Casi puede decirse que el parricidio cometido por dos hermanos es una categoría de crimen que se produce con bastante frecuencia y que evoca ocultas disfunciones familiares.
.
Precisamente, uno de los casos policiales más tenebrosos de este año en nuestro país fue el
, cuando dos hermanastros descuartizaron y quemaron vivos a sus padrastros. Anteriormente, el crimen de los
fue uno de los que más espacio ocupó en la crónica policial, no sólo por el parricidio en sí sino por el derrotero posterior de sus coautores.
En agosto de 1989 un crimen con muchos paralelos con aquel conmocionó a los Estados Unidos y al mundo: los hermanos Lyle y Erik Menéndez -hijos y herederos de un matrimonio adinerado de Beverly Hills- acribillaron a balazos a sus padres en un caso donde la codicia, los abusos y la violencia tomaron fuerte protagonismo. Uno de los investigadores del crimen dijo, más tarde, que por la brutalidad ejercida parecía un acto de tintes mafiosos profesionales o una venganza del cartel de la droga.