La historia del "chico bien" que se convirtió en el primer asesino serial de Uruguay

Hijo de un diplomático y criado en el exclusivo barrio de Carrasco, Pablo Goncalvez comenzó su raid asesino durante el verano del 92, atemorizando a una población que se aprestaba a vacacionar. En 2019 recuperaría la libertad

El Observador 162

Pablo José Goncálvez Gallerreta nació en Bilbao, España, el 6 de marzo de 1970 durante el periodo en que su padre, Hamlet Goncálvez, cumplía funciones diplomáticas representando a Uruguay en ese país. Nueve años más tarde, la familia regresó a Carrasco, el barrio de Montevideo del que el matrimonio era oriundo.

Su niñez y adolescencia se desarrollaron sin complicaciones ni sobresaltos, con aparente normalidad hasta la madrugada del 1 de enero de 1992. Ese día, Pablo decidió cambiar esa "monotonía" y liberó sus más bajos y oscuros instintos.

Pero Ana Luisa jamás llegó a su casa. Pocas horas después de despedirse de Sapelli su auto fue encontrado cerca del Lawn Tenis del Parque Carrasco. Por la tarde, apareció sin vida a pocos metros de la Prefectura del balneario Lomas de Solymar, entre las dunas. Su cuerpo estaba sobre la arena, la postura y el lugar donde fue hallado indicaban que había sido arrojado desde la altura y que el asesino apenas lo acomodó. No quiso enterrarlo, mostrando, de ese modo, orgullo por su "hazaña". Todas las sospechas recayeron en el joven ingeniero, el último en verla con vida, aparentemente. Nadie sospechó del hijo del diplomático.

En julio, falleció el padre de Goncálvez y, a los pocos meses, él buscó a una nueva victima. Andrea Castro (16) fue asesinada el 20 de septiembre de 1992. La adolescente se encontró con Goncálvez en un local bailable de Carrasco. Apenas se conocían, pero hablaron unos minutos y ella aceptó ir con él a dar unas vueltas en el auto del muchacho de lentes. Pasaron tres semanas de esa noche antes de que la Policía encontrara su cuerpo en la arena de la Playa Mansa, Punta del Este. La autopsia reveló que había muerto por asfixia. Tiempo después se supo que el arma asesina había sido una corbata blanca y verde de su padre.

Su tercera víctima fue María Victoria Williams. La mañana del 8 de febrero de 1993, la joven esperaba el ómnibus en la esquina de su casa cuando Goncálvez -su vecino-, fingiendo que su abuela estaba sufriendo un infarto la hizo entrar a la vivienda. Le dijo que la mujer estaba en el piso de arriba y le pidió que llamase a emergencias. Fingió subir las escaleras y cuando la joven estaba por hacer ese llamado la atacó de espaldas. Le puso un pañuelo con alcohol y éter en la nariz y le ató una bolsa de nylon en la cabeza. La familia de Victoria recibió en la tarde una llamada del trabajo de la muchacha preguntando por qué no había ido a trabajar.

Al ser detenido confesó ser autor de dos muertes a través de igual modus operandi (asfixia) y en prisión rectificó su postura alegando haber confesado bajo tortura e interpuso una queja ante la Convención Latinoamericana de Derechos Humanos que fue desestimada. Ese organismo le dio la razón al Estado uruguayo que, al contestar la demanda, sostuvo que los procedimientos policiales y judiciales fueron totalmente regulares.

Pablo Goncalvez fue condenado a 30 años de prisión sin posibilidad de ser excarcelado, pero por buena conducta, estudiar y trabajar en la cárcel se le restaron 4 años de la pena. El 7 de julio de 2005 se casó en la Cárcel Central con Alejandra Prego, a quien conocía antes de su condena y tuvieron una hija.

Hasta el momento, le fue negada dos veces la libertad condicional. La justicia uruguaya asegura que si sale y mata no será en ese país. En 2019, Goncalvez cumplirá su condena.