemas cree que deberá enfrentar el hombre en este siglo?

—Creo que una de las cuestiones más importantes es la del mercado laboral. Computadoras, algoritmos y la inteligencia artificial están reemplazando a los humanos en cada vez más empleos. Los expertos estiman que en 20, 30 o 40 años el 60% de los trabajos serán realizados por computadoras. Por ejemplo, tareas como conducir un taxi o un colectivo. Ya se han desarrollado autos que se manejan solos y conducen mejor que la mayoría de los humanos, usan menos combustible, tienen menos errores, el porcentaje de accidentes es menor, no tiene problemas con el alcohol, no se quedan dormidos ni se distraen con el teléfono. Creo que en Estados Unidos, 30 o 50 mil personas mueren cada año por accidentes viales. Y se estima que si la conducción fuera por vehículos de este tipo, la cifra bajaría a 200. Esto no es una profecía, pero puede ser que en 30 años no haya más conductores, ni algunos empleos relacionados, como el de profesor de conducción. Lo mismo con los médicos: ya hay algoritmos que pueden diagnosticar enfermedades y recetar medicamentos mejor que lo que lo puede hacer un humano. Porque para diagnosticar necesitás mucha información sobre el paciente y todas las enfermedades del mundo, todos los síntomas y todos los medicamentos. Ningún humano puede saber eso. Y una computadora sí. La computadora puede saber todo tu historia clínica, tu ADN, el historial clínico de toda tu familia, de tus vecinos, las últimas investigaciones y medicamentos, por lo que el resultad va a ser más acertado que el de cualquier humano. Y lo mismo sucede en otros trabajos, como abogados o agentes de bolsa. Entonces la gran pregunta es qué va a hacer la gente dentro de 30 años. Obviamente habrá nuevos trabajos, como diseñar la realidad virtual, pero tampoco sabemos si van a hacer este trabajo mejor que las computadoras. Tal vez enfrentemos una situación en la que la mayor parte de los humanos van a ser económicamente inútiles y no van a servir de nada. Nadie sabe cuáles van a ser las consecuencias sociales políticas y económicas. Y esto no es ciencia ficción: hoy los chicos en las escuelas se preguntan qué deberían estudiar para tener trabajo dentro de 20 años y la verdad es que nadie sabe qué contestarles.